Soledad absurda

Parte 5

No recuerdo muy bien lo que soñé esa noche, pero sentía un calor recorriendo mi cuerpo. 

Muchas cosas pasaban por mi mente, predominaba el rostro y la voz de esa mujer de la cual no sabía su nombre. Bella, así la llamé. 

Antes de hablar con Bella me quejaba de todo y a nada le encontraba sentido. Ella de alguna manera logró cambiar mis pensamientos para bien, me sentía diferente. 

Sentado en mi cubículo y revisando lo que tenía que hacer ese día, un dulce aroma me arropó. Alcé la cabeza levemente y ahí estaba Bella mirándome, sentí algo indescriptible que recorrió mi cuerpo. 

- Hola -. Me dijo ella con una sonrisa y se acomodó en su cubículo. 

Quedé absorto, ¿qué poder tiene ella para influir en mí? 

Durante todo el día no salí ni me puse de pie, no me sentía capaz de afrontar ese desconocido sentimiento. 

La jornada terminó. Aparté mi enmarañado pelo de los ojos y con recelo miré si Bella se había ido. No supe discernir si sentí alivio porque no estaba ahí o tristeza porque no pude verla. 

Crucé la vía casi sin fijarme, un solo pensamiento consumía mi atención. Reconocí el lugar por el que pasaba en ese momento y sentí algo en el corazón. En la silla debajo de un gran árbol había una mujer sentada, sola. Supe de inmediato quién era. 

Sentía su mirada desde la penumbra y por alguna razón me atraía como si de un imán se tratase. Me dejé llevar. Me senté a su lado. Esta vez fui yo quien comenzó a hablar, ella me miraba. 

- Mi vida desde hace muchos años ha sido gris. Me he dejado llevar por las opiniones negativas de los demás, su influencia ha trascendido a mi vida. Hay momentos en que no quiero continuar y quisiera dejar todo a un lado, si me voy nadie me recordará, a nadie le importará lo que haya hecho -. Algo me impulsaba a contarle a Bella, y solo a ella, lo que sentía y cómo yo estaba sufriendo en silencio y soledad. 

Bella acercó sus manos a mis mejillas y pude reconocer el calor que sentí por primera vez en el sueño. 

Mis lágrimas se desbordaron. 

La suavidad de sus manos me confortaba, secó mis lágrimas y se puso de pie frente a mí. Alcé la mirada. La luz led le daba un aura de divinidad. 

 - No quiero que estés triste, quiero verte sonreír -. Dijo Bella con su voz tan dulce que me puso los pelos como escarpias - Quiero que tu vida tenga color y momentos felices que puedas atesorar por siempre. Que haya calor en tu corazón y que tus pensamientos giren en torno al amor. Quiero ser parte de esos pensamientos.  

Mi mente quedó en blanco, sentí que las pulsaciones incrementaron, mis manos se pusieron frías. 

¿Qué debía hacer en esta situación?, ¿huir?, huir, sí. Esto es otra broma para jugar con mis sentimientos y finiquitar el plan malvado que el destino tiene escrito para mí. 

 - No te dejaré huir. Sé que no nos conocemos totalmente, pero he decidido estar junto a ti. 

 - ¿Qué viste en mí?, no soy nadie, no tengo nada. 

 - Hay muchas cosas que tú mismo no puedes ver. 

 - Aparte de mi timidez y debilidad mental, ¿qué ves en mí? 

 - Alguien de quien me enamoré. Alguien que necesita compañía para que deje de pensar en escribir su último capítulo. Alguien que merece amor y felicidad. 

Desde esa noche Rosa, su verdadero nombre, ha estado a mi lado. Cambió mi vida de una manera que no imaginaba. Me hizo olvidar los días grises. La soledad se disolvió entre lindos recuerdos y momentos inolvidables que ella misma cuidó que fueran perfectos. En el momento de mi vida cuando creía que todo estaba en contra mía, el amor llegó de la manera más excelsa e inmaculada.  

Mi soledad absurda se convirtió en amor perfecto gracias a Rosa. 

Fin.



#7548 en Novela romántica
#3530 en Otros
#931 en Relatos cortos

En el texto hay: soledad, aceptacion, sentimiento

Editado: 09.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.