Su Renacer #0

Capitulo 1 Huida

El sonido de la noche era inquietante, un eco constante de su propio miedo resonando en sus pasos apresurados. Alexa sentía el frío en su piel, pero no sabía si era por el viento helado de la madrugada o por el terror que la atenazaba desde lo más profundo de su ser. Sus manos temblaban mientras aferraba la maleta con lo poco que pudo tomar antes de escapar. Cada respiración era una súplica por un segundo más de vida, por un metro más de distancia entre ella y su peor pesadilla.

Sabía que él estaba cerca. Lo sentía. Como un depredador acechando en la oscuridad, esperando el momento exacto para saltar sobre su presa. Sus latidos eran un tambor desenfrenado en su pecho, recordándole que no podía detenerse, que debía seguir adelante sin mirar atrás.

No podía contar con su familia. Dustin lo había dejado claro desde el primer momento. Su padre terminó en el hospital después de uno de sus "pequeños acontecimientos", como él solía llamarlos con esa voz melosa y tranquilizadora que escondía un veneno letal. Alexa sabía que cualquier contacto con ellos solo los pondría en peligro. Si quería protegerlos, debía desaparecer sin dejar rastro.

Apretó la maleta contra su cuerpo y se deslizó por el pasillo, buscando una salida. No podía confiar en nadie. No podía arriesgarse a que alguien la delatara, aunque fuera sin querer. La casa estaba sumida en penumbra, pero conocía cada rincón, cada recoveco donde podía esconderse si lo necesitaba.

Un sonido detrás de ella la congeló en su sitio. Pasos. No, no pasos normales… el ritmo firme, seguro. Un cazador que sabe que su presa no tiene escapatoria. Contuvo el aliento y, con el corazón desbocado, se deslizó dentro de un pequeño armario empotrado en la pared. No era el mejor escondite, pero era lo único que tenía.

La puerta se abrió con lentitud, y su aliento quedó atrapado en su pecho. A través de la pequeña rendija del armario, pudo verlo. Dustin estaba de pie en la habitación, su silueta oscura recortada contra la débil luz del pasillo. Su cabello desordenado caía sobre su frente, y su mandíbula estaba tensa. Parecía tranquilo, pero Alexa sabía que era solo la calma antes de la tormenta.

—¿Dónde estás, mi amor? —murmuró, y su voz envió un escalofrío por la espalda de Alexa. Era un tono suave, casi melódico, pero cargado de una amenaza velada.

De repente, su rostro se transformó. La calma se esfumó y la rabia se desbordó como un río enloquecido. Con un grito de furia, lanzó al suelo todo lo que encontró a su paso: una lámpara estalló en pedazos, la silla chocó contra la pared, el espejo se hizo añicos con un golpe brutal. Cada objeto destruido era una advertencia, una promesa de lo que le haría si la encontraba.

Alexa cerró los ojos con fuerza, mordiendo su labio para no soltar ni un gemido. Sintió que la sangre le corría más rápido en las venas, que la piel se le erizaba como si fuera a romperse en mil pedazos.

Finalmente, él salió de la habitación. Su respiración era un torbellino de miedo cuando se aseguró de que los pasos se alejaban lo suficiente. Contó hasta diez, luego hasta veinte. Solo cuando estuvo segura de que él ya no estaba, se atrevió a moverse.

Salió del armario con una rapidez desesperada. No podía perder más tiempo. Se deslizó por los pasillos, descendió las escaleras sin hacer ruido y, cuando finalmente alcanzó la puerta trasera, la abrió con un solo pensamiento en mente: correr.

El aire frío la golpeó de lleno, pero no se detuvo. Sus pies descalzos golpearon el pavimento mientras corría sin mirar atrás. Había dejado su auto atrás. No podía usarlo, él rastrearía la matrícula en minutos. Lo único que podía hacer era llegar a una avenida transitada y tomar un taxi. Mientras más rápido saliera de ahí, mejor.

Las luces de un auto iluminaron la calle desierta y el alivio la envolvió como un bálsamo momentáneo. Corrió hacia el vehículo y abrió la puerta con torpeza, lanzando la maleta dentro antes de deslizarse en el asiento trasero.

—A la estación de autobuses, por favor —susurró, con la voz quebrada.

El conductor, un hombre de mediana edad con el rostro marcado por el cansancio, la observó por el espejo retrovisor antes de asentir. Sin decir palabra, puso en marcha el auto. Alexa apoyó la cabeza contra el vidrio, cerrando los ojos por un momento, tratando de recuperar el aliento. Estaba lejos, pero no a salvo. No todavía.

Mientras el taxi avanzaba por las calles desiertas, los recuerdos la embistieron como una tormenta. Su mente la arrastró de vuelta a ese cuarto oscuro, a la sensación de terror que la paralizaba cada vez que Dustin la miraba con esos ojos que brillaban con una mezcla de amor enfermizo y posesión. Sintió el peso de su mano en su muñeca, la presión de sus dedos como grilletes. Recordó su voz, susurrándole al oído que nunca, jamás, la dejaría ir. Su aliento helado en su cuello, la promesa de que siempre la encontraría.

El taxi frenó en seco en un semáforo y Alexa se sobresaltó, sus uñas clavándose en sus propias palmas. Miró a su alrededor, asegurándose de que estaba en el presente, de que Dustin no estaba ahí, acechándola.

Cuando el taxi finalmente se detuvo frente al aeropuerto, Alexa le pagó con manos temblorosas y bajó con rapidez. Ajustó la correa de su mochila sobre el hombro y caminó con paso firme hacia el interior. Necesitaba salir del país lo antes posible. Con cada minuto que pasaba, su libertad pendía de un hilo más fino. No podía permitirse fallar.

—Un boleto para el primer vuelo que salga —dijo, con la voz apenas audible.

La mujer tras el mostrador la observó con curiosidad antes de teclear en la computadora.

—¿Destino?

Alexa tragó saliva. No importaba. Cualquier lugar era mejor que este.

—El que sea. Solo dame el boleto.

El billete impreso cayó sobre el mostrador y ella lo tomó con rapidez. Su única prioridad era huir. Alejarse de él. De sus sombras. De su obsesión.

Con su pasaporte en la mano y el boleto arrugado por la tensión en sus dedos, cruzó la sala de espera. Se sentó en un rincón apartado, intentando calmar su respiración. Se obligó a inhalar hondo, a recordar que ya no estaba allí. Ya no.



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En el texto hay: huir, libertad, acosador

Editado: 28.03.2025

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