—¡Holaaaa, mis shiny girls! ¿Cómo están mis diosas del maquillaje y la moda? Ya saben que yo, Sesasy Ferrer, siempre las traigo a donde pasa la magia, y adivinen dónde estoy… ¡Síiii, en la ¡Fashion Week de París! —digo sonriente a la cámara, acomodando un mechón de mi cabello perfectamente lacio mientras Lady Pom Pom asoma la cabecita desde mi bolso rosa con brillitos.
El chat explota de corazoncitos, emojis y comentarios: “OMG Sesasy te ves divina”, “Muéstranos tu outfit completo”, “¿Quién es la de al lado?”.
—Tranquilas, que ya les enseño mi outfit, pero antes tengo algo muchísimo más importante que compartirles. Hoy voy a presentarles a una de mis máximas inspiraciones, la mujer que me hizo creer que nosotras, las curvy, tenemos un lugar en la moda de alto nivel. Ella es pionera en traer siluetas reales a las pasarelas de París, y yo soy su fan #1 desde que tengo memoria. Con ustedes… ¡la incomparable Constanza Hernández!
Volteo la cámara y aparece Constanza, elegante con un traje negro entallado, su cabello recogido en un moño pulido y una sonrisa que transmite poder y calidez al mismo tiempo.
—Sesasy, querida, gracias por tus palabras —responde ella con un español dulce y firme, saludando también al en vivo—. Para mí es un honor ver a mujeres como tú aquí, disfrutando de la moda sin miedo y celebrando sus cuerpos tal como son.
El chat se vuelve loco: “Reinaaa Constanzaaa”, “Las curvy también brillamos”, “Necesito esa colección ya”.
—Amigas, les juro que cuando vi la primera pasarela de Constanza casi lloro —confieso mirando a la cámara—. Fue la primera vez que sentí que la moda también hablaba mi idioma, el de las curvas, el de no esconderse detrás de ropa aburrida. Y aquí estoy, con Lady Pom Pom que ya quiere su propio vestido, ¿verdad, bebé?
Lady Pom Pom ladra suavemente y el chat explota de risa con emojis de perritos y moños.
Constanza ríe y agrega:
—La moda está cambiando, Sesasy. Ya no es solo para un grupo selecto. Y mujeres como tú, que inspiran desde las redes sociales, hacen que este mensaje llegue más lejos.
Yo asiento con entusiasmo, mientras en el fondo las luces del desfile iluminan la Torre Eiffel que se asoma tras los ventanales. Todo es perfecto, brillante, casi un sueño… hasta que vibra mi celular con una notificación en la pantalla. Veo el nombre y mi sonrisa se congela apenas un segundo.
Pero recupero la pose, lanzo un beso a la cámara y cierro el en vivo:
—Y recuerden, mis shiny girls… ¡ser curvy es un lujo que solo nosotras sabemos llevar!
Apago la transmisión.
—¡Caty! ¡Amor! —lo llamo, sacudiendo un poco la cabeza mientras Lady Pom Pom se acomoda en mi bolso.
Caty aparece en segundos, con su bolso de marca colgando del brazo y un polvito compacto en la mano, como si hubiera salido de un comercial de maquillaje. Se mueve con la rapidez de alguien que sabe que su vida depende de mantener mi shiny intacto.
—¡Ay, mamacita de Dior! —exclama con dramatismo mientras me abanica con la paleta— Si te ve el mundo con un brillo fuera de lugar, me crucifican a mí, ¿eh?
Me río, aunque en realidad la incomodidad me mata. Me toco la cabeza disimuladamente.
—Esta peluca me trae con una comezón… ¡te lo juro, Caty, siento que me van a salir pulgas en el cuero cabelludo!
Él pone los ojos en blanco, exagerando.
—Exagerada, ¿pulgas en París? Cariño, lo único que se pega aquí son diseñadores italianos… y créeme, a ti te vendrían de maravilla o por lo menos un CEO de los que andan aquí para que te de…
—¡Caty! —le doy un manotazo suave en el brazo, mientras él me da golpecitos con la brocha en la frente para “bajarme el brillo” de la T-zone— Te juro que, si me rasco, me arruino el maquillaje y Constanza me va a pensar una salvaje.
Él suspira, como si cargara con la paciencia del universo.
—Sesasy, mi amor curvy, tú no eres salvaje… eres un milagro de Balenciaga. Pero deja de mover esa cabeza o me vas a dejar el maquillaje como Picasso abstracto.
Lady Pom Pom ladra desde el bolso, como si estuviera de acuerdo con Caty.
—¿Ya ves? —dice él, inclinándose hacia la perrita—. La niña también opina que tu única obligación en esta vida es brillar, no rascarte.
Me suelto riendo y casi tropiezo con el tacón, pero Caty me agarra del brazo como todo un caballero dramático.
—¡Cuidado! —dice con una carcajada—. Que si te caes pierdes el glamour, mira que te he enseñado como hacerlo, pero no aprendes.
Alzo una ceja.
—Ni me lo recuerdes, Caty… La última vez que me pasó perdí toda compostura de una dama.
Él me mira fijamente, hace un gesto exagerado de cruzarse de brazos y pone cara de diva.
—Pero sobreviviste a la cima de los Alpes, reina.
—Solo era la falda del Popocatépetl y ni siquiera subí, me torcí el pie antes de empezar.
—¡Oh es verdad!
Nuevamente suena mi celular, vibra dentro del bolso donde Lady Pom Pom duerme como reina.
—¡Ay, otra vez! —me quejo, pensando que seguro es una marca queriendo que suba stories inmediatos con el lipstick shiny del momento.
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Editado: 16.09.2025