El conductor llevaba media hora golpeando mi maleta y yo seguía sentada en el despacho de Chernov, ¡porque éste era su despacho, no la recepción!
Todo se agitaba en mi interior porque en mi cabeza sabía que tenía que hacer lo que él decía. Tenía que cambiarme de ropa, desmaquillarme e ir a su casa con una sonrisa de tonta irreal. Y allí... Y luego actuar según las circunstancias.
Sí, claro, ¡no me esperaba semejante imbécil! No pensé que pudiera tratarme así. Subestimé al enemigo, oh, cómo lo subestimé. Pero no pasa nada, Glib Chernov, no pasa nada, ¡no sabes con quién has empezado esta guerra!
Aprieto los labios y doy una patada a la maleta. ¿Por eso es tan difícil pasar por encima de mí misma y obedecer a este hombre? Quiero hacer algo para fastidiarle. Algo que le haga sonrojarse de rabia cuando entre en el despacho. Quiero que pierda la voz de tanto gritar de rabia y que se quede afónico para el resto de su vida. Oh, cómo quiero hacerle daño. Vengarme de él por lo que hizo.
Pero me doy cuenta de que sería una tontería. Que me comportaría como una niña mimada irrazonable. Tengo que actuar con más sutileza, demostrarle que sé jugar a cosas más interesantes. Sí, ahora no he podido evitarlo. Obviamente le provoqué, pero, por cierto, se comportó así. Mi tío tiene un problema de resistencia.
Me siento, abro la cremallera de la maleta y saco los vaqueros y la sudadera. También saco mi bolsa de maquillaje, tengo agua micelar por ahí, de verdad que necesito desmaquillarme. ¿Quizá le dé un ataque de alegría?
Necesito darle esperanzas de que puedo ser obediente y sumisa. Tengo que estudiar sus debilidades, y luego golpearle tan fuerte que su mundo, construido como un castillo de naipes, ¡se caerá a pedazos! Caerá de tal manera que se derrumbará a mis pies.
Apenas había conseguido cambiarme de ropa cuando oigo unos gritos ahogados en la recepción, y entonces... La puerta de la oficina se abre de golpe y entra volando un pífano. El legado empresarial de nuestra generación.
- Svitlana Borisovna ... allí ... No puedes ir allí ...
- ¡Tackle! ¿Qué significa todo esto? - La mujer me mira como si acabara de hacer un striptease, y ahora insinúa sutilmente que estaría bien poner algo de dinero en mis bragas.
- Yo también siento curiosidad. ¿Alguien te ha invitado aquí? - Levanto las cejas y sonrío de tal manera que es difícil no adivinar adónde la estoy enviando mentalmente.
- ¿Quién es usted? ¿Qué demonios haces aquí?
- Oh, supongo que ya lo entiendo, - sonrío y doy un paso más hacia la mujer. Veo que Mila abre mucho los ojos y niega con la cabeza. No, no lo hagas. Ella sabe de qué tipo de bromas soy capaz. Y mi sonrisa insidiosa se ensancha, algo me dice que se trata de otro títere de Chernov y, a juzgar por su comportamiento, tiene más poder que un donut. Bueno, ¿ha llegado la hora de divertirse?
Entrecierro los ojos y empiezo a tratar a la dama como una mercancía en el mercado.
- ¿No tenías ahí a una más joven o algo así? Y he dicho con un giro, y no parece que te venga nada bien un giro, - hago una mueca y doy un paso atrás.
- ¿De qué demonios estás hablando? De Svitlana... ¿Creo? ¿Así la llamaba Mila? Bueno, la cara de Svitlana es la de una aficionada... Vale, vamos a conocernos, luego se me ocurrirán apodos para ella. Su cara se pone roja de tal manera que la remolacha arde de envidia en una esquina.
- Le ordené a la chica que le hiciera un regalo al hombre con el que vivo. Un regalo erótico, y no se lo vas a dar, veo que le tiemblan los ojos y sonríe. Me pregunto cuántas mujeres tiene.
- ¿Con quién vive? - Esta mujer de negocios empieza a chillar y se precipita en mi dirección. Pero la señora ha calculado mal, he tenido tantas peleas en la pensión que puedo calcular de antemano estas débiles intenciones. Sí, sí, señores, las señoras de la pensión se pelean tanto que los hombres fuman nerviosos al margen.
- Dios, tengo que decirle a Glibchik que los psicópatas se pasean fácilmente por aquí. - Suspiro y me quito las lágrimas invisibles de las mejillas. - Quiero llamar a tu agencia y decirles que eres un grosero. ¡Que te despidan!
- ¡Mila! ¿Quién es este idiota enfermo? - Svitlana se abalanza de nuevo en mi dirección, pero yo salto a un lado en el último momento y veo cómo la señora se golpea contra la mesa y empieza a aullar por el impacto como si le hubieran tirado sal en el culo.
- Esta... esta es la hija de Dimitri Serguéievich. La difunta, - dice Mila y se tapa la boca con la mano, como si no estuviera preparada para semejante espectáculo.
- ¿Quién? - La joven jadea y se deja caer en la silla de Chernov. Parece tener problemas con la actividad física, porque prácticamente se asfixia. Sus pulmones no van bien.
- ¡El que te echará de aquí a patadas al infierno! ¿Has recuperado el aliento? ¡Vamos cojeando hacia la salida! - Señalo la puerta y entonces, claro, como si nada, Chernov, enfadadísimo, entra en el despacho y, contemplando todo el panorama, frunce los labios y me lanza una mirada que hace que me tiemblen involuntariamente las rodillas.
Oh, Alice, Alice, parece que tu culo va a experimentar hoy sensaciones tan inolvidables que ni siquiera podrás sentarte sobre él... Es esta promesa la que veo en sus ojos, que lanzan relámpagos. Y mi imaginación me lanza una imagen de él apretando un cinturón de cuero en la mano y hasta siento que mi culo empieza a arder... Ya está, he terminado
Y así... Una marcha fúnebre suena en mi imaginación enferma mientras Chernov camina lenta y elegantemente hacia mí para cerrar sus dedos alrededor de mi cuello. Qué pena que haya vuelto tan pronto. Hubiera preferido que viniera cuando se llevaban a su señora al manicomio en camilla. Entonces no hubiera dado tanto miedo rastrillarla. Y ahora... ¡Acababa de empezar a divertirme y llega el cabrón!
- ¡Salí de la oficina! - Mi marido me gruñe y me quema con sus ojos de miedo irreal.