Te castigaré

Capítulo 12

Dios, ¿por qué fui tan idiota? ¿Dónde estaba mi cerebro cuando decidí que no pasaría nada si llevaba el vestido de mi maleta a esta estúpida fiesta?

Y ningún cabrón me dijo que Chernov iba a volver. Ya me había relajado. Decidí que se había marchado por lo menos un mes y que yo podía hacer cualquier cosa.

Es una pesadilla, tan estúpido echar por tierra toda la semana de buen comportamiento con un acto estúpido. Y aún así esa bruja de Nastya se salió con la suya. ¡Ella me provocó, después de todo!

Y todo empezó tan bien. Estaba toda guapa y alegre, y lo que es más, salí de casa sin sospechar nada, me subí al deportivo de Dima e incluso le sonreí como esas bellezas de las películas. Estaba impresionante.

- Estás estupenda, - el tipo ya me había desnudado con la mirada al menos tres veces en el par de segundos que estuve sentada en su coche.

- Elogio aceptado, - sonrío y me abrocho el cinturón de seguridad. He visto lo mucho que le gusta conducir a este Schumacher. Prefiero ir sobre seguro.

Para ser sincera, las miradas de Dima me confundían. Por muchas espinas que tuviera y por mucho que me pinchara, nunca dejaba que nadie se me acercara. No sé por qué. Quizá porque vi a mi padre cambiar de mujer como de guante tras la muerte de mi madre. Quizá porque vi las lágrimas de sus amantes volar como corchos de champán fuera de su vida. Probablemente entonces me prometí a mí misma que nunca sería así. Que ningún hombre sería capaz de ofenderme y echarme como un trapo innecesario por encima del umbral.

Y todavía no ha habido ningún hombre al que quisiera dejar que se acercara, esconder las espinas y dejar que formara parte de mi vida. Siempre me ha resultado más fácil ser un personaje negativo. La gente no suele sentirse atraída por ese tipo de personas, no suelen querer ser amigos ni hablar francamente con ellos. Y a mí me convenía perfectamente.

- Háblame un poco de ti, - la voz del tipo me sacó de mis pensamientos y me hizo prestarle atención.

- No creo que te interese.

- ¿Quizá deberíamos intentarlo y luego empezar a sacar conclusiones? Empecemos por una sencilla, guapa, ¿tienes novio? - Con un guiño, Dima entra bruscamente por la esquina, y yo cierro los ojos con un grito salvaje.

- ¿Estás completamente enferma? ¿Has decidido matarme?

- Sólo te despierto un poco. Has entrado en tus pensamientos, y yo soy un tipo celoso. Si estás conmigo, estás conmigo, preciosa. Luego pensarás en otros tíos.

- ¡Tengo novio! - le respondo siseando y enseñándole los ojos. ¡Eres un imbécil! ¿Por qué tengo tan mala suerte con los tíos normales?

- ¿Y dejarte ir conmigo? - Entrecierra los ojos y da otro brusco tirón hacia un lado. ¡Un par de maniobras más como esa y me vomitará en su coche!

- Confía en mí, - miento sin ruborizarme.

- Hagamos un trato, guapa. Por cada mentira que digas, haré esto. - Un golpe seco a un lado. Dima empieza a girar el volante y el coche empieza a dar vueltas sobre la carretera. Cierro los ojos y grito tan fuerte como puedo:

- ¡Para! ¡Para!

- Te lo vuelvo a preguntar, querida niña, y esta vez te aconsejo que digas la verdad: ¿tienes novio?

El coche frena bruscamente, me inclino hacia delante y no me golpeo la cabeza con el panel frontal sólo gracias al cinturón de seguridad.

- ¿Te espero o quieres dar otra vuelta?

- Dale una vuelta! - grito tan fuerte que me pitan los oídos y atraigo así la atención de la compañía que está junto al coche.

Este idiota hizo su truco tres veces más. Y debido a esto, apenas podía mantenerme en pie cuando salí del coche.

- Eh, chico, ¿qué te pasa? Me pareciste tan atrevido que pensé que necesitabas un enfoque especial.

Siento la mano de Dima en mi cintura, y su voz está casi por encima de mi oído. No puedo apartarlo de mí, porque la cabeza no deja de darme vueltas y sin él me caería sobre la hierba.

- ¿Lo has pensado? No me digas que tienes cerebro. A mis ojos ya has caído por debajo del zócalo. - Empiezo a mover la lengua. Este tipo me ha cabreado hasta el punto de hacerme rechinar los dientes. Pero por alguna razón, las ganas de mandarlo al infierno desaparecen de repente.

Oigo que Dima se echa a reír y, apretando los dedos en torno a mi cintura, empieza a empujarme ligeramente hacia delante.

- Le contaré este secreto más tarde, pero ahora tiene que sentarse en la silla.

Comprendo que necesita que le envíen a las tres letras divertidas y volver a casa. Lo entiendo, pero, maldita sea, esta estupidez que ha hecho es completamente repulsiva... Está haciendo su trabajo. Está claro que este tipo me interesa.

Me dejo caer en la silla y veo cómo el tipo empieza a trastear en la cocina. Saca bebidas de la nevera y se me acerca con ellas.

- ¿Qué te apetece?

- Ooooh... ¿a quién tenemos aquí? - Hago una mueca instantánea ante la desagradable voz de Nastya y estiro la mano para coger la primera lata que veo de Dima.

- Por supuesto, ¿cómo has podido pasar por alto mi llegada? ¿Has mirado por la ventana? Me estremezco y abro la lata sin mirar, doy un gran trago y sólo entonces me doy cuenta de que había alcohol en la lata.

El líquido infernal me quema la garganta y baja por mi estómago en un chorro caliente. Maldita sea, definitivamente no es cerveza, y el grado es tal que me emborracho en un par de sorbos. Teniendo en cuenta que no soy muy bebedora. Mi cuerpo se está confundiendo lentamente por lo que está pasando

- Sí, me moría de ganas.

Y entonces todo parece suceder en una niebla. Un par de sorbos más de alcohol, y Nastya ya no me molesta tanto. La atención obsesiva de Dima ya no parece tan intrusiva, y bailar sobre la mesa parece una idea muy divertida. Vasos de alcohol de colores brillantes en el suelo y una pelota de ping-pong en la mano. Parece que he perdido, porque todo el mundo grita "¡bebe!" y me golpeo con el contenido del vaso.

Dima siempre está a mi lado. Sus manos están en mi cintura o intentan bajar más, pero no lo permito. Menos mal que hay huevos, al menos aquí mis instintos no me han traicionado.




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