Te castigaré

Capítulo 16

Sólo puedo ver sus labios moviéndose. Estoy seguro de que me está diciendo algo desagradable. Pero no soy capaz de percibir sus palabras. Estoy abrumado por la forma en que me está afectando. La forma en que su olor penetra en mí, la forma en que hace que mi corazón lata más rápido. La forma en que se queda flácido en sus manos.

Todo es malo. ¡Esto es tan malo! Vuelvo a levantar la vista y me encuentro capturada por su mirada. Me hundo. Yo también caigo en su trampa. Me dejo arrastrar por todo esto.

- Suéltame, es todo lo que consigo. Lo digo tan bajo, casi en silencio, que Chernov ni siquiera intenta escuchar mi petición. Sólo aprieta sus dedos en mi barbilla y me mira con su mirada de loco que me deja sin aliento.

- Estás jugando tus juegos infantiles con la persona equivocada, - dice, afirmando lo obvio. Ya me he dado cuenta de que al menos necesito subir de nivel para jugar en igualdad de condiciones con él.

Y aquí llega el punto de no retorno. Empieza mi propio infierno. Caigo en mi propio caldero, donde estaré hirviendo durante mucho tiempo. Me encuentro en un lugar donde no hay salida. Me ahogo. Me hundo hasta el fondo.

Otro giro. Un giro brusco. Fatal. Implacable. Salgo despedida hacia un lado, hacia Chernov. Me lanza de tal forma que choco contra él y nuestros labios se tocan. Glib, tratando de atraparme, me rodea la cintura con los brazos... Y aquí estoy, sobre su regazo, sus manos en mi cintura, mis labios en los suyos... Y yo... no hago absolutamente nada para corregir esta situación. No estoy a la altura... Mi cuerpo se siente como un relámpago de electricidad, la corriente está ahora por todas partes, bajo mi piel, en mis venas... Mi corazón detiene su movimiento porque... porque me está respondiendo con un beso...

Así es probablemente como el mundo se derrumba. Así es probablemente como ocurren los errores más estúpidos del mundo. Así es probablemente como la gente pierde la cabeza.

Sus labios son tan calientes y duros... Su barba raspa mi cara, pero no puedo decir que no me guste. Me gusta todo ahora. Todo sobre él.

La forma en que mi cuerpo tiembla en sus manos. La forma en que el calor de sus labios quema los míos. La forma en que sus brazos me estrechan contra él, y luego una de sus manos se sumerge en mi pelo, apretándolo dolorosamente desde la raíz, y luego... Entonces su lengua se desliza por mis labios. No, no es delicado. No es delicado conmigo en absoluto. La presión de su lengua me obliga a abrir los labios. Y justo en ese momento, mi viejo mundo se desmorona. Él rompe todos mis esquemas. Me convierte en alguien que no conozco. ¡ÉL ME MATA!

En un segundo, me priva de la confianza de que puedo resistir a todos y a todo. De que soy fuerte. De que no me gusta. ¡Él lo mata todo! Con sólo penetrar su lengua en mi boca, se produce una explosión. Una explosión emocional. Tan fuerte como un huracán.

Su lengua irrumpe en mi boca y me arranca un fuerte gemido. Mis manos están sobre sus hombros. Las suyas encima de mí. No puedo seguir el caos de sus movimientos. No puedo seguir la velocidad a la que explora todo mi cuerpo.

No es como los chicos con los que he hablado. No es como ellos en absoluto. Todo en él es diferente. Desde su tacto hasta su olor. Desde sus ojos hasta su forma de hablar. Es todo irreal.

Es más embriagador que el alcohol. Si no estaba borracha como una cuba por el alcohol que bebí, ahora he llegado a este estado. He llegado ahí gracias a él. Por sus manos. Por su olor. Por su tacto.

Se está poniendo caliente hasta el punto de que parece que las cosas que llevo puestas son completamente innecesarias. El beso no hace más que coger impulso y me doy cuenta de que esto es EL FIN. Mi fiasco personal. Mi pérdida personal.

- Aquí estamos, - la voz del conductor vuela en mi dirección como un salvavidas. Algo que nos hace frenar al menos un poco de toda la asquerosidad que está ocurriendo ahora entre nosotros.

El beso se interrumpe. Pero la mano de Glib sigue en mi pelo y no me suelta. No puedo moverme y ahora estoy mirando sus ojos locos. Negros como la puta noche.

- Vete, - le gruñe Glib al conductor y no me quita los ojos de encima. Y todo dentro de mí se convierte en hielo. ¿Qué quiere hacer? Hemos llegado. Hemos llegado. ¿Por qué echar al conductor?

Cuando oigo el portazo del coche, es como si recobrara el sentido. Intento escapar de su agarre, pero como siempre, fracaso.

- Te lo voy a decir una vez, chica, ¡así que será mejor que lo recuerdes! ¡Un truco más y te arrepentirás de todo! Yo no juego así. ¿Sabes por qué?

No quiero saberlo. Da mucho miedo. Me da mucho miedo. No me gusta nada mi reacción ante este hombre. No me gusta que su beso me haya dejado sin aliento. No me gusta que me haya gustado tanto que esté dispuesta a continuar. No me gusta que aún me ardan los labios por su presión, y que todo en mi estómago arda como si hubiera un incendio.

- ¿Por qué? - ¡Joder! Ni siquiera noto que sale de mi boca. Veo que sus labios se curvan en una sonrisa y empiezo a enfadarme.

- Porque lo único que sé hacer es ganar. Romper. Avasallar. Ni siquiera pasarás del primer nivel de MI juego. Te romperé más rápido de lo que puedas chillar. - Y con estas palabras, me despista, y sin siquiera pensar en nada, simplemente agarro el pomo de la puerta y salgo corriendo a la calle.

Las lágrimas ruedan por mis mejillas, recorren mi cuello. Y corro sin parar. Entro corriendo en casa, salto los escalones y me precipito a mi habitación. Cierro la puerta y me deslizo por ella. Pongo las manos en las rodillas, bajo la cabeza y me permito flaquear. Me permito admitir la derrota. La derrota sólo por esta vez.

Es cruel. No conoce la piedad. El que ama infligir dolor. El que comete un error y luego castiga a otra persona por ello.

Él también me besó. Me besó tan fuerte que pensé que nunca pararía. Sus manos exploraron mi cuerpo. Le oí gruñir y sentí cómo me apretaba contra él.




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