Sus palabras golpean mis sienes, y el sonido de su voz hace que mi cuerpo se estremezca. El calor se extiende bajo mi piel... Me penetra tan profundamente que parece fluir por mi sangre.
Este hombre es el diablo. Porque no tengo otra explicación para mi obsesión. Es como si me hubiera privado de mi voluntad. Todo lo que puedo hacer es pensar en él. Mirarle. Desearlo. Desearía que parara. De verdad... pero cada segundo que pasa me enamoro aún más de él...
No sé por qué reacciono así ante él, no sé por qué las yemas de mis dedos empiezan a arder por el deseo de tocar su piel. No es normal, ¿verdad? No es normal desearlo hasta la locura. Hasta que me rechinan los dientes. Hasta que me dan calambres en el bajo vientre. ¿Me estoy volviendo loca? ¿Me está volviendo loca? ¿Es posible? ¿Por qué me pasa todo esto?
- Me subestimas, como siempre, - mi voz se vuelve ronca, mis palabras prácticamente ahogadas en los increíbles latidos de mi corazón.
Sólo puedo ver sus ojos. Sólo quiero su atención. Y no me importa todo lo que ocurre a mi alrededor. No me importa lo que pueda hacerme. Lo quiero, señor Chernov, y no me lo voy a negar a mí misma.
- Sus acciones hablan por sí solas, - algo que creía irreal está sucediendo. Sus ojos se oscurecen aún más. Aún más sombríos. Me parece que su mirada se está metiendo bajo mi piel... Puede hacer cualquier cosa. Y no necesita utilizar la fuerza física para hacerme arrepentir de algo o castigarme. Le basta con mirar. Mi corazón sufrirá un espasmo doloroso. Mi respiración se detendrá y mi pecho empezará a arder tanto que no podré hacer nada para evitarlo. Así es como sabe castigarme con una sola mirada. ¿Es una persona capaz de algo así?
- Me estás provocando, - no me da tiempo a terminar la frase, porque sus dedos se deslizan hacia abajo, haciéndome estremecer.
Mis dientes se cierran sobre mi labio inferior porque temo dejar escapar un gemido vergonzoso. Sus dedos se deslizan desde mi barbilla hasta mi cuello, acariciándolo ligeramente, haciendo que se relaje, para luego apretarlo tan fuerte y con tanta fuerza que ni siquiera puedo respirar. Mis pulmones arden, arden en llamas, y mis ojos se abren tanto que las lágrimas empiezan a acumularse en las comisuras de mis ojos.
- Niña estúpida, ¿de verdad creías que te estaba provocando? - Su cara está cada vez más cerca. Está tan cerca que veo temblar las comisuras de sus labios. Quería sonreír, pero se contuvo en el último segundo. - Ya te lo he dicho antes: si empiezo a jugar contigo, perderás incluso antes de empezar.
Sus dedos aflojan ligeramente el agarre y me dejan respirar el oxígeno que tanto necesito. Junto con el aire, aspiro su aroma. Tan peligroso. Tan deseable. Tan asesino. Me marea y me aturde. Me intoxica sin una gota de alcohol.
- Y, como siempre, tú decidiste por mí: ¿qué estoy haciendo? ¿Lo estoy provocando? ¿Intento que me mire de otra manera? ¿Intento empujarle a hacer algo que me da miedo? ¿Qué estoy haciendo?
Pero la protesta dentro de mí es tan fuerte que no puedo evitarlo. Quiero hacer que me vea como una mujer. Que vea a la que ya no es una niña. "Niña tonta" es como le gusta llamarme. Quiero demostrarle que esta "niña tonta" le hará perder la cabeza como nunca la ha perdido por nadie.
Su mirada se desliza por mi rostro, haciéndome contener la respiración y ver cómo lo hace. Cuando sus ojos se detienen frente a mis labios, siento que mi delicada piel empieza a arder bajo su mirada. La piel se me pone de gallina y los labios se me secan hasta el punto de pasarme la lengua por ellos sin pensar. Y sólo ahora noto cómo sus pupilas se dilatan en ese momento, cómo cambia su expresión. Y cómo empieza a mirarme. No sé si lo estoy entendiendo bien. Pero me parece que así es exactamente como un hombre mira a la mujer que desea. Con esta mirada. Codiciosa. Ansioso. Que todo lo consume.
- Mi voz tiembla y mi cuerpo arde por su contacto. Me parece que si no me besa ahora, moriré. Todo lo que quiero ahora, todos mis deseos se centran en él. - ¿Tienes miedo ahora?
Todo a nuestro alrededor está tan electrificado que siento como si un relámpago y un huracán estuvieran a punto de comenzar. Pero no puedo apartar la mirada de sus ojos. Parece que me ha hechizado, me ha inmovilizado, me ha privado de la capacidad de respirar...
Cuando sus manos me agarran dolorosamente los muslos, abro los labios y dejo escapar un suave gemido, y entonces Chernov, maldiciendo soezmente, me coge en brazos y sale de su despacho.
Una increíble cantidad de emociones me inundan en ese momento. Me abraza tan fuerte que puedo sentir el calor de su piel. Su calor bajo mi piel. Su olor... Tan especial, tan adulto, tan masculino, tan peligroso... Me da vueltas la cabeza.
Cuando me saca del despacho, veo a todos los criados mirándonos con ojos llenos de incomprensión y preguntas. Ninguno de ellos puede entender lo que está pasando. Y no son los únicos. Yo no tengo ni la menor idea de lo que está pasando. Quería montar un escándalo. Quería golpearle en la cara. Quería decirle todo lo que pensaba de él. Pero en cuanto apareció, todo se evaporó. Todas las palabras que me habían estado desgarrando por dentro por no haber sido expresadas desaparecieron. Olvidé todo lo que quería decir. Porque ahora siempre es así con él. En cuanto aparece, lo olvido todo.
Me odio por esto. Le odio por ello. Pero aún no sé cómo lidiar con ello. Definitivamente aprenderé a reaccionar ante él de otra manera. Puedo hacerlo. Sé que lo haré. Pero llevará tiempo. En este momento, Chernov está subiendo las escaleras, abrazándome con fuerza. Puedo sentir sus músculos jugueteando bajo la tela de su camisa, rodando bajo su piel... Y me deja sin aliento.
Me lleva a mi habitación y me muerdo los labios hasta que me sangran. Chernov se acerca a mi cama, me deja sobre la colcha, me mira con una mirada oscura y aterradora, y luego sonríe con la comisura de los labios: