El calor se extiende bajo mi piel, su mirada es tan pesada, tan intensa que me saca el último oxígeno de los pulmones. Estoy ardiendo, ardiendo sólo por estar entre sus brazos.
- ¿Y sigues ofreciéndote tontamente? - Su voz me hace salir de mi estupor. Parpadeo y miro sus labios, que acaban de decir algo. El significado de lo que ha dicho empieza a calar tarde.
- ¿Qué? - Levanto la vista y le miro a los ojos. Debo de habérmelo imaginado, ¿no? No puede haberlo dicho, ¿verdad?
- Insistes tanto en esperar que algún día te haga un favor, - sus dedos siguen clavándose en mi piel, pero la mirada... La mirada se vuelve hambrienta y asesina.
- Yo... no sabía que estabas en la habitación, - no se me ocurre más que una estúpida excusa. Pero es la verdad. Aunque, ¿quién me creería?
- Ahora ya lo sabes, - su voz acerada hace que todo en mi interior se convierta en hielo. - ¿Cuándo te darás cuenta por fin de que no me interesas? - Baja la mirada hacia mi cuerpo y parece hacer una mueca ante lo que ve.
En ese momento, siento frío hasta el punto de que me duele el cuerpo. Porque rompe el abrazo. Me suelta y da un paso atrás. Y tengo las piernas tan torcidas que no puedo dar un paso. Me quedo ahí de pie y observo conmocionada cómo me mira con aire crítico. Una mirada que ya no contiene calidez ni interés. Sólo irritación y rabia.
- No te ofrezco nada, - me tiembla la voz, porque no esperaba este encuentro. No esperaba que me dijera esto, y no esperaba que me percibiera de esta manera, sobre todo él mismo...
Pero lo peor es admitir ante mí misma que estoy dispuesta a ofrecerle cualquier cosa. Tanto en cuerpo como en alma. Pero nadie lo apreciará. Glib se reirá en el mejor de los casos. Pero en realidad, no perdonará sus sentimientos. Me humillará y me pondrá en mi lugar - a su entender.
- Que así sea, - sus ojos se entrecierran, y se me hace un nudo en la garganta por el nudo que tengo dentro.
Un poco más y las lágrimas rodarán vergonzosamente por mis mejillas. Recogiendo los restos de mi autocontrol y mis fuerzas en un puño, me doy la vuelta y camino lentamente hacia la salida.
- Un consejo para el futuro, chica, - su voz me golpea en la espalda, asestándome el primer golpe, - no insistas tanto en ofrecerte a un hombre, parece patético y barato. A poca gente le interesará eso, - me golpea en la cabeza, pero sigo viva.
- Sólo las que te follas parecen baratas y patéticas, - me doy la vuelta, le miro a los ojos y, superando el temblor de mi voz, digo en voz alta, - así que, consejo para el futuro, ¡nunca te atrevas a compararme con tus putas!
Veo que sus ojos se oscurecen, pero ya no me importa. Ha cruzado todas las líneas. Se ha permitido demasiado. Ahora no voy a andarme con rodeos.
- El hecho de que te dejara besarme en el coche no es motivo para que me insultes. Prefiero morir a dejar que me toques. Los viejos como usted no son mi tipo, Sr. Chernov. Así que le aconsejo que llame a una prostituta, es obvio que necesita hacer sus necesidades. Y a ella, a diferencia de mí, no le importa con quién se acueste, - sonrío mirándole la ingle y lentamente me doy la vuelta y salgo de la habitación.
En cinco minutos, me visto con un vestido y, tras llamar a Dima, le digo que pronto estaré en su casa. Ya basta, fue el colmo. No permitiré que nadie me trate así. Me libraré de esta adicción. Voy a sacármela de la cabeza, y Dima me ayudará con eso.
No sabía cómo acabaría aquella noche cuando salí de casa. Ni siquiera podía imaginar lo que Chernov haría. Hasta qué punto su rabia podría destruirnos...