Capítulo 28

Ojo a ojo. Un juego que da miedo.

Ojo a ojo. Un juego en el que siempre eres el ganador.

Ojo a ojo. Un juego cuyas reglas pretendo aprender.

Mis pies se deslizan cada vez más alto, y sus ojos dejan quemaduras en mi piel.

- Estás jugando con fuego, chica, - su voz me eriza la piel.

- Puedo permitírmelo, - mis labios se curvan ligeramente en una sonrisa.

¿Estoy segura de lo que hago? Por supuesto que no. Es algo improvisado. Otra broma para fastidiarle. Un intento de demostrar que no voy a aceptar sus reglas. Voy contra viento y marea y quiero lograr mi objetivo.

Chernov es impredecible, pero nunca está de más poner a prueba tu magia.

Mis dedos se deslizan por mi pecho y vuelven a subir hasta mi barriga. Para ser sincera, soy una completa principiante en este aspecto. No sabía cómo seducir a los hombres. No sabía cómo hacerlo a propósito, y qué puedo decir de un hombre adulto que ha tenido tantas mujeres que pensar en ello siempre me enfadaba.

Pero sólo cuando sus ojos se oscurecieron, sus pupilas se dilataron y su respiración se aceleró, me di cuenta de que estaba haciendo lo correcto. Le gustaba, lo que significaba que no podía parar.

Cuando mis dedos llegaron al fondo... cuando tuve que continuar y terminar el trabajo, o meter la cola bajo las sábanas, me di cuenta de que no me rendiría.

Mis dedos se deslizaron entre los pliegues. Estaba un poco confuso por lo... hinchado que estaba todo. No sé cómo llamarlo.

En cuanto toqué el clítoris con los dedos, mi cuerpo se crispó y se arqueó de inmediato. Se me escapó un gemido. Todo allí era tan sensible que un destello de placer se disparó por mi cuerpo, y las estrellas estuvieron a punto de caer de mis ojos.

Chernov se limitó a observar. Seguía en silencio todos mis movimientos. Sentía sus ojos en mi cuerpo. Podía sentir la lentitud con la que estudiaba mis pechos y luego bajaba la mirada hacia mis manos. Al pensar que me miraba, me ruboricé al instante. Me invadieron sentimientos de excitación y vergüenza al mismo tiempo. La idea de que era vergonzoso me hizo apartarme bruscamente, pero Glib, agarrándome por los tobillos, no me dejó moverme ni un milímetro.

- Sigue, - su voz ronca hizo que mi estómago se calentara al instante. Su mirada me cortaba la respiración. Cada vez me costaba más respirar. Y lo volvía cada vez más loco.

Mordiéndome el labio inferior, volví a deslizar los dedos por los pliegues. ¿Le gusta mirar? Entonces lo haré hermoso.

Cuando volví a tocarme el clítoris, un gemido escapó de mis labios, rompiéndose en un resuello. No lo hice a propósito. Sólo pensaba en él. Como siempre había hecho últimamente, ahora, en este momento, estaba pensando en él.

- Glib...

Su gruñido fue tan fuerte que ahogó mi gemido.

- El pequeño bastardo, sonaba amenazador. Como si al segundo siguiente fuera a encerrarme.

Sus dedos en mis tobillos se apretaron aún más, y al segundo siguiente el dolor punzante me hizo gritar. Chernov tira de mí hacia él. Lo hace tan brusca y rápidamente que no entiendo en absoluto lo que está pasando.

Habiendo dejado de acariciarme, intento agarrar las sábanas con las manos, pero no lo consigo. Un segundo después, sus dedos en mi pelo se cierran en un puño y me tiran bruscamente hacia él. Me obliga a sentarme encima de él. Su polla excitada se apoya en mi vientre y sus dedos me aprietan el pelo con tanta fuerza que se me llenan los ojos de lágrimas.

- Está enfadado, tan enfadado que en sus ojos se desata un huracán. El trueno y el relámpago prometen venganza.

Me lamo los labios resecos y le miro tan desafiante como puedo en esta situación.

- Prometiste castigarme, ¿cuánto tiempo tengo que esperar? - Me suelta palabras malsonantes más rápido de lo que puedo pensarlo. Este hombre es una pura provocación en la que sigo cayendo.

Sus dedos me aprietan las caderas hasta el punto de que tengo que morderme el labio para no gritar. Me levanta, y al momento siento su polla apoyada contra mi vientre... Siento cómo me penetra y se me llenan los ojos de lágrimas. Duele, duele tanto que se siente bien...