Me alejo del tablero todo lo que puedo y quiero rodearle, pero Glib no me deja y me empuja hacia atrás. Ahora está tan cerca que siento el calor de su cuerpo. Oigo los latidos de su corazón y me doy cuenta de que no soy la única que está al límite. Porque su mano me toca la cara, sus dedos me acarician la mejilla y le miro a los ojos, levantando la cabeza. Ojos llenos de deseo, lujuria... y vicio.
Su sonrisa torcida provoca en mí una tormenta de emociones. Quiero estrangularle, golpearle. Borrarle esa sonrisa de la cara.
- Justo cuando creo que ya no hay nada que me sorprenda, me sorprendes de verdad, - sus dedos se cierran en torno a mi muñeca y tiran de mí hacia delante para que quede apretada contra su cuerpo. El choque es tan fuerte que el último oxígeno sale volando de mis pulmones... ¡con su estupidez!
Vuelve a insultarme. Vuelve a permitirse humillarme.
Sus ojos se deslizan ávidos por mi rostro, devorando cada emoción. Le gusta humillarme. Le encanta.
Estiro los labios en una sonrisa para que entienda que le he estado retorciendo de arriba abajo.
- Me alegro de que al menos alguien te sorprenda, - aparto el brazo, pero su agarre es férreo, es imposible zafarse, - ¡al menos algo de variedad entre los estúpidos muñecos de goma de los que te gusta rodearte! - gruño esto en su cara con tal furia que ni siquiera noto cómo nuestros labios prácticamente se rozan. No pienso callarme. No tiene derecho a insultarme. Ningún derecho.
Cuando su lengua toca mis labios, siento que me vuelvo loca. ¿Está loco? ¿Está enfermo? ¿Está loco?
Lo que está haciendo me está volviendo loca. Y parece que eso es exactamente lo que quería. Privarme de mi equilibrio.
- ¡Fui a mi habitación y me cambié! ¡Date prisa! Si no puedes hacerlo tú sola, ¡te ayudaré! - Mi mano empieza a entumecerse por la fuerza de sus dedos clavándose en mi piel. Nuevas marcas. ¿Nuevas huellas de su pasión?
- Me da miedo preguntar, ¿es una amenaza o una oferta? - Levanto las cejas y le miro desafiante. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Me dejará sobre la mesa? - Si es una oferta, entonces...
- ¡Adelante! - Su grito es tan ensordecedor que cierro los ojos.
Chernov me tira bruscamente hacia delante y empieza a arrastrarme. ¿En serio va a cambiarme de ropa? ¿Él solo? ¿Se ha vuelto loco?
- Me duele, - intento clavar los talones en el suelo. Hacer algo para detenerlo.
- No sabes lo que es que te hagan daño! - Sus palabras me asustan. No tengo ningún deseo de estudiar esta cuestión. - ¿Quiere averiguarlo?
Se detiene tan bruscamente que pierdo el equilibrio y me estrello contra su espalda. Mi pintalabios deja marcas en su camisa blanca como la nieve, pero no parece importarle mucho.
- No aprendes bien las lecciones, niña, - pasa un segundo, sólo un segundo, y sus dedos ya me aprietan el cuello. - Jugar conmigo es peligroso, no sé perder.
Se acerca a mí y yo, con las uñas aferradas a su brazo, intento arañarle, hacerle daño de alguna manera. Mis pies retroceden automáticamente. Lo único que quiero es que me quite la mano del cuello. Grito por la fuerza con la que me empuja contra la pared.
- Ahora me perteneces. Te lo advertí. No me hiciste caso. ¿Querías jugar con alguien que es demasiado fuerte para ti? Te mostraré cómo termina.
Cara a cara. Me mira de tal manera que no puedo parpadear. No puedo apartar la mirada. Este hombre sabe cómo ordenar en silencio. Sabe cómo privarme de mi libertad. Pero no me convertiré en un juguete obediente en sus manos. Mis objetivos son mucho más altos que ser una chica para el sexo. ¡Y él tendrá que aceptar mis reglas!
- Es una promesa, - sonrío.
Sus dedos se cierran alrededor de mi cuello con tanta fuerza que me resulta imposible respirar. Todo empieza a nadar ante mis ojos. La garganta me arde como el infierno y le miro a los ojos hasta el final. No apartaré la mirada. No puedo esperar. Puede que yo no sepa con quién estoy tratando, señor Chernov, ¡pero usted tiene una maldita idea de con quién está jugando!
- Me gruñe en la cara y me suelta el cuello.
Empiezo a toser salvajemente. El hombre, alejándose ligeramente de mí un par de pasos, me da la oportunidad de doblarme por la mitad y toser. Y entonces... después de casi escupir los pulmones, levanto la vista, con los ojos brillantes por las lágrimas, y sonrío como una loca. Un cero, señor Chernov. Esta vez he ganado.
- Habla usted mucho, señor Chernov. Muchas palabras bonitas y amenazas aterradoras. Estoy cansado de palabras. Ya no tengo miedo.
¿Cuál es mi objetivo? Hacerlo enojar. Hacerlo enojar. ¿Dijo que me ofrecía? ¿Quiero obsesivamente meterme en la cama con él? ¿Le doy algo que no necesita? Así que, Sr. Chernov, me desea, me desea tanto que ya no tiene fuerzas para controlarse. Sólo que tengo poco deseo sexual. Muy poco. Lo quiero todo. Y voy a conseguirlo.
- ¡Me estás cabreando!
Sus dedos vuelven a estar en mi codo, otro fuerte tirón y me aprieto contra su cuerpo.
El sonido de un coche acercándose me hace girarme hacia la puerta principal. O mejor dicho, hacia donde deberían estar. Porque ayer las derribaron y aún no han instalado las nuevas. Un recordatorio de que anoche sólo me quería a mí, tanto que se estaba volviendo loco.
Mis ojos ven el coche de su Svitlana. ¿Qué demonios hace ella aquí? ¡Zorra! ¡La vieja zorra! Y si de alguna manera me había mantenido a raya antes, fue desde el momento en que vi a esta zorra que mi techo voló por los aires.
Ella viene a donde yo vivo. Donde hago el amor con mi marido. No quiero que piense eso. Puede que aún no lo sepa. ¡Pero él es mío!
Glib sigue apretándome la mano hasta que me duele muchísimo, y los ojos se me llenan de sangre. ¡Quiero que se vaya! ¡Quiero que sepa que esa noche estuvo con otra mujer! La quiero fuera de su vida.
- ¿Qué? ¿Vamos a quedarnos aquí? Creía que ibas a cambiarme..., - le siseo en la cara y avanzo para frotar mis labios contra su camisa. Ella no podrá ignorar el carmín de sus labios. No podrá. Y entonces, con un movimiento de la mano, la llevo hasta su cuello y le rasco hasta que sangra, en el lugar más visible.