¡Se ha ido otra vez! Se ha evaporado. Se ha ido. Se ha ido.
La ira rugía dentro de mí más y más cada día.
Chernov se fue de nuevo. Me prometió que el infierno me esperaba y desapareció.
Cuanto más tiempo estaba fuera, más mi imaginación lanzaba horribles opciones. Dónde. Con quién. Cómo pasaba el tiempo.
Por supuesto, se fue por una razón. Ahora me acompañaban matones a todas partes. Si antes sólo tenía un chófer, ahora ese buen hombre fue eliminado y enviaron a tres en su lugar. Tres hombres grandes que asustaban a todos y a todo a su alrededor.
- ¿Por qué te siguen a todas partes? - Anya se sentó a mi lado en clase y observó detenidamente a los dos matones que yo miraba a través de la ventana. El tercero estaba de pie frente a la puerta del aula. Estaba rodeado por todos lados. Al menos no entraron en clase conmigo. Al menos había descansado.
- Me estaban vigilando, ¿qué otra cosa podía decirle? ¿Que los hombres se han vuelto locos, que no pueden compartirme? ¿Están corriendo detrás de mí cada segundo?
- ¿Esto es después de la historia con Dima?
Mi amiga apartó la mirada en cuanto la miré interrogativamente a los ojos. Anya fue la única que me dijo desde el principio que me alejara de él todo lo posible. No entré en detalles ni pregunté por qué. Y, al parecer, debería haberlo hecho...
Conocí a Anya el primer día que llegué al instituto. A diferencia de los demás, no me atacó por ocupar el lugar de otra persona, sino que amablemente me ofreció sentarme a su lado. Después de eso, la chica se marchó un par de días y no vino a clase, y yo me las arreglé para hacer tantas cosas durante esos días que ahora me observan desde todas partes. Es como si me custodiaran como a una joya.
- ¿Por qué crees eso? - pregunté alzando las cejas y esperando una respuesta. Me pareció que toda la universidad ya conocía la historia con Dima. Qué interesante resultó. Sólo éramos tres allí: yo, Dima y Chernov, y todo el mundo lo sabía ya. Y cada uno tenía una versión diferente.
En un par de días, me convertí en una celebridad local. Y lo más importante es que ahora los chicos huyen de mí como de un leproso. ¿Así que Chernov se relaja y se divierte como quiere, y ahora hasta tienen miedo de acercarse a mí? ¡No está mal para el tipo!
- Mi padre... coincide con el padre de Dima en el trabajo. Y ayer vino a casa y dijo que el chico estaba siendo transferido urgentemente a otro instituto. No en esta ciudad. Y, muy probablemente, ni siquiera en este país.
Probablemente me habría enfadado. Habría sido una pena, si no hubiera estado en su hospital, si el chico no hubiera caído por debajo del zócalo ante mis ojos.
- Es extraño. Cuando estaba en el hospital, no me habló de ello. - Encogiéndome de hombros, miré al profesor, que decía algo en la pizarra.
- Por lo que entendí, esta decisión se tomó con carácter de urgencia. Y mi padre dijo que tenía la sensación de que el padre de Dima se había visto obligado a hacerlo.
Lo único que se me ocurrió fue que podría haberlo hecho Chernov. Pero inmediatamente rechacé esta idea. No, no tiene ningún sentido. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Por qué iba a hacer eso?
Al salir de la universidad en compañía de mis tres matones, estaba seguro de que este día sería tan aburrido como el anterior. Mientras me acercaba al aparcamiento, ya estaba ideando un plan para fastidiar hoy a mis guardaespaldas. Esta vez Chernov se esforzó más y encontró hombres con nervios de acero. Mis provocaciones de ayer fueron completamente ignoradas, pero no iba a rendirme.
Pero cuanto más me acercaba al aparcamiento, más familiar me parecía el coche que estaba aparcado justo en la entrada. Mi corazón empezó a latir más deprisa. Inmediatamente se me secó la boca. Glib estaba de pie junto al coche, apoyado en el capó. El hombre me miró directamente a los ojos. Parece que ni siquiera se dio cuenta de que un numeroso grupo de apoyo se había reunido cerca del aparcamiento. Las chicas miraban a Chernov sin disimular. Algunas arrastraban las mandíbulas por el suelo, otras ya habían empezado a subirse las camisas de forma que prácticamente se les caían los pechos. Esto sólo lo veían todos menos Glib. Él seguía mirándome a los ojos y yo, como hechizada, me acercaba cada vez más a él.
Mis emociones cambiaban tan deprisa que me asustaban estos cambios. En un par de pasos dados hacia Chernov, pasé del "llegué, llegué" - y alegría de cachorro, al "me cago en este friki, tampoco me importa... Ha llegado. ¿Alguien preguntó por él?".
Quería correr hacia él con una sonrisa en la cara, o abofetearle tan fuerte que lo recordara durante mucho tiempo. Quería al menos tirarle mi bolso. Y quería pegarle. Quería golpear su cara de engreído y borrarle esa sonrisa insolente de la cara.
Los celos y la rabia rugían en mi interior. Estaba desesperada por saber dónde estaba. Con quién estaba. Y por qué demonios se creía autorizado a hacerlo. Y, al mismo tiempo, tenía miedo de descubrir que estaba con una mujer. Con otra mujer. Él pasaba tiempo con ella, mientras yo me agotaba con preguntas y suposiciones.
Me molestaban terriblemente las gallinas que miraban a mi marido con unos ojos tales que, si les señalara con el dedo, cualquiera empezaría a gritar y a desnudarse allí mismo.
Pero él sólo me miraba a mí, a mis ojos para ser exactos. Me miraba de tal manera que mi corazón se hundía. Mi respiración era agitada y mi cuerpo ardía como si estuviera bajo un sol abrasador.
- ¿Así que estás vivo y bien? - Me acerqué, crucé los brazos sobre el pecho y le miré a los ojos con las cejas interrogantes levantadas.
- Entrecerrando los ojos, el hombre se bajó del coche y dio un paso hacia mí.
Jaque mate. Yo lo llamaría así. Porque cuando estuvo tan cerca, toda mi determinación desapareció. Todo el humor y las palabras que quería lanzarle a la cara se olvidaron.
Su olor golpeó bruscamente mis fosas nasales. Podía sentir el calor de su cuerpo incluso ahora. Aunque había poca distancia entre nosotros. A pesar de que ambos llevábamos ropa. Y cómo deseaba estar sin ropa... Junto a él... Estar sola...