Te castigaré

Capítulo 42

- Alisa, - sonrío dulcemente, y los dedos de Chernov vuelven a apretarme la rodilla, mientras el hombre me devuelve la sonrisa y me tiende la mano para que ponga la palma sobre ella.

- Pero tú, Alisa, has superado todas mis expectativas, - digo, dejando que el hombre me bese la mano para fastidiar a Glib. Puedo sentir literalmente toda su indignación. "¡Toma eso, cariño!" Le saco la lengua mentalmente.

- Creía que vendrías a la ciudad dentro de dos semanas, - dice Chernov, desviando así la atención del hombre.

- Tenía unos asuntos urgentes, pero es lo mejor. Creo que podemos aplazar nuestra reunión si ya estoy aquí...

¿Y espero que esta reunión no se posponga para "ahora mismo"? Porque si es así, Chernov me enviará a casa ahora, y entonces lo veré después... ¿Cuándo? ¿Dentro de un año? ¡No estoy satisfecho con este horario!

- Podemos vernos mañana, - y ese “mañana” me hace respirar aliviada.

La mano de Glib me acaricia la rodilla, y siento como si tuviera fiebre por su tacto. No sé si lo ha hecho a propósito o no, pero Chernov empieza a levantar los dedos...

Gracias a que mi falda está más alta, cuando me acerco más a él, consigue deslizar sus dedos por debajo de mi falda... Me recorre el interior del muslo con los dedos y luego los vuelve a bajar. Abro los ojos con sorpresa y... ¡excitación! ¿Qué demonios está haciendo?

Clavo los dedos en la silla, maldita sea, no quiero avergonzarme ahora. Menos mal que el mantel oculta todo ESTO de miradas indiscretas... Pero, maldita sea, ¿por qué hace esto ahora? ¿Cuando su compañero está sentado a nuestro lado? ¿Cuando estoy intentando entender por qué me confundió con su prometida y por qué no me dijo que era su hija adoptiva? ¿Por qué mintió?

- ¡Genial! Mañana, mi mujer y yo daremos una cena en nuestra casa de campo. Espero que Alice no tenga planes para esa noche. - Y en ese preciso instante, el hombre vuelve la mirada hacia mí y me mira directamente a los ojos. Y los dedos de Chernov se deslizan por el interior de mi muslo, y esta vez no se detienen, sino que se deslizan cada vez más alto

- Sin duda nos correremos, - responde Glib en mi lugar, y yo se lo agradezco mentalmente, porque temo que si abro la boca lo único que pueda emitir sea un fuerte gemido. Porque los dedos de Chernov han pasado al ataque, y ahora sólo sueño con que nos dejen solos en algún sitio. Incluso me conformaría con un retrete. Si al menos estuviéramos solos. Es una pesadilla... Es una especie de tortura...

- Tengo que irme ya. Alisa, encantada de conocerte, - me tiende de nuevo la mano Oleg Valentinovich, y yo me contengo con las últimas fuerzas para no gemir.

- Igualmente, - le susurro de vuelta, y cuando el hombre se inclina para besarme la mano, Chernov desliza sus dedos entre mis muslos... Y si se tiene en cuenta el hecho de que llevo unas medias y unas bragas tan pequeñas que básicamente cubren poco, entonces Chernov desliza sus dedos por mi lugar más picante... ¡Y lo peor es que lo hace a propósito!

Todo está nadando ante mis ojos... El compañero de Chernov me besa la mano, y los dedos de Glib ya me están penetrando...

Nunca me he sentido tan mimada. Tan mal. Tan depravada.

Mi cuerpo está ardiendo. Me siento como si acabara de sumergirme en agua hirviendo y salir corriendo al frío de treinta grados.

Veo que el hombre está diciendo algo. Mueve los labios, dice algunas palabras, me mira a mí y luego a Glib. Sólo sonrío dulcemente e intento no poner los ojos en blanco de la emoción que me embarga cada segundo más.

Me parece que pasa una eternidad antes de que el compañero de Chernov se levante de nuestra mesa. Mis dedos se clavan en la tapicería del sofá, porque Glib no se detiene. En cuanto el hombre se aparta de nosotros, sus penetraciones en mí se hacen más rápidas y profundas.

- Vamos, - susurro, apoyando la cabeza en su hombro.

Quiero que me toque hasta que me rechinen los dientes, que me arranque la blusa y toque mis pezones excitados. Quiero que sus labios calientes cubran los míos. Que...

- Oh... - No puedo evitar soltar un suave gemido. Mis caderas empiezan a moverse ligeramente hacia delante, empujándose contra sus dedos.

- ¿No te ha gustado la comida? - El hombre hace esta pregunta en tal tono, como si sus dedos no me tuvieran en este momento, que me dan ganas de gemir a todo el restaurante.

- Estoy seguro de que la comida será más sabrosa en la cabina VIP - ¡debe haber cabinas separadas en este pretencioso restaurante! Oh Dios, al menos algo... Te lo ruego...

- ¿Quieres un poco de intimidad? - Ante esta pregunta, sus dedos entran en mí con tanta fuerza que clavo mis uñas en su mano.

- No puedo verle la cara, no tengo fuerzas para girarme y mirar. Pero estoy segura de que ahora mismo tiene una sonrisa de suficiencia dibujada en la cara.

- Vale, tampoco voy a rechazar el postre: estoy lista para pegarle. Estoy lista para abofetearlo en este mismo segundo. ¿Por qué demonios seguimos hablando?

Los dedos de Chernov me abandonan dolorosamente despacio, ante mi gemido frustrado.

Miro a mi alrededor y me parece que todos los presentes saben lo que acabamos de hacer. Mis mejillas se enrojecen con cada mirada a nuestra mesa. La mayoría son mujeres. Lanzan miradas a Glib. Sin dudarlo. Miran tan abiertamente que empiezo a enfadarme.

Glib hace un gesto al camarero y éste asiente con la cabeza hacia el fondo de la sala. Estoy tan excitado que ni siquiera tengo fuerzas para pensar que probablemente se quede a menudo a solas con alguien así, si el camarero sabía exactamente lo que querían que hiciera.

Me agarro a la mano de Chernov porque no estoy segura de poder andar con tacones en este estado. También quiero que todas estas gallinas vean que no está solo. Que ya tiene novia. La excitación y los celos son un cóctel terrible. Es explosivo. En cuanto alguien le mira, al instante le clavo las uñas en la palma de la mano.




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