Simón
El motor del auto ruge suavemente mientras nos detenemos frente a la casa de mi madre. Desde el asiento del copiloto, Ariana observa con curiosidad. Respiro hondo y salgo del auto, dirigiéndome a la puerta. Mi madre ya está esperándonos con Lucas y Martina a su lado. Lucas corre hacia mí con su energía habitual, y Martina, un poco somnolienta, se aferra a la mano de mi madre.
—¡Papá! —grita Lucas, abrazándome con fuerza.
—Hola, campeón —respondo, revolviéndole el cabello.
Martina levanta los brazos hacia mí, la cargo, dejo un beso en uno de sus cachetitos inflados y de inmediato, siento su cabecita apoyarse en mi hombro. Ariana sale del auto y sonríe al vernos. Mi madre, siempre tan perceptiva, le lanza una mirada evaluadora antes de dirigirse a mí.
—Simón, ¿quién es tu amiga? —pregunta con una ceja levantada y una media sonrisa,
—Mamá, ella es Ariana, mi nueva asistente. —digo, tratando de mantener la voz neutral—. Ariana, ella es Luisa, mi madre,
—Un placer conocerla, señora. —dice Ariana con una sonrisa cálida.
—El placer es mío, querida. —responde mi madre, su expresión demuestra que su cabeza está imaginando quién sabe qué.
Con los niños ya listos, nos dirigimos al auto. Lucas se sube con entusiasmo al asiento trasero, y yo me inclino para asegurarme de que su cinturón esté bien ajustado.
—Papá, ¿me ayudas con mi mochila? —pregunta, señalando el asiento del copiloto dónde suele poner sus cosas, según él es su estrategia para que algo me acompañe en los puestos adelante y no vaya tan solo.
—Claro, campeón. —respondo, ajustando su asiento antes de cerrar la puerta.
Martina, en cambio, está entre despierta y dormida, aferrándose en mis brazos. Ariana me mira con algo de duda por un momento antes de actuar.
—Señor, si quiere, puedo sentarme atrás con ellos. —ofrece, su voz suave y tranquila.—propone cuando nota que la nena que tengo entre mis brazos está prácticamente dormida y me hago un lío sin saber cómo acomodarla. A decir verdad, siempre me sucede, desde que su madre no está con nosotros, me enredo al momento de ir con los dos en el auto y mucho más si mi pequeña lo único que quiere es dormir acurrucada en mis brazos.
—¿Estás segura? —pregunto, agradecido por su oferta, pero también preocupado por su comodidad.
—Sí, claro. —responde con una sonrisa—. Puedo ayudarle con la bebé. —confirma
Sin esperar más respuesta sube al asiento trasero, estira sus brazos hacia mí, le pasó a Martina con cuidado, de inmediato acomoda a la pequeña en sus brazos. Lucas la mira fascinado, y sus ojos se iluminan con una mezcla de admiración y curiosidad.
—Papá, ¿es tu novia? Es muy bonita. —pregunta mi hijo, su voz llena de inocencia y picardía.
Siento el calor subiendo a mis mejillas, y aunque debería corregirlo, no puedo evitar sonreír, porque aunque tengo que responder que no, me muero por decir un sí. Miro a Ariana, quien está claramente divertida y conmovida por la situación.
—No, Lucas. —respondo finalmente—. Ariana es mi asistente.
—Pero podría ser tu novia, ¿verdad? Mírala, sí que es muy linda. —insiste, sus ojos azules fijos en los míos.
—Bueno, eso depende de muchas cosas, campeón. —respondo, tratando de mantener la voz ligera, fingiendo que le sigo el juego a mi pequeño. Él me sonríe, le devuelvo el gesto y le guiño el ojo de manera juguetona.
Ariana ríe suavemente, y veo cómo Martina se acomoda más en sus brazos, ya completamente dormida. La ternura de la escena me desarma, porque en un momento que me revela lo mucho que mis pequeños extrañan ese calor materno que ya no tienen. Con ese pensamiento subo al auto, con el corazón un poco pesado. Arranco el motor. El camino de vuelta a casa está lleno de la suave respiración de Martina y las preguntas incesantes de Lucas, pero no podría pedir una compañía mejor.
—Ariana —dice Lucas de repente, su voz suave y llena de curiosidad—, ¿quieres ser nuestra mamá? Mi hermanita y yo no tenemos una mami, y papá está muy solo.
Siento un nudo en el estómago por escuchar tan melancólico a mi hijo y mis manos se tensan en el volante. La vergüenza y la incomodidad se mezclan, pero antes de que pueda decir algo, Lucas acomoda su cabecita en el hombro de Ariana y suspira profundamente. La ternura y la necesidad en su gesto me parten el alma, porque sé lo duro que ha sido para ellos no contar con esa figura materna. Veo a Ariana morderse el labio, claramente conmovida.
—Lucas... —comienzo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para suavizar la situación.
—Es solo que... me gusta mucho cómo cuidas a Martina, ella está pequeña y llora mucho porque no tiene una mamá —continúa Lucas, sin darme tiempo a intervenir— Y papá siempre está tan solo que casi no sonríe... Sería bonito tenerte con nosotros. —concluye suspirando profundo como si sus anhelos se estuvieran recreando en su mente.