Simón
La tarde transcurre lentamente, con cada minuto arrastrándose hacia la ansiada noche. Me resulta imposible concentrarme en el trabajo, y cada vez que levanto la vista, encuentro a esta chica que se robó toda mi calma mirándome con sus ojos reflejando el mismo anhelo que siento.
Cuento los segundos en mi mente de esos últimos segundos que faltan, hasta que por fin la jornada laboral llega a su fin. Sin demoras, me levanto de mi silla, recojo mi móvil, las llaves de mi auto y me dirijo a su escritorio con mi corazón enamorado notablemente más acelerado que de costumbre.
—¿Lista? —pregunto, sonriendo.
—Sí, lista. —responde, levantándose y tomando su bolso.
Salimos de la oficina, caminamos el pasillo hasta llegar al elevador, mirándonos de reojo mientras guardamos la debida distancia como si alguien pudiera vernos. Ni bien las puertas metálicas se cierran, cuando como un loco atrapo su rostro y me le voy encima, atesorando estos cortos segundos de soledad, beso su boca.
Las puertas del elevador se abren en la zona de parqueo, caminamos hacia mi auto de nuevo con la distancia adecuada, mostrándonos antes las cámaras de seguridad como al jefe que por cortesía puede llevar a casa a su asistente.
Sin demoras, aferro las manos al volante, el motor cobra vida y arranco con ansias de perderme rápido de este lugar antes de que algún impulso me traicione y me lleve a hacer lo que no debo.
Tomo la gran vía y avanzo con la mente puesta en que quiero llegar rápido a donde vamos. Los primeros destellos de la oscuridad de la creciente noche tiñen el cielo. El silencio entre nosotros es cómodo mientras mi mirada con insistencia busca la suya y… ahí está siempre para mí. Conduzco hacia un pequeño restaurante apartado que he reservado para nosotros, un lugar tranquilo y acogedor donde podremos disfrutar de nuestra primera cita sin interrupciones.
Al llegar, la llevo hacia una mesa en una esquina privada, lejos de las miradas curiosas. La luz suave y la música del ambiente crean una atmósfera perfecta. Nos sentamos y pedimos nuestras bebidas, mientras nuestras miradas se encuentran una y otra vez, llenas de deseo y curiosidad.
—Gracias por aceptar venir esta noche. Anhelaba mucho poder estar contigo, un rato a solas —digo, rompiendo el silencio.
—Gracias a usted por invitarme. —responde, sonriendo—. Estoy nerviosa por esto, pero también quería estar aquí.
—No tienes por qué estar nerviosa. Solo quiero disfrutar de tu compañía, conocerte y que me conozcas mejor.
La conversación fluye con facilidad mientras cenamos. Hablamos de nuestros sueños, miedos y esperanzas; hablo de la locura llena de ternura que son mis días con esos dos bebés que iluminan mi mundo. Ella me cuenta con entusiasmo cada una de sus metas y descubro con cada palabra que expresa, con cada gesto de su rostro y con ese brillo infinito que decora sus ojos cuando habla de sus sueños, a una persona apasionada y decidida, alguien que ha luchado por lo que quiere en la vida.
La veo sonreír llena de tanta ilusión y siento que esa sonrisa tan hermosa llena más mi corazón. No me aguanto las ganas, mi mano agarra una de las suyas, la llevo hasta mis labios y dejo un beso en sus nudillos.
—Te ves demasiado bella así, sonriendo mientras me cuentas todo eso que visionas en tu futuro —Hablo al tiempo que mis labios acarician su mano.
Me sonríe algo tímida. Ella mantiene su reserva, la noto inquieta ante esto que estamos iniciando, y puedo comprender que no es para menos. Su vida no es fácil, además, podría jurar que esa relación que tiene con uno de los chicos de la universidad la cohíbe para permitirme estar tan cerca como quiero. Verla limitarse aun cuando quiere, me habla de esa mujer centrada que no quiere hacerle daño a nadie, pero en el corazón, nadie manda y para mí no es un secreto que esa relación con ese tal novio no anda funcionando muy bien hace mucho. Por ello no me reprimo, anhelo tocarla, sentirla, besarla porque mi deseo por ella crece con cada minuto que pasa, y si tengo la oportunidad lo haré sin pensar en nadie más que en los dos.
Después de la cena, nos dirigimos a un parque cercano para caminar y seguir conversando. La noche es clara y las estrellas brillan sobre nosotros. Mientras caminamos, nuestras manos se rozan sutilmente y, en un impulso, tomo la suya. Ella me mira, sorprendida, pero no retira su mano. La estrecho suavemente, sintiendo su calidez.
—Hay algo que quiero darte. —digo, deteniéndome y sacando un pequeño sobre del bolsillo de mi chaqueta— Es el regalo de Lucas.
La chica más hermosa de este universo abre lentamente y encuentra el dibujo hecho por Lucas. Sus ojos me miran dejándome ver esa ternura que le produce el regalo de mi pequeño.
—Es hermoso. —susurra—. No sé qué decir, yo, no sé qué hice para merecer esto.
—Lucas tiene una imaginación increíble. —digo, sonriendo— ¿Qué hiciste? Enamorarlo y enamorarme. Eso hiciste, él quería darte flores de una manera original y ahí está el resultado.