Un Amor Para Toda La Vida

7. Decisiones

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Ariana

Mi vida en estos últimos días ha sido una montaña rusa de emociones que me desvelan y me aceleran el pecho. Salir con Simón era algo que nunca hubiera imaginado, su confesión, esa necesidad que muestra por sentirme cerca, ese deseo que veo en sus ojos, y esos besos que apagan toda mi razón, han logrado que sueñe dormida y despierta con él. No puedo negar que siento temor por esto que estamos empezando, sin embargo, sentir ese bonito sentimiento que crece dentro de mí, percibir esa sensación de llegar a amarlo hasta perder la cabeza y enfrentar un mundo entero por él si es necesario, me hace sonreír porque, juro que nunca lo imaginé y hoy es una realidad que empiezo a adorar.

Mi mente es un enredo de pensamientos, mientras me dirijo hacia el departamento de “mi novio” El trayecto en el taxi es tan largo como tenso. Sé lo que debo hacer, pero el nudo en mi estómago crece con cada segundo que pasa. Juan y yo hemos tenido problemas durante meses, discusiones interminables sobre mi horario, mi trabajo, mi dedicación a mis estudios. Él nunca comprendió que no provengo de una familia adinerada como la suya, que cada día es una lucha para mantenerme a flote.

Nunca hemos podido ser complemento del otro por la sencilla razón que sus prioridades y las mías son completamente diferentes. Mientras yo valoro cada centavo que con esfuerzo me gano, él malgasta dinero a manos llenas en viajes, ropa costosa, autos de lujos, tragos y discotecas cada fin de semana. Él es un niño de papá y de mamá que todo lo tiene fácil, solo necesita pedirlo para tenerlo a la mano, y yo soy hija de padres de clase media que han mantenido en pie su hogar con sacrificio, con trabajos y sueldos promedios. Por ello y por más en varias ocasiones he intentado finalizar lo que parecía condenado al fracaso, pero Juan, en su afán de no dejarme ir de su vida, siempre pedía; por favor, intentemos un poco más. Hoy siento que ese poco más solo significó una prórroga que no debí permitir. No me siento cómoda porque odio engañar y lastimar, por ello es momento de decirnos ese adiós definitivo que no puedo retrasar más, porque después de lo ocurrido con Simón en estos días lo correcto es poner cada cosa en su lugar.

El taxi frena cuando llego a mi destino, pago la carrera, me bajo, camino en línea recta a paso lento hasta llegar a su edificio, subo al elevador contando piso por piso hasta que llego al último de esta gran torre. Las puertas Metálicas se abren, me lleno de valentía para salir y caminar más decidida por el largo pasillo, detengo mis pasos cuando llego al departamento número 30 02 y respiro hondo antes de tocar la puerta.

Toco el timbre en tres ocasiones seguidas, y con algo de impaciencia miro la hora en la pantalla de mi móvil.

Son más de las ocho de la mañana, me imagino que quien vine a buscar debe estar profundo después de la noche de fiesta acostumbrada de los viernes. Presiono el timbre una vez más, antes de darme por vencida y marcharme, espero un poco hasta que por fin el chico rubio abre la puerta aún adormilado, trae puesta solo en su ropa interior, de un momento a otro reacciona, sus ojos me miran fijamente y su expresión se transforma de sorpresa a nerviosismo.

—Ariana, hola amor, ¿qué haces aquí tan temprano? —pregunta con su voz llena de incomodidad.

Antes de que pueda responder, una voz femenina se escucha desde el interior.

—¿Quién es, Juan? ¿Qué pasa?

De inmediato identifico a la chica, es Lisa, una compañera de la universidad.

El rostro de Juan se descompone a un más, mientras que yo estoy sin procesar bien lo que pasa. La veo acercarse, también adormilada, cubierta solo por una camiseta de quien se supone que hasta hoy era mi novio. Sin notar mi presencia lo abraza y deja besos en su espalda, logrando que el hombre que está siendo sorprendido, se mueva incómodo y la despegue de él.

—¡Ariana! —exclama Lisa en un susurro avergonzado cuando por fin sus ojos se fijan en mí — Lo siento, no sabía que estabas aquí —Se excusa mientras su rostro palidece.

Mi sorpresa ante la escena de mi amiga y supuesto novio es notoria, porque los dos están semidesnudos, se nota que mucho pasó entre ellos, y juro que me causa un poco de risa mi inocencia porque yo llevo días sintiéndome tan culpable por unos besos que le he dado a otro hombre y él está pasándola muy bien con otra. No hay celos en mí, ni siquiera rabia, no siento nada, solo una determinación aún más fuerte de dejar todo esto atrás.

Traigo a mi mente la imagen de Simón, su sonrisa, su forma de apreciarme, de notar en mí cualidades que incluso yo paso por alto. La imagen de ese bello hombre dando vuelta en mi memoria me aterriza y me hace sonreír.

—No te preocupes, Lisa. —digo con calma, sin evitar mi sonrisa— Solo venía a hablar con Juan. Seré breve para que pueda continuar con lo suyo —hablo como si nada.

Juan intenta agarrar mi mano, pero lo esquivo con delicadeza. No hay ira en mis palabras, solo una tranquilidad que sorprende incluso a mí misma.




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