Un Amor Para Toda La Vida

12. ¡Ayúdenme, por favor!

Ariana

El reloj marca la hora habitual del fin de la jornada laboral. Son las 6:00 PM, a esta hora es normal que la universidad aún esté invadida por estudiantes y profesores transitando por los pasillos. Me levanto de mi silla, observando al bello hombre que está en su escritorio sosteniendo una conversación telefónica con uno de los dueños de la universidad. Recojo mi móvil, cuelgo mi morral en uno de mis hombros y para no interrumpirlo, le lanzo un beso silencioso desde mi punto como despedida.

De inmediato ese cielo hermoso que carga a toda en sus ojos, me detalla y me exige que ni se me ocurra irme así nada más. Me hace seña con una de sus manos que lo espere un momento.

Escribo una nota en un papel, con una simple frase que dice: «Nos vemos en unos minutos en la parada de autobuses, me recoges allá» Me acerco a su puesto, dejo la hoja en su escritorio ante su atenta mirada, con la cual me insiste en que no me vaya.

Por primera vez desde que estamos juntos, no le hago caso. Sonrió para él y sin esperarlo camino rápido hacia la salida.

Abro la puerta y justo cuando intento caminar para alejarme, siento su mano deteniéndome. Me giro y lo veo con una expresión de necesidad y ternura en su rostro que me alegra más la vida.

—Espera un momento —susurra, enredando su brazo en mi cintura, me jala suavemente hacia él, cierra la puerta de nuevo y me arrincona contra la madera— Nunca, pase lo que pase, te puedes ir sin despedirte de mí como es debido —dice en tono demandante, antes de apoderarse de mi boca y dominarme en un beso que me deja flotando y sin ganas de protestar.

Sonrío sintiendo esa emoción que me genera verlo y sentirlo tan enamorado. Es una sensación que no puedo describir, solo puedo decir que se siente muy bonito ser amada, extrañada y valorada con tanto anhelo.

—Ahora si puedes salir. Te espero en la siguiente parada de autobuses, como siempre estaré esperándote estacionado del otro lado de la carretera para huir como unos locos, tal como me exigiste. —me recuerda el trato que le impuse, para poder aceptar irme con él.

Asiento con una sonrisa, con mis labios aun cosquilleando por la intensidad de ese beso que sin duda me dejó con ganas de más.

—Sí, tomaré el autobús solo para alejarme de la universidad. Nos vemos unas cuadras más adelante —Confirmo, y esta vez soy yo quien acerca mi boca a la suya y me le robo un último besito, antes de alejarlo de mí y abrir la puerta

Sin más demoras, salgo y me alejo, sintiendo su mirada seguirme hasta que desaparezco en el siguiente pasillo. Cada paso que doy me parece una eternidad, camino con rapidez hacia la salida de la universidad, porque está por llegar a la parada el autobús en el que me voy cada tarde a esta misma hora. El próximo pasará casi media hora después y no puedo darme el lujo de perderlo. Me detengo en la parada, minutos después llega el vehículo que espero, me subo y al sentarme, miro por la ventana, observando varios estudiantes que pasan por el andén. No veo a nadie conocido, pero igual es mejor tener cuidado.

Los minutos pasan volando, llego a la estación, bajo del autobús, e intento avanzar, pero…

Mi pecho se acelera y quedo fría cuando de repente siento una mano que agarra mi brazo con firmeza, impidiéndome seguir. Sorprendida, giro mi cabeza y mis ojos se abren de par en par al ver que quien está tras de mí es mi exnovio. Su expresión de enojo es tan marcada que me pongo alerta. Su mandíbula está tensa y sus ojos irradian una oscuridad que nunca pude ver en ellos durante el tiempo que estuvimos juntos.

—Es por él, ¿cierto? —espeta el chico que me mira con enojo, y con su voz cargada de furia—. ¿Es por ese malnacido que terminaste conmigo? ¡El maldito del profesor Salinas te calentó el oído y por eso me dejaste! ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta? Pues te equivocaste, y ¿sabes algo? No te olvido y estoy malditamente ardido de verte con él —Gruñe con odio, evidenciando tintes de decepción en su reclamo.

Quedo en shock, aturdida por sus palabras. Reacciono e intento zafarme de su agarre, pero no puedo, me es imposible porque entre más trato de soltarme, más y más fuerte me aprieta. Siento escalofríos, porque su ira parece estar enredando su mente, a tal punto que logra intimidarme. Sin embargo, tomo la valentía de enfrentarlo.

—Lo que yo haga con mi vida no es asunto tuyo, Juan. Te pido por favor, suéltame, me estás lastimando —exijo, tratando de mantener la calma mientras busco la forma de liberarme.

—No, no te voy a soltar. Te vas conmigo ahora porque necesitamos hablar. Tenemos que aclarar muchas cosas —responde con más enojo, su voz sube de tono y me mira desafiante para confirmarme que no me dejará en paz—. Sé que estás haciendo esto porque estás enojada conmigo por lo que viste en mi departamento con Lisa. Pero no voy a dejar que me mandes al diablo así nada más, y mucho menos por ese imbécil.—determina con una voz tan fría que hiela mi sangre.

Con más firmeza, una de sus manos agarra una de las mías y con afán me arrastra con él y empieza a caminar para alejarme del lugar, en disección opuesta, a donde me espera Simón.

Puedo decir que su actitud me sorprende, porque siempre fue un chico aparentemente calmado. Por lo que verlo tan fuera de sí, me inquieta tanto que mi corazón late con mucha fuerza, al tiempo que mi mente busca desesperadamente una salida.




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