Simón
—¡Que la sueltes, imbécil! —grito con rabia, al ver al malnacido que está sujetando a Ariana con fuerza para llevársela con él. Me voy acercando a ellos a toda prisa con mis manos hechas puños.
Ella me mira con angustia y juro que notarla así de asustada, me hace hervir la sangre y aumentan mis ganas de acabar con la porquería que me la está lastimando.
El sujeto está fuera de sí, cuando me ve suelta a Ariana y con furia se me viene encima.
No lo espero, por el contrario, a grandes zancadas, camino más acelerado hacia él, y sin pensarlo, me dejo llevar por la ira que me envuelve mi ser. No pienso, no analizo absolutamente nada. Sin dudarlo, mi puño se estrella contra la cara de este imbécil con tal fuerza que lo obliga a frenar su intención de golpearme y da varios pasos hacia atrás.
Me acerco rápidamente a Ariana que se nota conmocionada. Encierro su rostro entre mis manos y con ansias doy besos en sus mejillas asegurándole que todo está bien. La siento temblar y sin importarme quién nos vea, a abrazo con fuerza.
—Ya, mi amor. Cálmate —susurro en su oído, mientras la abrigo en un abrazo con el que intento disolver sus nervios.
—¡Suéltala! ¡Es mi novia, idiota! ¡No puedes abrazarla y besarla así! —exige, con voz fría, quién de nuevo se acerca para encararme.
Reacciono rápido, dejo a un lado a Ariana para que esté segura, y con más enojo me abalanzo contra quien no entiende razones, solo parece estar cegado por algo superior a él.
Esta vez me responde cada ataque, nos reventamos a golpes secos, hasta que caemos al suelo, agrediéndonos y reventándonos como dos animales salvajes. Los golpes que impactan contra su rostro y contra el mío no frenan.
Ariana grita con desespero que nos detengamos, mientras mira aturdida, el enfrentamiento violento entre su exnovio y yo.
—¡En tu maldita vida me le vuelves a poner un dedo encima! ¡Nunca más, o te juro que te reviento hasta hacerte pedazos! —Lo desafío, ardiendo de rabia mientras le propino varios golpes uno tras otro.
Me lo gano en fuerza y estatura, por lo que le parto más la cara con un último puño que le lanzo con tanta fuerza que lo dejo tendido, agitado y sin fuerzas para defenderse. Aprovecho y lo inmovilizo, atrapando uno de sus brazos, llevándoselo hacia su espalda y retorciéndoselo sin piedad, dominado por una furia que siento, me acelera el pecho y me corta la respiración.
—¡No me lo puedes prohibir, idiota! ¡No me alejaré porque esa mujer es mía! ¡Es mi novia, y quieras no, va a estar conmigo! —Ahora es él quien me desafía y se retuerce para zafarse de mí.
Pierde su tiempo, por más que lo intenta, en vez de lograr que lo suelte, aferro más mi agarre contra su brazo hasta hacerlo gritar del dolor y envuelvo mi otro brazo alrededor de su cuello cuando las ganas de estrangularlo me consumen.
—¡Simón, ya, cálmate! —dice Ariana, en medio de su desespero.
Sé que está muy inquieta, pero a mí la rabia me tiene tan ciego que su angustia llega a mis oídos como un eco lejano.
—¡Ni a ella ni a mí nos interesa que tu poco racionamiento no te dé para entender que lo que hubo entre ustedes, ya terminó! ¡No es tu novia! ¡Ahora es mía! ¡Está conmigo! ¡Y más vale que lo entiendas y lo aceptes, o no respondo! ¡Te lo repito, la vuelves a tocar y te juro por mi vida que acabo contigo! —Lo amenazo, mientras se ahoga por la fuerza que ejerzo sin medirme alrededor de su cuello.
—Ya, por favor, Simón, detente, te lo pido, suéltalo —habla bajito, la chica hermosa que se me acerca y me abraza por la espalda para hacerme reaccionar.
Mi cuerpo siente su calor, y mi corazón parece conectarse con los latidos acelerados del suyo.
—Cálmate, amor. Por favor —insiste con voz dulce.
Sentirla tan cerquita y escucharla, me regresa poco a poco la calma. Expulso el aire una y otra vez. Las manos de mi chica se aferran con desespero en mi cuerpo, por lo que lentamente voy soltando al sujeto que se deja caer al piso tosiendo sin parar.
Me pongo de pie, doy media vuelta e inmediatamente, me acerco a la mujer por quien hoy sentí que sería capaz de cualquier cosa. Creo que su respiración está que incluso más agitada que la mía, la siento frágil, y las ganas de protegerla y no permitir que nadie nunca me la dañe, agitan más mi pecho. Con desespero acuno su rostro con mis manos y la observo, lleno de preocupación por lo que pudo hacerle el demente que aún está tendido en el piso, mientras nos observa,
—¿Estás bien? ¿Te hizo daño? —le pregunto, al tiempo que mi mirada escanea su rostro, su cuello, y sus brazos, esperando que no tenga ni un rasguño. No sucede, si está lastimada. Y… Juro por Dios, que esto me supera, nada nunca me había causado tanta mierda por dentro, cuando la rabia se renueva con más intensidad al ver las marcas muy intensas en sus brazos y una de sus muñecas, como resultado de la presión fuerte que estaban ejerciendo las manos de su exnovio sobre ella.
«Me la maltrató, el muy maldito»
Siento que estoy por perder el control de nuevo. Suelto a Ariana e intento dar la vuelta para rematar al hombre que se levanta del suelo, limpiándose la boca que tiene toda agrietada y destilando sangre por la tanda de golpes que le di. Mi intención de terminar lo que empecé queda interrumpida cuando Ariana me detiene, agarrando mi mano con firmeza.