Un Amor Para Toda La Vida

16. Nadie podrá dañarte. Lo prometo

Ariana

Termino de atender a los últimos clientes en la cafetería y con afán limpio las mesas y la barra, mientras mi compañera de turno se encarga de barrer y dejar limpio el piso. Mi móvil vibra en mi bolsillo, lo saco rápidamente. Es un mensaje de Adriana, confirmándome que ya está afuera esperándome. De inmediato suelto un suspiro de alivio por saber que vino por mí, porque si soy sincera ando prevenida en cada paso que doy y no me gusta estar sola.

Belén finaliza su oficio, al igual que yo, recoge su bolso, y juntas nos encaminamos a la salida. Salimos de la cafetería, veo a Adriana, que me espera con una sonrisa en su rostro. Eso me alivia porque todo el día estuve pensativa por lo triste que se puso por su prueba de embarazo negativa. Me despido de la pelirroja que sale al encuentro de su novio motociclista, quien le estampa un buen beso en la boca, antes de que ella suba en la moto y se marchen a su mundo feliz de enamorados.

—Adri, gracias por venir por mí, que pena que tuviste que dejar solo a Mauro por mi culpa. —hablo rápido cuando subo al auto. Sintiéndome como una tonta que no sabe cuidarse sola.

—No te preocupes que Mauro salió a hacer algo que tenía pendiente. Estaba sola en casa, así que esta salida es una distracción. —Me responde, poniendo en marcha el coche.

Omito más preguntas respecto el porqué su esposo la deja sola hoy sábado por la noche. Tengo mucha confianza con ella, pero prefiero que sea de su voluntad que decida contarme, porque mi corazón de hermana me dice que algo raro está pasando con ellos.

—¿Por qué me miras así? ¿Sucede algo? —pregunta, mirándome de reojo mientras sigue manejando.

—No, no pasa nada. Es solo que —hago una pausa meditando lo que decir. Insisto en que quiero preguntarle, pero si Adri no me ha contado nada, es porque necesita tiempo y no quiero ser invasiva con ella— Estaba pensando que hace mucho no hacemos nada juntas. Sería lindo que esta noche me la pase contigo. Si quieres me llevas donde Simón, lo saludo y me regreso contigo a tu casa. ¿Te parece? —Propongo sin dudarlo, porque aunque me esté muriendo de ganas por pasar toda la noche con ese hombre que tanto extraño, mi hermanita es muy importante para mí, y saber que puede estar triste y estará sola en casa, me acongoja el corazón.

—No, claro que no. No vas a dejar de asistir a tu cita con el amor, por andar detrás de mí, no soy una niña ni una anciana a la que tienes que cuidar. —responde tajante, estacionando el auto frente a la casa de Simón. Me sonríe, y agarra mi mano dándome un suave apretón.

—¿Estás segura de que no prefieres que me quede contigo esta noche? —le pregunto con preocupación, mirándola directamente a los ojos para intentar descubrir en ellos las respuestas que necesito—. En serio, Adri, si quieres, podemos hacer una pijamada en tu casa, así nos ponemos al día, podemos hablar hasta que el sueño nos venza. —insisto.

Ella me mira con una sonrisa cálida. Y aunque intenta fingir, sus ojos reflejan un cansancio que no pasa desapercibido para mí.

—No, Ari —me responde con dulzura, cobijando mi mano entre las suyas— Sé que estás preocupada por mí, por cómo me viste esta mañana en tu alcoba. Pero ya estoy mejor, te lo prometo. Esta mañana fue dura, pero ahora estoy más tranquila y muy optimista en que pronto tendré un resultado positivo. Sé que ese bebé que tanto deseo llegará a mi vida. Así que no te preocupes por mí, en serio, quiero que disfrutes de tu noche especial con Simón. Si tú eres feliz, yo también lo soy.

Intento tranquilizarme al escuchar sus palabras. Sin embargo, me siento inquieta. La amo tanto que quiero asegurarme de que esté bien.

—¿De verdad no te importa? Porque no me costaría nada posponer esta cita de amor para pasarla con mi hermanita. Me bajo de coche, le doy un besito a Simón, y regreso contigo —insisto, aún inquieta—. No quiero que te sientas sola ni que estés triste, y yo aquí sin hacer nada. Además, estoy segura de que tú jamás me dejarías sola.

Adriana se ríe suavemente y sacude la cabeza.

—Ari, soy tu hermana mayor y mi misión es cuidar de ti, no me cambien los papeles porque me siento rara. Estoy bien, no seas terca. En serio, ve y disfruta. —Habla mientras me acaricia el rostro con cariño—. Estoy amando verte tan enamorada, te veo segura de ese hombre que también te mira con amor. Solo basta con fijarse en él para darse cuenta de que mi hermanita lo tiene loco. —comenta mirando por la ventanilla del carro, a quien está parado a una distancia prudente para permitirme privacidad con mi hermana— Notar esos ojitos brillando de amor, me hace muy feliz a mí también. Bájate del auto que Simón te está esperando, se nota de que también está ansioso por verte. No lo hagas esperar más.

Sus palabras me llenan de calidez, y aunque todavía siento una pequeña punzada de preocupación, le hago caso.

—Está bien, pero me llamas si necesitas algo, lo que sea, ¿de acuerdo? —le digo, mientras le doy un último apretón a su mano.

—Te lo prometo —responde con una sonrisa, antes de inclinarse para despedirse de mí con un beso en mi mejilla—. Ahora, anda, ve con tu amor y sé feliz.

Un poco más tranquila, abro la puerta del auto y me bajo, sintiendo la frescura del aire nocturno sobre mi piel. Apenas pongo un pie en la acera, veo a Simón caminando hacia mí, con una sonrisa que hace que mi corazón dé un salto de alegría. Le devuelvo la sonrisa, olvidando por un momento todas las preocupaciones.




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