Evadir miradas extrañas de Juan Pablo y algunos de sus amigos, en cada paso que doy por los pasillos de la universidad resulta un poco incómodo, pero no me importa. Es evidente que hablan de mí a espaldas. Me da lo mismo su rostro enojado y desafiante.
Es viernes, Ariana ya se fue de la oficina hace más de una hora. Sonrío porque en este momento debe estar con mis niños en casa, ayer les prometió que los visitaría y estaría muchas horas solo con ellos. Por ellos no le importó dejar su trabajo tirado por cumplirles su promesa.
Hace apenas una semana hablé con el director de la universidad, y aunque sabía que sería complicado, después de un sermón de todo lo malo que significa que un profesor se enamore de una alumna, al final fingió entenderme y lo tomó con calma. La verdad es que, aun cuando no se trajo a colación el tema, ese señor no tiene autoridad moral para reprenderme, porque, bien es sabido que en su trayectoria profesional no solo se ha enredado con algunas maestras, sino también con varias alumnas y en su caso es mucho peor porque él solo lo hace por diversión. Tal vez por eso no puso mayores objeciones a mi relación con Ariana, solo me pidió que mantuviéramos un perfil bajo mientras ella terminaba el semestre. Después de eso, seríamos libres y no habría problemas.
«—No perjudicas a la universidad y yo no los perjudicaré a ustedes —fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta de su oficina»
La verdad eso es lago que no le puedo prometer, porque si cierto personaje vuelve a meterse con la chica que siento y amo como mi mujer, no responderé por mis actos.
Me largo rápido de la universidad. Me alejo rápidamente y voy tranquilo, hasta que por inercia mis ojos miran por la ventanilla, de inmediato noto la mirada de odio de Juan, quien a propósito me alcanza y ubica su auto a mi lado en un semáforo. Le sostengo la mirada con firmeza por varios segundos, para confirmarle que su opinión y su rabia me importa una absoluta mierda. Sin darle más impartiría de la que tiene, me pongo en marcha y sigo mi camino sin mirar atrás
Después de más de media hora, llego a casa, abro la puerta, y enseguida mis oídos se inundan con las risas divertidas de quienes están jugando en el jardín. Me apresuro a asomarme y siento que mi corazón se acelera cuando veo a mi hermosa chica que corre de un lado a otro siendo perseguida por mis niños, Lucas la alcanza, ella finge caer derrotada en el césped, Marítima corre hacia ellos y al igual que su hermano sonríe divertida mostrándose inmensamente feliz. Mientras le hacen cosquillas tiernas a la mujer que quieren sea su mami.
No me aguanto las ganas, camino hasta llegar al desorden, me hago sentir, me uno a las risas y al castigo de cosquillas, sometiendo a quien se retuerce divertida, pidiendo en medio de carcajadas que ya frenemos que la vamos a ahogar.
La noche nos sorprende en el jardín entre juegos propuestos por mis pequeños que parecen incansables.
La señora Helen nos sirve la cena, nos llamas con mucha confianza, tal como lo hace una mamá con sus hijos, exigiendo que nos apuremos que la comida se enfría.
Le insisto en que se siente en el comedor con nosotros, pero se niega, y no porque no le guste, de hecho ella comparte la mesa desde hace mucho con los niños y conmigo, sobre todo cuando en el mañana nos agarra la tarde y se comporta como una linda abuela sentada al lado de Martina desayunando con ella. Pero esta vez simplemente nos abandona porque es hora de su telenovela y no se la va a perder por nada del mundo.
Nos sentamos a comer como la familia que siento ahora somos. Martina se pone muy consentida pidiendo a Ariana que sea únicamente ella quien le ayude a cortar su carne en pedacitos, y ella gustosa lo hace, alternando con su comida para disfrutar de su cena.
Las horas avanzan, los niños se cansan por fin, Lucas cae profundo en el sofá, lo llevo a su alcoba. Y juro que mi pecho se agiganta cuando veo ese amor tan bonito que le manifiesta Ariana a mí hijos. Me quedo embelesado en el marco de la puerta viéndola contarle un cuento a mi nena, para lograr que se duerma. Mi niña la mira fijamente, con una linda sonrisa que se va congelando en su boquita a medida que se deja vencer por el cansancio y también cae profunda.
Mi chica se levanta con cuidado de la cama, camina en puntitas para no hacer ruido, cubre a Martina con su sabanita y por último deja un beso en su frente.
—Te ves muy hermosa siendo una mamita tan tierna —La elogio, agarrando su mano, llevo su palma hasta mi boca y dejo besitos suaves.
—Shh… No hagas ruido que la vas a despertar. —me reprende.
Camino con ella a la salida de la alcoba infantil de la nenita que siempre cuesta mucho que Lucas lograr que se duerma. Salimos al pasillo, y con afán me le voy encima apresurándome a robármele uno y muchos besos de su boquita.
Me la llevo a tientas en medio de besos hasta la habitación, abro la puerta y una vez más, voy despojando su cuerpo de cada prenda, alucinando con todo lo que siempre me hace sentir al probar cada rinconcito de su piel. Me fundo en ella, me pierdo en su aroma, adorando sentirla extasiada, susurrando en mi oído, pidiéndome más. La complazco, lo le niego nada. ¿Cómo cohibirme de entregarme por completo cada que los dos nos encerramos en estas cuatro paredes? Sí, esta mujer se adueñó de mis deseos, ella domina la voluntad de mi ser.