Ariana
El sol empieza a desaparecer detrás de los edificios, y el cielo se tiñe de naranja y púrpura, mientras la tarde se convierte lentamente en noche. Miro el reloj en la pared de la cafetería, contando el tiempo que faltan para que termine mi turno.
Mientras dejo el pedido en una de las mesas, mi teléfono vibra en el bolsillo de mi delantal. Lo saco, curiosa, pensando que es Simón. Pero no es él, es un número desconocido. Mi mente inmediatamente se pone en alerta, y esa sensación de incomodidad que cargo a toda hora crece dentro de mí.
Respiro hondo antes de abrir el mensaje.
«Hola, Ariana, soy Juan Pablo. Necesito verte. Tenemos que hablar»
Mis dedos se detienen sobre la pantalla. No quiero hablar con él, ni ahora ni nunca. No sé qué más tiene para decirme.
—No. No quiero hablar contigo. Por favor, no me busques, no me llames, no escribas —respondo con un tono definitivo, sintiendo una leve liberación al escribirlo, con la ilusa esperanza de que ojalá con solo decir no, bastara.
Dejo el teléfono sobre la barra, intentando concentrarme en el trabajo. Pero la tranquilidad no dura mucho, porque el móvil vuelve a vibrar.
—Es importante, Ariana. Por favor. Hablemos. —insiste con otro mensaje.
Lo ignoro. No quiero darle más espacio en mi vida. Sin embargo, el teléfono vibra nuevamente, insistente, haciéndome perder el poco control que intento mantener. Cierro los ojos por un segundo, queriendo que desaparezca. Me siento irritada porque simplemente cuando algo no funciona se debe dejar atrás, pero, lastimosamente, eso no posible cuando una de las partes se empecina en retener al otro, aun cuando tiene claro que mientras estuvo a su lado no lo supo valorar.
No respondo más, para evitarme el mal rato. Opto por dejar el móvil en la barra y enfocarme en mis labores.
—Ari, ¿me haces un favor enorme? —la voz de mi compañera me saca de mi estado de escape, donde solo dejé enfocada mi mente en atender en automático todas las mesas pudientes—. Tengo que irme ya, voy al cine con mi novio y ya llegó por mí, ¿me cubres el tiempo que falta? Por fa. No quiero llegar tarde a la función.
La miro, intentando procesar su petición. Me siento tensa, más incómoda de lo normal, pero asiento de todas formas porque ella también me ha ayudado muchas veces.
—Sí, claro. Yo me encargo, no te preocupes, ve y pásala rico —le digo, intentando sonar despreocupada.
—¡Gracias! Te lo debo —dice mientras se quita el delantal rápidamente y sale apresurada por la puerta trasera.
Respiro hondo y me concentro una vez más en el trabajo, entrego algunos pedidos, cuadro la caja, verifico en el sistema el inventario de los suministros para que no nos falte nada el día de mañana. La cafetería ya está casi vacía, quedan pocos clientes.
—Amor, me adelanté un poco, llego por ti antes de las ocho. No te preocupes, te esperaré paciente a que termines el turno en la cafetería. Los niños se quedaron tranquilos con Helen, así que tenemos algunas horas esta noche solo para los dos, te invito a cenar, ya hice la reserva. Te tengo una sorpresa, o mejor dicho, una propuesta. Te amo.
Leo el mensaje del hombre que amo y de inmediato dibujo una gran sonrisa en mis labios, porque esa terquedad suya de no dejar que tome el autobús o vaya sola a casa me hace sentir realmente importante.
Mi hermana me dice que le dé la receta. ¡Qué hombre tan enamorado, dime que bebedizo le diste…! —Son sus palabras cuando me molesta. Yo simplemente sonrío feliz, porque no puedo negar que me encanta sentirme tan amada.
Sigo limpiando con rapidez, recogiendo los vasos de una de las últimas mesas. Mi cuerpo se mueve automáticamente, me acelero porque quiero terminar justo a mi hora de salida. Estoy tan concentrada en terminar cuanto antes que no presto demasiada atención a lo que sucede a mi alrededor. Los últimos clientes salen de la cafetería sonriendo, se despiden con amabilidad, les devuelvo el gesto y enseguida vuelvo a activarme, caminando de un lado a otro acelerando el ritmo.
—Se armó un trancón por un accidente, amor, pero no te preocupes, me desvié por atajo y ya estoy a algunas cuadras de la cafetería. Por fa, estás lista para salir una vez llegue. Por favor, no salgas, no me esperes afuera, enciérrate en la cafetería bajo llave que llego en unos minutos —Otro mensaje de Simón ilumina la pantalla de mi móvil.
Termino de acomodar todo, me quito el delantal, voy por mi bolso, voy al baño, retoco un poco mi rostro con una sutil capa de maquillaje y acomodo mi cabello. Regreso a la cafetería, recojo mi móvil de la barra y lo guardo en el bolsillo de mi chaqueta. Rápidamente, corro de un lado a otro apagando la luces, e intento caminar a la puerta de salida para estar pendiente cuando llegue Simón, pero…
De repente, siento un movimiento y una sombra detrás de mí. Antes de que pueda girarme, unas manos fuertes me atrapan por la cintura, jalándome hacia atrás con brusquedad. Trato de gritar, de defenderme, pero mi boca y mi nariz son cubiertas rápidamente con fuerza por una mano que tiene envuelto un pañuelo. Huele fuerte, tan fuerte que siento que una sustancia quema mis fosas nasales y penetra en mis pulmones.
Intento resistir. Mi cuerpo lucha. Pero mis fuerzas se desvanecen, mi visión se vuelve borrosa, mis piernas tiemblan y el mundo a mi alrededor empieza a tornarse más oscuro.