Ariana
No soy capaz de levantar la cabeza, mantengo mi mirada clavada en el piso, mientras empuño mis manos con fuerza. Estoy nerviosa, por estar sentada frente al escritorio de la ginecóloga.
—Estás embarazada, Ariana, tienes seis semanas y… —Hace una pausa forzada la señora mayor que tiene mis exámenes médicos en sus manos.
Dejo de respirar, al tiempo que suelto y vuelvo a empuñar con fuerza mis manos, marcando mis uñas en mis palmas. Siento que un aguijonazo perfora lentamente a mi pecho y mis oídos se ensordecen a tal punto que la voz de mi ginecóloga llega a mis oídos como el zumbido molesto de un mosquito. Procesar la noticia que acaba de darme me deja fría, me causa más miedo del que tenía hace tan solo un segundo y me hace sentir más perdida. Siento que mi corazón va a explotar de un momento a otro, y mi pensamiento en un nido de ratas que me perturban.
—No estoy preparada para esto. Un bebé, yo no… —La angustia me gana y mis pensamientos salen por voluntad propia en voz alta, mientras tiemblo de pánico y mis lágrimas ruedan por mis mejillas— Yo, no puedo estar embarazada, en mi estado no puedo con algo así —expreso en un hilo de voz que se apaga con el llanto nervioso que me empieza a consumir.
—Te entiendo más de lo que crees, Ariana, ninguna mujer merece pasar por lo que tú estás viviendo, comprendo que eres muy jovencita para enfrentarte a una maternidad que no buscaste. Y también entenderé si decides no tener a esta criatura. —habla la señora, con voz maternal— Las leyes de este país te respaldan y tienes total libertad para interrumpir este embarazo, estamos a tiempo de hacerlo si así lo deseas. No estás obligada a traer a un hijo producto de un acto tan atroz y como tu médico apoyaré la decisión que tomes —Me explica la profesional de la salud, enfocando sus ojos en los míos, con esa mirada de compasión que duele.
Lo último que esperaba en mi vida, era generar algún tipo de lástimas en quienes me ven llorar por no saber cómo enfrenarme a mi propia realidad.
Mi hermana mayor está a mi lado, se nota ansiosa y de inmediato siento su mano atesorar la mía, en un acto de amor para decirme; estoy contigo.
Giro mi rostro hacia ella, me enfoco en su rostro, sus iris color Ámbar buscan los míos. Siento la necesidad de que ella me diga que todo esto pasará. Que me asegure que un día despertaré de esta pesadilla y ya no dolerá más. Por eso, después de muchos días, tomo la valentía para enfocarme en su mirada por más tiempo del que he sido capaz desde mi desgracia. Demostrando mi angustia, prolongo mi mirada en ella, y en esas pupilas tan bonitas, puedo ver esa súplica silenciosa para que le conceda una oportunidad a este pequeño soplo de vida que crece en mi vientre.
Mi pecho se estremece ante aquella petición.
—Tengo miedo, tu hermanita menor está aterrada, Adri. No sé cómo continuar cada mañana. Mi vida es completo caos ¿Cómo puedes pedirme que sea portadora de una vida? Sí, siento que no puedo respirar y solo quiero morirme —confieso con tristeza, permitiendo que mis lágrimas salgan de mí, manifestando la intensidad de mi dolor.
—No te he dicho nada, mi niña —Me dice bajito acercándose a mí, y me abraza fuerte para intentar regalarme un poco de su valentía.
Quisiera con todo mi ser que así fuera, que este abrazo de mi hermana me diera, aunque sea un poco de fuerza, porque me siento débil, al percibir que me estoy hundiendo más y más en un pozo sin fondo del que creo no podré salir jamás.
—No tienes que hacerlo, Adri, conozco muy bien esa mirada de ángel protector que defiende la vida por encima de todo —hablo en su susurro tembloroso, cobijándome en los brazos de mi hermana, como una niña que está llena de miedos y necesita con urgencia que la protejan.
Mi hermana suelta un sollozo, al tiempo que besa mi cabeza con más amor del que puedo agradecer en este momento.
—Me pillaste, sigues siendo muy lista. —bromea un poco, con voz quebrada— Es solo que, eres la personita más guerrera que conozco, nada te ha quedado grande nunca, y tu hermanita mayor está segura que puedes con esto y con más.
—Es mentira, no soy valiente. Ya no lo soy —contradigo, ahogándome con mi llanto.
—Si lo eres, sigue siendo tú, aunque ahora no te encuentres—asegura, acunando mi rostro entre sus manos, me obliga a mirarla.
Sus ojos están humedecidos por sus lágrimas, mientras me miran con súplica.
—Sé que tienes infinitas razones para sentir temor, pero, te confieso que soy una vil cobarde porque yo también tengo mucho miedo de perderte. —habla bajito, dejando que sus lágrimas mojen su rostro— Estoy aterrada de no volver a verte sonreír, y por eso le he pedido mucho al cielo por un milagro que te devuelva tu arcoíris. Sueño con volver a ver tus ojitos iluminados por sentirse enamorada del amor y de la vida. Y… No quiero que te sientas forzadas por mis palabras, te juro que estaré contigo y te apoyaré incondicionalmente y sin reproches si decides no tenerlo, de eso no tengo dudas y tú tampoco debes tenerla. Sin embargo, mi corazón siente que este bebé, es ese pequeño milagro de amor en el que puedes cobijarte para renacer más. fuerte, más soñadora, más valiente y más brillante. —Sigue hablando con voz cálida.
Soy consciente de que sus dulces palabras anhelan instalar en mi mente la voluntad que he perdido, así como también buscan, con desesperación, arrancar de mi corazón el miedo de seguir latiendo. Eso lo entiendo y se siente lindo que me amen como ella me ama. Pero…