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Ariana
Estoy acostada en la cama, con los ojos cerrados, intentando dormir. De repente, mi respiración se entrecorta y me sobresalto un poco cuando siento el colchón hundirse suavemente a mi lado. Intento controlar mis nervios cuando mi mente se aclara; es Simón quien acaba de acostarse a mi lado.
Él parece notar mi inquietud porque, con toda la paciencia del mundo, se acerca lentamente y rodea mi cuerpo con sus brazos.
—Soy yo, mi amor —me susurra al oído.
—Lo siento, estaba adormilada —Me excuso, porque ya tengo una semana aquí con él, y a pesar de todo ese amor tan grande que me manifiesta siempre, mis miedos me traicionan y me impulsan a actuar sin poder controlarme.
—No me digas que lo sientes. Poco a poco ese miedo dejará de ser una sombra entre los dos. Seamos pacientes, porque tarde o temprano volverás a ser tú de nuevo. ¿Vale?
—Sí, vale. Volveré a ser quien fui —respondo, soltando un suspiro de alivio cuando su calor me envuelve y me cobija el alma para hacerme sentir mucha paz.
—Así me gusta escucharte, decidida a no dejarte vencer. —Me da ánimos, dejando besos suaves en mi cabeza.
—Gracias por irme a buscar y tráeme a casa. Aquí me siento en casa y me siento en calma. —Hablo bajito, agarrando sus manos y entrelazando nuestros dedos.
—Estás en casa, mi amor. Tenerte aquí conmigo, es todo lo que necesitaba para tener la certeza que volverás a sonreír. Porque te amo tanto como para hacer todo lo que imposible por devolverte tu linda sonrisa.
—Quiero estar bien por ti y por los niños. No me gusta estar sintiendo esta inquietud que me roba la calma que ustedes me dan a diario. —Respondo, percibiendo su cálida respiración en mi cuello. Eso me relaja.
—Es lindo que desees estar bien para nosotros, pero, principalmente, tienes que estar bien por ti y para ti. Por eso, es momento que asistas a las sesiones con la psicóloga. No puedes seguir escondiéndote, amor. El lunes es tu primera cita, yo te llevaré y te esperaré afuera el tiempo que sea necesario hasta que acabe la sesión. ¿De acuerdo? —Habla suave, como si le inquietara alterarme. Sin embargo, sus palabras son una orden clara.
No digo nada, solo aprieto con más firmeza sus manos. Adri y mamá me han insistido mucho con el tema, y siempre por alguna razón que no comprendo, le he huido a ese momento. Quizá porque me aterra tener que confrontar ese amargo recuerdo. Pero no puedo evitar sentir que, si él me lo pide, sea muy diferente. De cierta forma me agrada que esté atento, y que me impulse a hacer lo que mi cobardía me impide, porque este hombre no solo se ha convertido en mi refugio más reconfortante, sino también en esa fuerza que me trae de vuelta a esa vida llena de sueños que tiene con sus bebés.
—Es una sabia decisión, amor. Esa es mi chica —murmura cerquita de mi oído, dando por sentado mi aceptación de ir a la cita—. Ahora, a dormir, amor. Descansa que los niños hoy sí que estuvieron muy activos y no te dejaron descansar en toda la tarde. —Me pide, enredándome más en su abrazo.
El calor de su piel me reconforta, me agrada esa bonita sensación de tenerlo cerca, y esa seguridad que le proporciona a mi vida, tanto que, cierro los ojos y me dejo vencer por el sueño.
Me despierto temprano, acurrucada en los brazos de Simón. Siento su respiración tranquila y profunda a mi lado, y juro que, ese primer contacto es algo que logra que mi día comience con mucha más luz.
Aún no abro los ojos del todo cuando escucho unos pasos pequeños y risitas tiernas que se acercan a la habitación. Una parte de mí quiere aferrarse a este momento tranquilo y prolongarlo, con este hombre tan bonito que duerme a mi lado. Pero, esa otra parte de mí que disfruta mucho de mis niños, no resiste la idea de abrir los ojos y ver sus travesuras, porque mi despertar se ha vuelto más alegre desde que estoy aquí, justamente por ellos.
Lucas y Martina se asoman a la puerta y sonríen, mirándonos como si acabaran de descubrir un secreto. Antes de que pueda reaccionar, ambos corren a la cama y se lanzan encima de Simón, quien abre los ojos entre risas y comienza a darles muchos besos y un abrazo apretado a los dos. Los observo y siento cómo el amor llena cada rincón de mi corazón en este momento.
Martina me mira y extiende sus bracitos hacia mí, buscando con ternura mi abrazo también. La cargo y la acerco a mi pecho, besando su mejilla suave mientras ella se ríe y dice palabras enredadas que apenas entiendo. Lucas se acomoda a mi lado, mirándome con esos ojos tan parecidos a los de su padre, y me da un beso en la mejilla que me hace sonreír. Su cabecita reposa en mi hombro y suspira profundo.
En estos momentos, mientras los sostengo a ambos y miro a Simón sonriéndome con ese amor tranquilo y eterno, siento algo más que calma. Verlo tan enamorado de sus hijos, siendo ese padre y ese hombre protector y proveedor de seguridad en su hogar, me hace surgir un anhelo profundo de poder disfrutar de estos momentos plenamente y seguir caminando junto a ellos sin ninguna clase de temores. Necesito sentirme libre de amarlos, pero para ello necesito hacer las paces conmigo misma y recuperar las partes de mí que aún están rotas.
—¿Te pasa algo, amor? —pregunta Simón, mirándome atentamente, como si hubiera adivinado mis pensamientos.