Con el paso de los días, fui reuniendo el valor necesario para adaptarme a ese lugar desconocido. Había logrado establecerme y encontrado la manera de seguir adelante con mi carrera. Aunque el peso de tantas preguntas sobre mi futuro seguía presionándome, sabía que al menos, estaba dando los pasos correctos.
—Vamos, T/N, se nos va a hacer tarde —escuché la voz de Andy desde la entrada, apurándome. Hoy comenzaba el último semestre de mi carrera, y por más que intentara mantener la calma, el nerviosismo me invadía. El simple hecho de conocer a nuevas personas me generaba miedo.
—Ya voy —respondí con un tono pesado, arrastrando las palabras—. Nos vemos luego, abuela —me despedí de ella con un beso en la mejilla antes de salir de la casa.
—¿Nerviosa por tu primer día? —me preguntó Andy mientras subíamos a su coche.
—Mucho. No puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido —admití con un suspiro—. Hace apenas una semana estaba entregando mis papeles en la universidad, preocupada por si habría algún problema con la inscripción. Y ahora ya estoy comenzando el semestre.
—Tranquila, todo irá bien. Estaremos en el mismo grupo, y hoy conocerás a los chicos —dijo con una sonrisa reconfortante—. Lucy y Diana son geniales, seguro te llevarás muy bien con ellas.
Recordé que ya me había hablado sobre su grupo de amigos, mostrándome fotos y contando anécdotas divertidas. Aunque una parte de mí ansiaba conocerlos, otra se sentía aterrada de no encajar. Traté de sonreír mientras Andy hablaba, pero la ansiedad seguía ahí, latente. ¿Y si no encajaba? ¿Y si este lugar, que tanto esfuerzo me había costado hacer mío, terminaba sintiéndose igual de ajeno?
Al entrar al salón se encontraba vació, aunque las clases estuviesen a nada de comenzar.
—¿Dónde están todos? —pregunte volteando a verlo.
—Por lo general acostumbran llegar casi cuando está a punto de empezar la clase, aunque algunos se encuentran en el pasillo —señalo a lagunas personas que estaban fuera del salón que podíamos ver por la ventana.
—Oh, ya veo
Andy soltó una pequeña risa al ver mi expresión de sorpresa.
—No te preocupes, es normal. Todos tienen su ritmo —comentó mientras se dirigía a uno de los pupitres cercanos a la ventana.
Yo, por otro lado, me senté en una de las sillas más cerca de la puerta. El vacío del salón y la ausencia de rostros conocidos me hacían sentir más nerviosa. Miré de reojo a los chicos en el pasillo, sus risas resonaban a lo lejos, y aunque parecían amigables, mi mente no dejaba de dar vueltas en todas las posibles maneras en que esa mañana podría salir mal.
Andy notó mi inquietud y se acercó nuevamente.
—Relájate, T/N. No tienes que hacer nada especial, solo ser tú. Todos somos nuevos alguna vez. —Me dedicó una mirada comprensiva antes de volver a su asiento.
Tomé aire profundamente, intentando calmar mis pensamientos. “Ser tú”, me dije, aunque me resultaba difícil recordarlo cuando sentía el peso de tantas expectativas.
De repente, el sonido de pasos apresurados llenó el pasillo y las primeras personas comenzaron a entrar al salón. Una chica con una melena rubia y ondulada, y otra con el cabello oscuro y corto, que recordaba de las fotos que Andy me había mostrado, entraron riendo. Debían ser Lucy y Diana.
—¡Andy! —gritó la de cabello oscuro, con una energía que me sorprendió—. ¡Ah, mira! ¿Es ella? —preguntó señalándome con entusiasmo.
Andy asintió con una sonrisa.
—Sí, chicas, les presento a T/N. Les dije que la conocerían hoy.
Lucy y Diana se acercaron rápidamente. Lucy fue la primera en hablar, su mirada curiosa pero amable.
—¡Hola, T/N! Andy nos ha hablado mucho de ti, ¡qué bueno que por fin te conocemos! —dijo con una sonrisa brillante.
—¡Sí, bienvenida al grupo! —añadió Diana, sentándose en el pupitre frente al mío, mientras Lucy se apoyaba en el borde de la mesa de Andy—. No te preocupes, aquí somos todos amigos. Te adaptarás enseguida, ya verás.
La calidez con la que me recibieron hizo que mis nervios se disiparan un poco. No era tan aterrador como imaginaba. Las sonrisas sinceras y la energía positiva de ambas chicas empezaban a relajarme, y por primera vez en toda la mañana, me permití sentir que tal vez, solo tal vez, este lugar podría convertirse en algo más que solo un destino temporal.
—Gracias, me alegra saberlo —respondí con una suave sonrisa, aún estaba nerviosa —es un gusto conocerlas también.
Las presentaciones nunca habían sido mi fuerte; la idea de tener toda la atención centrada en mí me ponía los nervios de punta. Pero no podía evitarlo.
—Buenos días, señorita T/N —anunció el profesor, con una sonrisa amable, justo antes de comenzar la clase. En un instante, sentí cómo todos los ojos se volvían hacia mí, una presión incómoda que se asentó en mi pecho.
—Buen día —respondí, mi voz apenas un susurro.
—Hmm, no habla mucho, ¿verdad? —bromeó el profesor, provocando risas nerviosas entre mis compañeros. —Un gusto tenerla aquí. Según el jefe de departamento, tiene un buen promedio y ha estado de intercambio. ¿Qué nos puede contar sobre ello?