Un hijo para el profesor

Capítulo 3

Malakiel miró a Vanessa, Vanessa miró a Malakiel. No podía ser cierto que tendría que ver a ese sujeto todos los días de la semana en clases. Era algo absurdo, verlo siempre ya le estaba dando dolores de cabeza, dos días a la semana estaban bien, podía con eso, pero ya verlo todos los cinco días era demasiado. Para el colmo de la situación, él había guardado un asiento para ella delante de su escritorio, diciendo que ella sería su secretaria también en esa asignatura.

Malakiel se dispuso a darle clases como si nada, y ya estaba segura de que si antes había tenido un enamoramiento, se marchó tan rápido como llegó.

— ¿Tiene algo que decirme, señorita Foster? —preguntó Malakiel colocándose delante de ella—. ¿Mi cara es muy entretenida para usted?

— Es que anoche vi un documental en el cual explicaban cómo matar a un gigoló. Entonces le quería preguntar si me podía ayudar con eso —el rostro del alfa cambió por completo—. ¿Me ayudará con eso o no?

— Claro, mientras no sea a ninguna de las personas presentes, puedo ayudarla —dio pasos hacia atrás.

— Me encantaría —apoyó la mejilla en la palma de su mano—. Porque es una persona que me cae mal, que previamente lo tenía en un altar. Sin embargo, ahora solo quiero su pronta muerte.

— Tal vez hablando con esa persona logre algo.

— Lo único que podría lograr es que mi odio crezca de tal manera que todo lo que he aprendido durante estos cuatro años de estudios se vaya por el inodoro —se echó para atrás en la silla—. Creo que mejor sigo viendo documentales, de esa manera usted podrá seguir dando su clase.

— Me gustaría que se quedara para hablar sobre eso.

Ella le mostró una sonrisa y observó cómo éste seguía dando las clases como si nada. Anotó todo en su libreta, luego fue leyendo todo lo que Malakiel le había enviado para que lo pasara a los chicos, algo inaudito y estúpido porque en verdad él se consideraba que ella era su secretaria y que no podría tener un poco de paz para sí misma. Pasó los libros y el plan de estudio que el alfa había enviado para que lo repartiera y de inmediato comenzaron los estudiantes a quejarse en silencio.

Por su parte, se mantuvo en silencio durante el resto de la clase, tratando de prestar atención a todo, no obstante el alfa parecía estar divirtiéndose al decirle que tenía que responder a todas sus preguntas por el simple hecho de ser su secretaria. El timbre sonó y ella recogió sus cosas, dejando escapar todo el aire que tenía en los pulmones, Malakiel se había vuelto una persona que sin duda era demasiado horrible y que simplemente se comportaba como un niño pequeño.

— ¿Irás con nosotros a la cafetería? —preguntó su amigo Jules y ella asintió—. Hoy es el turno de Lauren de comprar…

— Señorita Foster, necesito que se quede —Vanessa sintió que en verdad iba a terminar por matarlo—. Solo serán unos minutos, eso es todo.

— Es mi hora libre antes de la otra clase, no puedo quedarme… —se giró hacia él—. Si me quedo con usted, no podré comer…

— Le dije que serán unos pocos minutos —volvió a repetir por tercera vez—. El señor Jules puede esperarla en la cafetería.

— Dios —gruñó la chica por lo bajo—. Espérame con los demás, iré en cuanto pueda y en dado caso guardadme algo de comer.

— Bien eso haré —Jules le dio una mirada tanto a ella como al profesor antes de salir del aula.

— ¿Qué es lo que quiere de mí ahora? —ladeó la cabeza mirándolo—. Es mi maestro, pero ya se está pasando de la raya.

— Lo sé, lo sé. Únicamente tengo mucha curiosidad para saber algunas cosas de usted. Nada del otro mundo —le pasó unas carpetas—. Como ya envió las clases a sus compañeros, necesito que busque la manera de terminar esto.

— Yo no soy maestra, no es justo —pateó el piso—. ¿Por qué me hace esto?

— Porque me gusta verla con mucho trabajo —Malakiel le dio unos golpecitos en la frente—. Investigué un poco sobre usted, y durante cuatro años es la única alumna que ha estado por encima de sus demás compañeros. ¿Será que…?

— ¿Qué me acuesto con los maestros? —terminó con él—. No soy igual que usted que se acuesta con sus alumnas para que puedan pasar la asignatura. Para que pueda morir feliz, soy virgen y mi aquelarre tiene la costumbre de que sus brujas lleguen de esa manera al matrimonio.

— ¿Cuántos años tiene? ¿Quince? —preguntó burlón.

— Tengo veinticinco —se estaba sintiendo molesta.

— ¿Y aún no terminaste la universidad?

— Lo siento por ser pobre —levantó las manos—. Algunos tenemos que recoger basura en las calles para poder comer.

— Mira, lo siento…

— Descuide, profesor —ella rio—. Tengo que seguir recogiendo basura, tal vez ahí encuentre algo que comer.

Malakiel quiso tocarla, sin embargo, ella salió del aula como alma que lleva el diablo. Ya se estaba cansado de tener que verlo a diario y sin necesidad de querer matarlo.  Había perdido unos buenos minutos por estar con él.

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Malakiel subió los pies sobre el escritorio y luego dejó salir un largo suspiro al darse cuenta de que Vanessa era una becada y que tal vez tocó una parte que no debería, pero era que ella siempre buscaba la manera de estar en su contra en todo. Esa chica era demasiado para él, muy hermosa, difícilmente podía pasar desapercibida ante las personas, ya que con su cabello corto, grandes ojos verdes y su personalidad tenía mucho qué decir.

Se puso de pie y miró hacia la ventana, en donde se supone que daba una excelente vista hacia todo el campus, y la vio correr hacia la cafetería en busca de algo comestible. Ella sin darse cuenta le había confesado algo que podría usar para su cometido.

Las brujas eran conocidas porque llegaban virgen hasta el matrimonio, o a una edad en la que su fertilidad era muy buena para algunas cosas.

Él quería un hijo, solo uno y podría salir de muchas preocupaciones a futuro.




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