Era el día de la boda de su mejor amiga y Vanessa se encontraba mirando todas las fotos que Malakiel le había estado enviando como trabajo, el semestre apenas tenía unas pocas semanas de haber iniciado y ya sentía que no podía con más. Incluso, podría llegar tarde por culpa del alfa, ya que este le dijo que posiblemente le mandaría más cosas en el transcurso del día para que se las entregara lo antes posible. Apagó su computador y lo lanzó hacia la cama, en unos minutos llegaría el taxi que la llevaría a la casa de su amiga Rebecca, y se sentía mal por haberla traicionado de esa manera tan cruel, pero no había de otra.
— Señora, su nieta se casa hoy. Iré a su boda —cerró la puerta de su pequeño apartamento—. No puedo hacer nada, ella tarde o temprano sabrá que es una hibrida.
— ¿Su esposo la ama? —preguntó la abuela de Rebecca y ella se quedó en silencio—. ¿No me dijiste que era algo por conveniencia?
— Sí, lo es —Vanessa le dio una sonrisa al taxista—. Me hubiese gustado que estuviera aquí para que la viera.
— No podemos vernos, lo sabes. Durante años hemos estado supuestamente muertos para ella, tú eres su mejor amiga en estos momentos —eso fue una especie de incomodidad—. Recuerda, ella aún no puede saber que nosotros la hemos cuidado como si nada.
— Lo sé, tengo que irme —terminó la llamada antes de que ella dijera algo más.
Movió la cabeza de un lado a otro, debía llegar lo antes posible a la fiesta, ya que como era una de las damas de honor, le sería complicado a ella el tener que darle explicaciones a su amiga de muchas cosas. Vanessa era una bruja que se regía por las normas de su aquelarre. Llegó a la casa de su mejor amiga, sin darse cuenta de que Malakiel había hecho lo mismo.
— Hola, tú debes ser Vanessa —una mujer que se veía mucho más joven que ella se acercó—. Soy Marsella, la madre de Marco.
— Es una loba milenaria…
— Y tú una bruja —sus mejillas se pusieron rojas—. Vamos, debemos ayudar a Rebecca.
Subieron las escaleras hasta la habitación en donde se encontraba su amiga y esta de inmediato se abalanzó sobre ella.
— ¡En verdad viniste! —Rebecca la abrazó—. Gracias, gracias. Marco dijo que sería una pésima idea.
— Sin embargo, lograste convencerlo —Licy, otra mujer que parecía estar en cinta se acercó—. Vamos a terminar de arreglar a esta mujer.
— Así que mi mejor amiga ya está a nada de casarse con un hombre millonario y que esta misma noche dejará de ser la virgen Rebecca —dijo Vanessa en modo de broma y Rebecca la miró mal—. Es que eres tan pura, casta y algo loca.
— Me volví de esa forma después de conocerte —rodó los ojos—. Además, ahora seré una mujer poderosa y con mucho dinero.
— Tendrás dinero únicamente para comprar más chocolate —se burló Licy—. Estás con un poco de peso, por encima del normal.
— Marco me compra chocolates todos los días —mintió—. No me miren así.
— No creo que Marco te haya comprado chocolates únicamente por gusto, en donde él siempre dice que tienes estrictamente prohibido comer más de tres barras al día.
— Marco no tiene por qué enterarse de que como varias cajas al día, ¿se lo vas a decir, Lucy?
— No, se lo diré yo —dijo la Marsella colocándole el velo—. Eres muy hermosa y mi hijo es muy afortunado de tenerte con él.
— Muchas gracias —sus mejillas se pusieron rojas—. Estoy nerviosa, es la primera vez que me caso.
— También es la primera vez de Marco y él está mucho más nervioso que tú porque piensa que te irás antes de llegar al altar con él —la omega arregló su cabello—. Espero que puedan ser felices y que le des una oportunidad a mi hijo, él te quiere mucho, se nota cuando está contigo, pero es algo cerrado y no le gusta decir lo que siente.
— Yo…
— Eres la única de las que están aquí que no sé da cuenta dé que Marco te quiere —dijo Vanessa metiéndose en la conversación—. Cuando te fue a buscar la última vez en la cafetería, estaba muy feliz de verte, ahora vienes y dices que no ves eso. Es un alfa que quiere meterte la mano hasta el fondo.
— Confirmo —dijo Licy—. En el crucero, se veía cambiado estando contigo, muchas veces me pregunté si todo era actuado. Marco se veía con otras personas de manera seria, pero contigo su expresión cambiaba.
— ¿Ves? —preguntó Marsella—. La única que no se da cuenta de eso eres tú. Por comer tantos chocolates.
— Los chocolates no tienen que ver con que yo no vea lo que ustedes dicen —infló las mejillas—. Marco no parece el tipo de hombre que crea en el amor a primera vista.
— Por algo te propuso que fueras su esposa en lugar de darte lo necesario mensualmente para que puedas criar a su hijo —dijo Vanessa suspirando—. Él te sacó de la cafetería, te dejó trabajar para él e incluso te lleva a cualquier evento que tengas para que todos vean que eres su mujer y la futura madre de sus hijos...
— Solamente vamos a tener este —la interrumpió—. Yo no quiero más niños.
— No los vas a querer hasta que no los veas —dijo Marsella—. Yo no quería tener a Marco, era muy joven cuando lo tuve y era alguien de espíritu libre. Markus era alguien muy temido y lo sigue siendo, pero conmigo es más dócil.
— En el tiempo que los llevo conociendo, nunca lo he visto enojado con usted o diciendo cosas que no debe. Parece que el amor de ustedes dos sigue más vivo que nunca.
— Es que Markus no puede decirme nada —Marsella dejó salir una carcajada después de decir eso—. Cuando te veo, creo que me veo a mi misma en el pasado, queriendo dominar al mundo.
— Matteo dice eso también —dijo Licy—. Que ni siquiera al pasar los años deja de ser una mujer con mucho temperamento.
— Es inevitable no tenerlo —Marsella le guiñó un ojo a Licy—. Ya es momento de bajar e ir a tu casamiento con mi hijo.
— Siento que voy a vomitar en cualquier momento, no me siento lista. Apenas voy a cumplir veintiuno.
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Editado: 13.04.2022