Un hijo para el profesor

Capítulo 5

Malakiel arrugó la nariz y luego estiró su mano hacia el lado contrario de la cama, viéndolo completamente vacío. De inmediato se sentó de golpe en la cama y buscó a Vanessa por alguna parte de la habitación, dejando ver que ella se marchó como si nada y lo dejó como si fuera un prostituto. Por un momento se sintió usado, como posiblemente se sintieron las mujeres con las que antes había estado. Se dejó caer otra vez en la cama, y una pequeña risa carente de humor se hizo notar; sin duda ya todo se estaba saliendo de las manos, ella se marchó como si nada.

— Me siento como si me hubieran utilizado —bromeó consigo mismo—. Es la primera vez que esto me pasa, no puedo creerlo. Qué vergüenza.

Se quedó un momento mirando el techo, pensando que fue lo que hizo mal como para que ella se marchara como si nada; no la lastimó tanto como para que ni siquiera le diera una señal de humo o una oportunidad de poder conversar como intentaban sus otras amantes, ya se sentía muy cansado de todo. Había disfrutado mucho estar con Vanessa, que ella se entregara a él como lo hizo fue algo que jamás consideró experimentar antes. Se dio una ducha y buscó algo de ropa que ponerse. Por lo visto; Vanessa se había llevado algo de su ropa, ya que le faltaba una camisa. Al menos debía agradecer que su hermano Marco tuviera tantas cosas en su casa para que todos sus hermanos las usaran cuando fuera necesario. Salió de la habitación, encontrándose con su hermano Matteo con cara de pocos amigos.

— Licy me sacó de la habitación —fue todo lo que dijo su hermano—. Buenos días.

— Es que la molestas mucho, eres como un perro detrás de una cola —se encogió de hombros—. De casualidad no te lanzó por la ventana.

— En más de una ocasión lo intentó —Malakiel se detuvo al escucharlo—. Es una mujer con mucha fuerza, no se rinde tan fácilmente.

— Me hubiese encantado verla hacerlo —bajaron las escaleras—. ¿Cuándo te irás de aquí?

— Cuando Licy desee —Matteo metió las manos en sus bolsillos—. Dijo que este es el único lugar en el cual puede estar feliz durante un buen tiempo antes de volver a mi lado.

— Creo que te estás pasando con ella, no merece que la mantengas en cautiverio solo por gusto —bajaron las escaleras—. Marco estaba muy desesperado por irse con su nueva esposa.

— Así es —Matteo vio a su padre vestir únicamente un pantalón de chándal mientras su madre lo miraba con deseos de querer matarlo por el tremendo espectáculo que estaba dando—. Vamos al jardín antes de que mamá termine de mandarle una lámpara a nuestro padre.

— Me hubiese gustado que nuestros padres fueran unos ancianos —dijo Malakiel mirando hacia el jardín—. Es incómodo cuando las personas te miran como si fueras un loco al decir que tus padres son de esta manera de jóvenes.

— Es porque papá es uno de los primeros milenarios —respondió Matteo—. Estar en este lugar es bueno, me gusta.

— Te gusta porque a Licy también le gusta —le invitó a sentarse—. Recuerda lo que te dije, tienes que darle espacio.

— Anoche me dijo que se iría en cuanto tuviera oportunidad de hacerlo —el otro alfa chasqueó la lengua—. Ella cree que la dejaré ir tan fácilmente.

— Matteo, te lo diré ahora antes de que sea demasiado tarde —cruzó las piernas—. Tienes que darte cuenta de que tú le mentiste diciéndole que le darías el dinero de la renuncia y al final terminaste por engendrar a dos bebés.

— Es que ella ha estado conmigo durante años…

— Enamorada y entonces cuando ella decide irse a otro lado; tú la engañas con cosas baratas…

— Dejemos de hablar de mí —Matteo lo detuvo—. ¿Qué tal vas tú con la vida de profesor?

— Va bien, estuve pensando en salirme durante un tiempo de todo —. Se rascó la nuca—. Debo saldar unas cosas por mi propia cuenta y estando ahí no lo voy a lograr.

— Si aceptas ser el ministro de educación ganarás más dinero —propuso él—. Es algo bueno para ti y sin duda podrás salir adelante.

— No, me gusta estar en la universidad con mis alumnas —se pasó la lengua por los labios—. Es algo completamente bueno y que sin duda me ayuda a…

— Poder llevártelas a la cama —Matteo completó por él—. ¿Esa chica de anoche es otra más de tu lista?

— No, ella es un grano en mi trasero —apretó el puente de su nariz—. Esta mañana simplemente se fue sin decirme nada. ¿Qué clase de mujer hace algo así?

— ¿Te sientes mal porque ella se fue sin decirte?

— Sí, no se supone que sea de esta manera —se hundió en el asiento—. No me gustaría que esto pasara otra vez —murmuró—. Vanessa es muy hermosa y ella hizo algo conmigo anoche que lo más seguro es que la meta en serios problemas. No tiene más opción que regresar conmigo.

— Si no es que ella termina por matarte —los dos rieron—. Trata de hacer que esa chica no vea un enemigo en ti.

— Es divertido verla furiosa conmigo. Esa es una de las cosas que más me gustan de Vanessa, que no tiene filtro y dice todo lo que le llega a la mente.

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Vanessa golpeó su rostro varias veces contra la almohada. Cayó bajo los encantos de Malakiel después de unos cuantos tragos y es que no podía decir que no estaba de acuerdo. ¿Lo peor? Es que su aquelarre la mataría por romper una tradición de siglos. Desde que llegó a su apartamento el teléfono no sonó en ningún momento, por lo que supuso que solo fue una más en la lista de ese alfa; algo que le molestaba.

— Fui una tonta —gruñó—. Debí hacer que su cosa se quemara.

Sintió un ligero dolor en su parte íntima, algo que dejó pasar, ya que debía ir a trabajar por culpa de otra compañera y de Rebecca, porque ella estaba haciendo su trabajo. Se dio una ducha rápida, para ir a su trabajo. Por suerte le pagarían las horas extras que trabajaba, puesto que ella pidió estrictamente que no le dieran algún horario los fines de semana.

— Te ves lamentable —dijo su compañera Susan—. ¿Mala noche?




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