Un hijo para el profesor

Capítulo 7

Vanessa se pasó la noche pensando en lo que dijo Malakiel el día anterior, no era una idea tan descabellada después de todo, pero sus principios eran mucho más importantes que una noche gustosa con él. Era un alfa que tenía más de mil años de vida, que era todo lo que una mujer alguna vez deseó en la vida y sobre todo; ella simplemente era una bruja completa que había roto un pacto y que sin duda sería algo que le pasará factura más adelante.

— Hola —dio un salto al sentir los brazos de Jules sobre sus hombros—. No te he visto en estos días más que huyendo de no sé quién.

— Estoy huyendo del profesor Malakiel, ahora que soy su secretaria me deja más trabajos que hacer. No puedo siquiera concentrarme en algo.

— ¿Le dijiste eso? —Vanessa negó con la cabeza—. Debes decirle, no puedes continuar de esa forma.

— No puedo, me dijo que tenía que hacer todo lo que pida si quiero terminar el año con honores —dijo con pesar—. Él tiene el poder, yo debo seguir siendo la misma persona que cumple con sus reglas y me siento molesta porque no puedo negarle nada a menos que quiera morir.

— Tú eres una persona lamentable —Jules besó su mejilla—. Me hubiese gustado que nuestras vidas no sean tan complicadas.

— Lo son, por el simple hecho de que soy mayor que tú —pellizcó su mejilla—. ¿No tienes clases ahora?

— Sí, no quiero ir —él fingió estar cansado—. Apenas inició esto y me siento cansado de todo.

— Es normal, después te acostumbras —subieron los peldaños—. Yo tengo que trabajar y mantener esta beca por el simple hecho de que no puedo ya ni con mi propia vida.

—  La vida de ustedes los becarios es lamentable, pero tú la haces ver tan fácil —Jules la guio hacia su salón de clases—. Eres como una diosa y eso me gusta mucho.

— Gracias, ahora tengo que ir a mi clase con el profesor malvado y tirano…

— Te deseo toda la suerte del mundo —dijo Jules y le dio un último beso en la mejilla—. Recuerda que tenemos una comida pendiente con los otros chicos, para que no hagas planes con el profesor Malakiel.

— Bien, haré mi mejor intento.

Se despidió de su amigo con una pequeña sonrisa e ingresó al aula encontrándose a todos sus compañeros con los teléfonos en las manos. Ella no se quedó atrás y revisó su teléfono. Las noticias de la universidad eran una bomba en seguimiento, había expulsado a un gran número de alumnas por esparcir rumores acerca de un profesor, el cual era Malakiel. Esas chicas habían perdido todo por haber creído en las palabras de ese sujeto, ella podría correr con la misma suerte por haberse acostado con él. Echó su cabello hacia atrás, era una locura completamente eso que estaba pasando, ya no podía ni mirarlo y la propuesta que este le hizo quedó descartada desde el primer momento, no quería verlo. Sin embargo, era su maestro en más de cuatro asignaturas por lo que quedaba el resto de semestre, ¿algo peor? Que él podía elegir su destino para sus prácticas supervisadas en cualquier hospital o consultorio famoso del país.

— Buenos días —saludó Malakiel caminando hacia su escritorio—. Necesito que todos saquen sus libros, porque vamos a trabajar con el cuestionario que está al final de la unidad que trabajamos la semana pasada —ordenó sin mirarlos—. No quiero quejas, quiero que trabajen.

— Entendido, profesor.

Se veía enojado, por lo que decidió no molestarlo ese día, ya que podría descargar todo sobre ella. El teléfono que estaba a su lado vibró, lo dejó pasar, puesto que estaba más concentrada en buscar las respuestas de ese libro que en cualquier cosa, hasta que una llamada la asustó y tuvo que dejar todo de lado.

Quédate después de clases. Tenemos que hablar”

“No, tengo que comer con unos amigos” 

Bloqueó el celular y siguió con la asignación. Se sentía mal. Malakiel era como un grano en su trasero, demasiado horrible para ahuyentarlo. Con lo que aconteció ese día con las chicas que fueron expulsadas, ya tenía suficiente de él. Una vez que terminó todo, se puso de pie en el momento justo que otra persona pasaba por su lado y terminó cayendo nuevamente en su asiento, dándose un golpe en el codo.

— ¿Está bien, señorita Foster? —preguntó Malakiel preocupado—. ¿En dónde se lastimó?

— Estoy bien, no se preocupe —volvió a ponerse de pie—. ¿Puedo llevar mi libro?

— Sí, necesito ver lo que hizo.

Ella asintió e hizo una mueca cuando quiso estirar el brazo. Se colocó detrás de su compañero, moviendo el brazo de un lado a otro para aliviar el dolor, algo que no estaba funcionando y no podía usar sus dones delante de todos, ya que llamaría mucho la atención.

— ¿Segura que estás bien? —preguntó Malakiel mirando las cosas de su libro—. No parece que lo estés pasando bien.

— Será mejor que corrija mis ejercicios, porque lo más seguro es que la próxima expulsada de esta universidad seré yo —pasó saliva en seco—. No quiero perder mi beca.

— Quédate después de clases.

Ella asintió a regañadientes, debía incluir media hora menos a su hora de almuerzo y como tenía un turno más tarde en la cafetería no tenía de otra más que seguir adelante. Cuando llegó a su asiento, murmuró unas cuantas cosas para alejar el dolor y en cuestión de segundos ya no tenía dolor. El timbre de salida sonó y todos recogieron sus cosas, ella lo hizo de manera lenta y cuidadosa para poder quedarse con su sexy y latigable profesor.

— ¿Tienes dolor? —preguntó Malakiel en cuanto se acercó a su escritorio—. No parecías estar pasándola bien allá atrás.

— Sí, hice algo que me ayudará —estiró su codo—. Debo irme, tengo que comer con mis amigos.

— Estoy preocupado por ti, ¿y así es como me pagas? —preguntó acercándose a ella.

— Escucha, Malakiel —levantó las manos y se alejó de él—. Ya han expulsado a varias chicas por culpa de los rumores que armaron por tu culpa —negó con la cabeza—. Te lo dije antes, quiero terminar esto de buena forma, nada de líos que me lleven a querer matarte, porque sin duda pareces disfrutar el que yo quiera hacerlo todo el tiempo.




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