Un matrimonio con el Diablo

1: Noche de juegos

Presente.

Turquía, lunes 17 de mayo, 2012. 

La creencia de Thessar radicaba en que se podía encontrar tesoros valiosos en cualquier lugar. Ese fue el motivo que lo incitó a visitar un casino a las afueras de la capital. La noche transcurría a un ritmo lento sin que pasara algo bueno, esto arruinó el humor del millonario hasta que un escándalo le llamó la atención. Hizo un ademán con la mano para llamar a su asistente mientras reía divertido por la oportunidad que parecía presentarse.

Un escenario trágico iba a pintarse.  

—¿A qué se debe el alboroto, Galip? —cuestionó interesado, bebiendo un sorbo de su copa a medida que disfrutaba de la escena desde su asiento dorado. El castaño desvió la mirada, notando cómo el protagonista se arrastraba por el suelo. Tal humillación, hizo lamentarse a Galip, logrando que este informara: 

—Sigue pidiendo una nueva oportunidad pese a que ha perdido consecutivamente. —detalló en un informe verbal, limitándose a sus funciones. Thessar asintió para que prosiguiera con los datos más jugosos. —Además, ya se ha endeudado demasiado con el casino. —concluyó, esperando las órdenes de su señor. 

El viudo posó un dedo sobre su mentón, teniendo una idea retorcida en su mente, entonces anunció: 

—Paga sus deudas y que siga jugando. Me haré responsable. —declaró sin inmutarse, luciendo como un dios que jugaba con el destino de las personas. Galip no refutó, más bien, siguió la orden al pie de la letra, siendo incapaz de ir en contra del viudo. 

A continuación, se acercó a pagar las deudas del hombre, comentando a este que por el resto de la noche, Ülker sería generoso y lo apoyaría económicamente. Ante esta noticia, Kerem explotó en dicha, gritando que ganaría la siguiente vez. No obstante, durante el transcurso de la noche, Thessar fue un espectador de cómo el hombre perdía una y otra vez, despilfarrando una gran cantidad de su dinero. Lejos de molestarle, la trampa se fue tejiendo por sí sola a medida que el millonario movía las cuerdas de su nuevo títere. 

—¿Debería pararlo, Thessar? —se preocupó Galip, teniendo presente que si su jefe perdía su inversión, esto afectaría el patrimonio de los gemelos. —Señor. —entonó dicho término, tratando de que el turco reaccione, pero este solo balanceaba su copa, riendo.

No fue necesario su intervención, porque el vicioso se hundía por cuenta propia, se convenció el hombre de cabellos negros. Ante una mala racha, Kerem no podía procesar su situación actual. Hace unas horas, estaba seguro de que podría recuperar lo que había perdido, sin embargo, su esperanza poco a poco se fue desvaneciendo de sus manos hasta que el casino empezó a lucir desolado. 

Como si el aura de un demonio oscuro espantara a todos. 

Decidido a voltear su suerte, Kerem probó un nuevo juego, apostando de forma ambiciosa al sentir un buen presentimiento, aún así, volvió a perder. Esa noche no sería favorable para él. En el último intento, Thessar se levantó de su sitio y caminó hacia un Kerem temeroso, yaciendo este de rodillas como si no creyera que estaba más podrido que antes. 

—Hoy definitivamente no ha sido tu día. ¿No es así? —pronunció con un tono amigable, el prestamista, poniendo una sonrisa escalofriante que logró erizar la piel de Kerem. —Fuiste muy pretencioso y perdiste. —construyó los hechos, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. En silencio, le mandó una señal a Galip para que llamara al dueño del casino. 

—Y-yo… —tartamudeó impactado. —¡Los juegos están manipulados, señor! ¡No hay otra explicación! —aseguró Kerem, aferrándose a la tela de los pantalones caros de su benefactor. Este último borró su sonrisa, mirando a esa escoria como un bicho que podía aplastar. —Deme una oportunidad más para devolverle el dinero, una vez será suficiente. —prometió, temblando bajo los ojos irritantes del millonario.

Thessar soltó una carcajada, quitándose de encima al sucio adicto con una patada. Galip no se sorprendió, estaba acostumbrado a ver esa personalidad incongruente de su jefe. Tampoco se asustó cuando el pelinegro se arrodilló y tomó de las solapas al deudor, poniendo esa mirada de demonio bebedor de sangre. No había mucha diferencia entre ese apodo y su jefe.

—¿Es que acaso no te das cuenta que pierdes por tu incompetencia? —escupió asqueado por el diminuto cerebro de Kerem. Había visto al sujeto apostar y tirar su dinero toda la noche, luciendo acompañado de mujeres. Lo que más odiaba Thessar era a la gente estúpida y cobarde. Ante su intimidación, vio al hombre temblar bajo su tacto, cuestión que le aumentó el ego por el miedo que emanaba. —Ahora dime. ¿Cómo piensas pagarme lo que te he prestado? —preguntó insensible, apretando la camisa del hombre. 

Siendo honesto, Thessar no se moría por tener su dinero de regreso. Era una cuestión de deleite, porque disfrutaba ver el sufrimiento de la gente y que esta muriera en agonía, intentando llegar a un trato. Lo único que no esperó, era que en ese pueblo que a duras penas mantenía un casino para turistas, un perro lunático dijera: 

—¡Tengo una hija! —chilló como si la existencia de su muchacha fuera suficiente. Thessar demostró desconcierto ante dicha mención. ¿De qué demonios le servía saber que el hombre era padre de una mocosa? Aún así, el millonario preparó sus oídos. 




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