La mueca desagradable en el rostro de Thessar era evidente. Llevaba media hora escuchando las excusas inútiles de Kerem. En términos simples, este prácticamente estaba regateando a la muchacha de cabellos marrones y ojos vacíos tal cual producto de mercado. Nunca se había topado con un padre tan inescrupuloso.
Para el turco, no había pasado desapercibido el aspecto frágil y hermoso de la joven pese a que mostraba signos de sufrir de maltrato físico. Incluso si cualquiera podía darse cuenta, él no movió ningún dedo para ayudarla. Tampoco se conmovió cuando el sensible de Galip, mostró lástima por la realidad de la niña, cuya edad debía rondar los veinte.
Le daba jaqueca escuchar la voz de Kerem.
—¿Podemos hacer un trato, mi señor? Le aseguro que no se arrepentirá. Puede quedarse con ella. —aseguró ansioso, apretando sus manos mientras mantenía a su hija arrodillada, luciendo como una esclava, cuyo dueño era su progenitor. —Y-yo no tengo más bienes. Vivo en una casita alquilada y solamente tengo a esta muchacha. —se justificó, sonriendo de forma inestable ante la mirada penetrante de Thessar.
El turco de cabellos negros dio un vistado rápido a la joven, teniendo en cuenta que esta no decía nada, ni siquiera se defendía o rogaba por piedad. Únicamente, se limitaba a temblar, apoyando su peso en aquellos brazos delgados. Era claro: La fémina había aceptado su destino, asumiendo el papel de ganado vendido.
—¿Acaso no sabe que no puede vender a su hija como si nada? ¿No conoce de los derechos de la mujer? —intervino molesto Galip, defendiendo al débil. Al mismo tiempo, sacó un tema tabú en aquel pueblo ignorante. Kerem no articuló palabra, más bien, se quedó sin saber qué responder. —Si fue bueno para apostar, entonces pague. —sentenció serio, esperando el apoyo de Thessar ante su decisión.
Su jefe no pensaba lo mismo.
El viudo se levantó de su asiento, dando una serie de pasos hasta que quedó frente a la muchacha, esta permaneció cabizbaja, teniendo el cabello enmarañado. El turco se dispuso a evaluar la situación sin mostrar alguna expresión en el rostro. Mandar a prisión o hacer que sus hombres golpeen a Kerem, no suponía un beneficio para su causa. Además, la melena de la chica era peculiar y similar al color de los gemelos. Quizás, podría hacer que lo aclararan más, logrando el tono perfecto.
—Su nombre es Bahar. —destacó como dato adicional Kerem, sintiendo la presión de Galip. Aún así, lo ignoró al percatarse del interés del millonario por la niña.
Thessar adoptó una actitud burlesca al arrodillarse a la altura de Bahar, entonces tomó su mentón para inspeccionarla. La muchachita tembló ante el toque áspero, conteniendo sus emociones cuando él la leyó tal cual libro accesible.
Tenía que otorgarle mérito.
Desde el punto de vista masculino, era una turca sumamente atractiva. Una vez se cansó de admirar aquel diamante en bruto, dedujo con rapidez la condición de Bahar. Si el pueblo era machista, no sería inesperado encontrar al culpable de los golpes dentro de su círculo familiar. Era como percatarse de que cada moretón era un símbolo de rebeldía y oposición.
Pronto, el viudo se resguardó tras su personalidad fría y calculadora, evaluando la posibilidad de que la niña pudiera ser de utilidad. Fue entonces cuando se topó con los iris claros de la muchacha, a sabiendas que Thessar no tenía expectativa respecto a que Bahar tomara la iniciativa de hacer contacto visual. Lo que vio en sus ojos pudo haber sido la razón de su decisión.
Galip se desconcertó al escuchar el mandato:
—Tomaré a tu hija como esposa. —cedió sin remordimiento e incapaz de despegar su mirada de la de Bahar. Incluso si la muchacha no lo decía con palabras, él supo interpretarla, tomando conciencia de que su elección fue la mejor, porque encontró paz y alivio en sus iris. —De esa manera, perdonaré tus deudas. Ahora, desaparece y no pienses jamás en acercarte. Desde este momento, ya no tienes una hija. —decretó sereno, entonces se levantó, haciendo una señal para que se fuera. Kerem hizo una venia, agarrando la bolsa de dinero que le lanzó Galip a regañadientes.
Cuando quedaron los tres, el asistente hizo una mueca, siendo difícil para su persona comprender qué tramaba Thessar. El millonario evitó darle una explicación, solamente dejó que la situación fluyera. A sus ojos, la muchacha pobre con la que se casaría, significaba una inversión y nada más. Incluso creyó que le estaba dando mucho, porque pudo tomarla como amante en lugar de darle un papel tan importante como el de su esposa.
La última señora Ülker era incomparable.
—Espero no me des problemas. —advirtió a la joven, recibiendo un movimiento de cabeza a modo de afirmación. Bahar no se salió del papel que eligió interpretar. Era inteligente y sabía jugar sus cartas. —Galip, encárgate de refinarla. Debemos irnos. —se dirigió a su asistente, avanzando hacia la salida. No le interesó nada más, lo único que lo mantenía medio cuerdo era su deseo por cumplir su venganza. Así fue cómo subestimó a su futura esposa.
Mientras era ayudada por el asistente de su comprador, Bahar ocultó con perfección esa pequeña sonrisa dibujada en sus labios. Había sido un éxito escapar de su abusivo padre. El dueño cambiaba, pero era mucho mejor salir de ese lugar. Algún día, las cosas cambiarían, pensó convencida, deteniendo su andar cuando Thessar se giró a verla y con prepotencia, agregó: