Turquía, Ankara.
Jueves 20 de mayo, 2012.
Bajo un manto de pensamientos negativos, Bahar se había preparado para sufrir cualquier aberración a manos de su nuevo dueño, porque él no era diferente al resto de hombres que conoció en el pasado. La verdad era una; el pelinegro la compró. Mientras se mantenía alerta, se sorprendió al llegar dos días más tarde a la capital. La muchacha nunca escuchó de la familia Ülker, por esa razón, desconocía del impacto y la fuerza del apellido. ¿Cómo podía saberlo? siempre estuvo confinada en su pequeño pueblo natal.
Por el ajetreo, tuvo que movilizarse en un auto independiente, siendo acompañada por Galip. Trató de no salirse de su papel, sin embargo, seguía teniendo una personalidad infantil que apenas podía controlar. Por dentro, se encontraba asustada y lidiaba con sus inseguridades. Jamás se le cruzó por la mente que al pisar la propiedad Ülker, una gran cantidad de empleados saldrían a recibirla, intentando congraciarse con la futura señora.
El rumor recorrió cada rincón de la mansión antes de su llegada.
—Su habitación será esta, señorita Bahar. —informó serio Galip, escoltando a la dama. Para nadie fue difícil darse cuenta de la condición de la joven, esta prefirió tener el cabello cubriendo su rostro golpeado. —Ayuden a que la señorita se instale. —ordenó a las empleadas seleccionadas para atenderla.
Ante tal atención, Bahar no pudo articular ninguna palabra. Tampoco se despidió de Galip cuando este abandonó el dormitorio y la encargó con las mujeres, estas se dedicaron a asistirla, evitando preguntar sobre sus orígenes o el por qué lucía como una mujer abusada. Dicha consideración, hizo que la turca se relajara ante las desconocidas. Sin embargo, esa calma duró poco, ya que para la hora del almuerzo, Thessar la visitó en su habitación.
—Estás rígida, Bahar. —resaltó indiferente, limpiando la comisura de sus labios al finalizar su comida. —¿Sabes? Me gusta negociar en un ambiente privado y tranquilo aunque lo más importante es que sea cómodo para mí. No me interesa cómo se sienta la otra parte. —aseguró franco, restando relevancia a la muralla que puso la muchacha entre ambos.
La turca concentró su mirada clara en el plato a medio comer, ocultando sus manos moradas debajo del mantel. Era imposible para ella no estar a la defensiva pese a que las empleadas se esmeraron por vestirla de forma hermosa, incluso Galip puso mucho empeño para enseñarle la etiqueta más básica en un corto período de tiempo. Aún así, Bahar era muy consciente de su situación.
La decoraron como a un adorno para lucir bien.
—Lo tendré presente, señor. —contestó en un susurro, jugando con los dedos de su mano. Un escalofrío asqueroso le erizó la piel a medida que sentía la mirada masculina encima suyo. Entonces, recordó los problemas que le causó tener una apariencia bonita. Creyó que con la golpiza que le dio su padre, no llamaría la atención de ese hombre.
—Bien. —comentó aburrido, analizando la actitud de la turca. Antes de seguir viendo fijamente a la fémina, prosiguió: —Espero que no seas tan ignorante y actúes de forma digna pese a que tu función es simple. —entró en contexto, alzando la voz para llamar a las empleadas. Pronto, los platos fueron retirados, apareciendo Galip con una carpeta amarilla. —Este matrimonio es por obligación. —estableció autoritario, presionando a Bahar. —Tienes dos alternativas si no quieres contraer nupcias conmigo. Me pagas el dinero que me debe tu padre y obtienes tu libertad o te casas y vives con comodidades el resto de tu vida. —planteó los dos caminos viables, esperando la reacción de la muchacha.
Era una oferta desde la percepción de Thessar a diferencia de Bahar.
Al escuchar la propuesta, Galip volvió a sentirse impotente, porque no tenía el poder ni la influencia para ayudarla. Ni siquiera había logrado convencer a su jefe de que cambiara de idea pese a lo absurdo que era que Thessar se casara con una niña mucho menor.
Bahar disimuló su incomodidad y miedo.
—Si acepto la segunda opción. ¿Qué debo hacer? —se atrevió a preguntar. Se había percatado de que si ese hombre se disponía a golpearla, la mataría en el primer intento. Él era alto, corpulento y millonario mientras que ella era lo contrario. Además, no confiaba en el sexo opuesto, era pecado si cedía su confianza.
Thessar no pasó por alto el gesto inconsciente que hizo la joven.
—No soy tan inhumano, Bahar. —sentenció distante, revolviendo su cabello. —Necesito una esposa bonita, no una mujer que me ame. Te respetaré si es lo que te preocupa, mocosa. —esclareció cualquier malentendido que se pudiera dar. En ese instante, la castaña alzó la mirada, topándose con el iceberg enfrente suyo.
Thessar levantó la mano, haciendo un ademán a Galip.
—¿Con qué fin? —replicó desconfianza. Lo que decía no podía ser verdad, entonces el asistente volvió a aparecer y otra empleada, ambos cargando a un niño en brazos. El viudo los hizo detenerse, manteniendo una distancia mientras la mirada de los menores seguían los movimientos de su padre.
El millonario se plantó delante de Bahar y se inclinó para susurrarle:
—Tu único trabajo es amar y cuidar de los gemelos. —notificó como empleador, alejando lentamente su rostro para ver la expresión de su futura esposa, entonces sostuvo su mentón con fuerza, sonriendo con arrogancia: —No eres diferente a una niñera, así que hazlo bien y no pienses en cosas absurdas. —dio su primera advertencia, disfrutando de la palidez de Bahar. —Te tomaré como esposa, porque ellos necesitan una figura materna, no hay otra razón. Ni siquiera eres una mujer ante mis ojos. —escupió sin emoción. —Si entiendes lo que te digo, firmarás. —le recomendó, haciendo que ella entendiera el mensaje entre líneas. —Me voy, encárgate del resto, Galip. —transportó la carga del asunto a su asistente.