Respiré hondo, debía dejar de llorar si quería salir de aquí, ese era el primer paso, luego saldría corriendo para poder buscar una salida, pero… ¿A quién quiero engañar? Es un estúpido laberinto, he caminado más de lo que mis pies pueden soportar y simplemente no encuentro salida. De verdad que Eric tiene una mente bastante dañada. ¿A qué persona con el sentido sano se le ocurre meter a una persona inconsciente en un laberinto?
Llevo 5 días según mis cálculos, pérdida en este enredo, he perdido las esperanzas, él no vendrá por mí. No soy una princesa la cual su príncipe azul viene por su rescate. Eso definitivamente a mí no me sucede.
Mis mejillas estaban pegajosas, gracias a las lágrimas secas, hacía una esquina se encontraba un portador de agua potable, por lo menos Eric no era tan inhumano, y en varias esquinas hay portadores de agua, al parecer aun no me quiere muerta. Me levanté del suelo y caminé hacía el potador de agua, abrí el grifo y tomé la cantidad de agua que mis manos lograron capturar, para luego limpiar mis mejillas con ella.
El agua me traía muchos recuerdos, los últimos 4 días he estado recordando, es lo que mantiene viva. Aunque me siento muerta en vida.
~
La lluvia caía con fuerza y ya no valía la pena seguir corriendo, mi cuerpo estaba completamente empapado, escapar del chaparrón ya no era la opción más razonable. Debía mudarme, antes estaba indecisa sobre mudarme o no, pero la lluvia me había ayudado a tomar una decisión. Eso de vivir lejos de la universidad no es prudente.
Aún faltaban varias calles para llegar a mi casa, y a mi alrededor no había ni un alma, eran escasos los autos que pasaban a mi lado, y eso me inquietaba un poco, cualquier cosa podría pasarme y no podría pedir ayuda, ni mucho menos alguien que me brindara auxilio. No quería ver la hora, porque mi teléfono probablemente ya está muerto por la cantidad de agua que ha caído sobre mi mochila. Aunque podría deducir que son pasadas de las 9 de la noche.
Maldigo de nuevo el hecho de no traer un paraguas conmigo.
Suspiro y continúo con mi trote apresurado.
Noto como un auto pasa a mi lado lentamente, ¡Vaya auto! Tendría que robar un banco para poder poseer uno así.
El auto sigue su rumbo, pero acelera, y me pregunto por qué habrá pasado tan lentamente. Sin embargo trato de no concentrarme en cosas sin importancia, Debería estar pensando en mis trabajos finales, aun me falta muchos de ellos, y ya me visualizo entregando todo a las patadas el día de las evaluaciones.
No es que sea muy mala, pero si perezosa, creo que debo recibir el primer lugar en esa categoría, puedo tener miles de cosas por hacer, y prefiero leer, ver una película o dormir que hacer mis deberes.
Mi piel se eriza, y brinco cuando veo el auto que hacía unos minutos acababa de ver se para a mi lado, trato de seguir mi camino, pero una gruesa voz me detiene.
- Sube
Quiero gritar pero me contengo, no es momento de ser una loca.
El miedo me invade y aun no me atrevo a voltear y mirar al propietario de aquella voz tan gruesa pero de buen tono, opto por hacer caso omiso y seguir mi camino.
Escucho como el auto comienza a andar detrás de mí y circula a mi lado, esta vez decido observar de reojo, y veo aquel auto de color blanco, la ventanilla esta por la mitad y sólo logro ver parte del cabello de aquel hombre.
- ¿Quieres seguir mojándote?
- No subiré – me atreví a responder mientras apresuraba aún más mi paso, pero igual daba él podría alcanzarme aunque corriera con todas mis fuerzas.
- No seas testaruda, sube.
Pare en seco y me atreví a mirarlo, me quede sin habla, era extremadamente guapo, aunque la luz no me ayudaba a detallar su rostro.
- ¿Piensas quedarte allí sin decir nada? – esta vez su tono fue grosero, fruncí el ceño y seguí caminando.
¿Quién se creía este hombre?
- ¡Maldición! ¡Esmeralda sube o te subo a la fuerza!
Pero que… ¿Mierda, este tipo como sabe mi nombre?
Giré a verlo, se encontraba fuera de su auto, su contextura es delgada pero musculosa, se podía notar en sus brazos y piernas. No pude decir nada, solo grité cuando sus fuertes brazos rodearon mis piernas para luego separarlas del suelo y hacer que mi cuerpo se eleve. Mis gritos y pataleos no sirvieron de nada, él no hacía lo que pedía sólo me llevaba hasta su auto.
Ya adentro el pánico me invadió, traté de abrir la puerta pero ya esta no se podía abrir, el muy idiota había colocado el seguro para niños. Grité cuando lo vi subir, su camisa azul oscuro estaba empapada, de verdad estaba lloviendo fuerte.