Una Bebé Para El Italiano

2: No te vayas

2 de agosto, 2028.

Su ex esposa lo asesinó tan pronto huyó como cobarde, dejando en sus brazos a una bebé, diciéndole que era su hija. No era posible que esa cosa fuera suya, Annia estaba mintiendo y en cualquier momento regresaría por la pequeña, quien sollozaba desconsoladamente ensordeciendo a todo el condominio de departamentos. Compró un portabebés por temor a lastimarla y también porque no soportaba cargarla.

Fue a buscar a su ex a la casa, donde vivían antes juntos, pero los vecinos le comentaron, que la propiedad estaba abandonada hace meses y no tenían noticias de Annia. Cansado e irritado por la niña, llamó a la italiana, marcándole un montón de veces, sin embargo, en ninguna ocasión contestó o respondió las llamadas, le llenó el buzón y los chats con mensajes, no obstante, ninguna señal de vida dio. Recurrió a acudir con Dante, ese desgraciado a quien se lo comió la tierra también junto a su ex. Estaba enloqueciendo y con una criatura, que no se callaba.

Moriría de estrés y su trabajo acumulado no esperaba, iba a fallecer en cualquier momento y lo peor es que no era capaz de ver a la bebé a la cara, temía encontrarse con la verdad y que sí fuera su hija. Podía ser cierto como también podía ser mentira. Se divorció hace un día y Annia nunca le notificó que esperaba un bebé de él, si lo hubiera sabido habría estado con ella durante el embarazo, pero esa strega—bruja—ni siquiera informó el nacimiento.

—¡Per favore! Smetti di piangere, bambino. (Por favor, deja de llorar, bebé). —se arrodilló, implorándole misericordia con sus oídos, pero la niña lloró con más fuerza, gritando y calvándole una daga en el pecho, advirtiéndole que tenía hambre, cuestión que Antonie no entendió. —¿Cómo diablos se cuida a una bebé? No sé preparar un biberón, tampoco cambiar un pañal. ¿Y si la intoxico y se muere por mi culpa? —las dudas y las inseguridades lo hicieron querer lanzarse por el balcón, agarrándole un miedo inexplicable a la criatura en el portabebés.

Se alejó de la cosita pequeña, arrastrándose por los suelos para llegar a su celular y marcar el número de su hermano mayor, quien ya era padre de tres niños pequeños y quizás él sabría qué hacer para callar a la cosa chillona. Fue una bestia al pedirle a Eric De Luca, que viniera porque era una emergencia, asustándolo, de lo contrario, jamás habría acudido a su rescate.

—Parecía poseída, no dejaba de llorar. —manifestó lleno de terror, manteniéndose a una gran distancia de la bebé. Eric se masajeó la cara, condujo como cabra loca luego que su hermano le hubiera dicho, que se rompió la espalda, cayéndose en el baño. Agarró el biberón preparado y lo dirigió a la boca de la bebé, cargándola en sus brazos como a su hija pequeña Fabianne.

—Tiene hambre, idiota. —remarcó su falta de compresión con una recién nacida, quien se aferraba al biberón con la fórmula disuelta. Su hermano mayor le ordenó que llamara a la farmacia y pidiera que le trajeran a domicilio algunas cosas esenciales. —Aún no me has dicho de quién es esta bebé. Llegué y me lanzaste a ella como si me fuera a comer. —indagó, calmando a la niña porque ya estaba sospechando. Conocía a Antonie y no lo creía capaz de secuestrar niños.

Antonie De Luca soltó un suspiro largo, yéndosele la vida en ello.

—La niña no está registrada, ni siquiera sé su nombre o cuánto tiempo de nacida tiene. —explicó torpemente, angustiándose porque no encontró nada con respecto a ella. Su hermano se giró, enarcando una ceja para exigirle que le dijera la verdad y no dilatara su tiempo. —Annia dice que…es…mi…h…hija. —botó ese trago amargo en su garganta, aquel pedazo de navaja que le costaba decir y no se creía que estuviera ahí. Los ojos de Eric se ampliaron de golpe, abriendo la boca para procesar lo que escuchó mientras alternaba miradas entre la bebé y su hermano menor.

—¿Tu hija? Dijiste que solo te ibas a divorciar y… ¿eres padre? —refutó afectado por la noticia. ¿En qué momento? Se preguntó, igual que el reciente papá, que se negaba a aceptar tal mentira por boca de su despechada ex. —¿Dónde está Annia? Si es tu hija por qué….

Antonie lo cortó, acercándose unos pasos para explicarle.

—Ella dice que es mi hija, pero no estoy seguro de eso. —dio a conocer su punto de vista por más ruin que suene porque la niña era una copia de la madre. —Cuando ya nos habían divorciado, me dejó a la bebé en los brazos y luego salió huyendo. Traté de localizarla y aún así no doy con ella. ¿Qué quieres que haga? ¡No quiero ser padre! —habló promovido por los nervios y los sentimientos, que lo atormentan en el instante. Por lo general, Antonie se caracterizaba por pensar con la cabeza fría, aunque no podía hacerlo ahora cuando la mocosa no dejaba de chillar cada cinco segundos. Eric le quitó el biberón de la boca a la bebé y luego la puso sobre su hombro, golpeando su espaldita ligeramente. —Le sacarás los órganos, hermano. —dudó de la experiencia del mayor, quien más tarde le sacó los gases a la niña, quien dentro de poco se quedó dormida mientras el pelinegro la mecía en brazos.

—Si no estás seguro, hazte una prueba de ADN. —le planteó una solución, ignorando el anterior comentario del menor. —Así te sacas de dudas. —simplificó todo el acto, trastornando a Antonie, quien se tomó la cabeza entre las manos.

—¿Y si es mi hija y en el futuro se entera, que su padre era un malnacido que dudaba de su sangre? O peor aún. ¿Y si educo a la hija de otro y luego viene a quitármela? —expandió sus problemas, cayéndose en el sofá con miles de problemáticas. Eric sonrió, observando con ternura a la bebita que podía ser su sobrina y prima de sus hijos. —Carajo. —se hundió en el fondo del mar, perdiéndose entre olas y al mismo tiempo, siendo arrastrado a la orilla. —Dile a Alessia que te quedarás conmigo hoy y también mañana, pasado mañana quizás te vayas, o tal vez el fin de semana, eso sería mejor. —levantó su cuerpo como resorte, suplicándole al mayor que no lo abandonara con esa niña.




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