Una elección un destino

Capítulo 5: Complicada

Al día siguiente, siento una voz que me dice: 
—    Cloe, despierta ya, sino se te va hacer tarde para ir al polideportivo.
No podía abrir mis ojos de lo cansada que estaba.
—    Cloe, hija, ¡levántate!
—    Sí, mamá, ya me levanto.
Me levanté como pude, fui al baño a darme un baño sino no iba a poder estar al 100%. Bajé al comedor, mamá ya me había dejado preparado el desayuno, mientras que ella se arreglaba en el baño de invitados. Nunca la iba a ver salir sin arreglarse su cabello y ponerse maquillaje. Me llevó al poli y de ahí me pidió que la llamara a qué hora jugaríamos, ya que eran varios grupos y quizás hoy podría estar presente.
Entre al lugar, me había olvidado de ponerme mi súper coleta para mi cabello. Quién me mandaba hacer tan olvidadiza y tener la cabellera por debajo de las caderas.
Me reúno con las chicas y con la profesora, pregunto si tienen una coleta para prestarme, todas dicen que no.  Era medio obvia la respuesta, todas tenían el cabello corto o por la nuca, yo era la única desubicada con la melena como Pocahontas.
—    Uh, ahora sí que estoy en problemas. 
—    Espera —   dice la profesora—    podemos comprarte una.
—    Sí, pero dónde. No hay nada cerca.
—    Ya sé dice Jimena —   una de las jugadoras. —  Yo tengo una remera, la podemos romper y hacer como un moño. Si no queda otra dice la profesora.
Jimena, sacó su remera negra del bolso. Me daba pena que ella tuviera que rasgarla para darme a mí. 
—    Me apena que rompas tu remera.
—    No es nada Cloe, te necesitamos en el equipo y una remera se puede volver a comprar. Este interprovincial, hace años que lo esperábamos, esta oportunidad puede que nunca más la tengamos y ahora no podemos dejar que una gomita del pelo se interponga.
—    Gracias, Jimena. Su punto de vista me parecía válido.
—    La cuestión que una de las chicas tardó en poder hacerme como una redecilla, ya que al tener abundante cabellera se abultaba. Bueno era lo que había que hacer para salir del paso. 
Había hablado con mamá que me olvidé mi redecilla en casa y que en 20 minutos nosotras empezaríamos a jugar y no me iba a dar tiempo de ir a buscarla o de ella traerme.  Cuando terminamos de hablar; de manera inconsciente empecé a buscar aquel hombre argel entre la muchedumbre, cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo supuse que algo me estaba pasando. 
—    ¿Puede ser que me sienta interesada en él? —  Me empecé a reír y para mis adentro decía, debo estar loca.
Beatriz me llamó y dejé de pensar en esa idea absurda.
—    Cloe, necesito que te concentres, te noté un poco ida después de terminar esa llamada, ¿está todo bien? ¿Tienes algún problema?
—    No, Bea, me quedé mirando a la gente porque pensé que vi a un amigo que conocí en una excursión con mamá el año pasado.  —  Mentí, porque no podía decirle la verdad de lo que realmente estaba buscando. 
—    Bueno, Cloe, me estabas asustando. Te empecé a notar rara después del primer partido.
—    No, amiga, estoy súper comprometida con este campeonato. No sé si te diste cuenta que ayer me enojé con el arbitrucho.
—    Con Xavier. 
—    Sí, con ese.
—    Ay, amiga me sacó de las casillas, eso que cobró realmente fue su error. Está bien que soy astuta para hacerles perder el balón a las contrincantes pero esta vez, lo prometo por mi mamá que me porté bien. Me dejó como una infractora. —   Hago una mueca de enojo. 
—    Cloe, no es para tanto, lo importante es que ganamos.
—    ¿Quieres que te cuente un chismecito? 
La miré a Beatriz y de manera espontánea y con cara de pocos amigos le pregunté qué escuchó.
—    Bueno, yo fui hasta el vestuario y escuché unas voces, era la que arbitra con el papurri, la tal Amara diciéndole a la profe Sara sobre porque te había sacado de la cancha Xavier. Según lo que escuché es porque te descubrió que le pegaste a propósito en la mano y que fuiste tan sutil que pasó desapercibido, pero no para él, y no te iba a dejar pasar por más buena que seas jugando.   
Primero me contó con sus palabras y luego me citó textual las palabras de Amara. Si había algo que le gustaba a Bea era el chisme y tenía una capacidad de memorizar cada palabra, era una erudita, lo tengo que reconocer. No podía contra eso, era su pasión. 
Le dijo: “Créeme que fue condescendiente con tu jugadora, la chica alta, porque la verdad, que desde la última vez que lo vi arbitrando no deja pasar una. Y la hubiese expulsado por eso.”
Mi cara estaba tratando de no perder la cordura, pero traté de fingir que no me importaba mucho.
—    Bea, tampoco era para tanto, lo que pasa es que yo no le caigo bien.
Le pregunté más tranquila, como si fuera que no me importaba.  ¿Crees que piensa que soy buena?
—    Yo creo que sí, porque decía que Xavier estaba sorprendido con algunos talentos del grupo.
—    Ah, qué raro que a ese tipito alguien le parezca digno de decir que hay talentos en el equipo
—    Eso le dijo Amara a la profe, que le llamaba la atención porque es muy detallista y no le gustan las imperfecciones.  

—    ¡Ay, por favor, Bea! —    Me empecé a reír. —    Ese hombre no mira ni al costado de sus hombros. 
En ese mismo instante que decía eso, la cara de Bea, parecía petrificada y solo movía los ojos de manera rara. Pero no me importó porque quería sacarme el veneno que tenía adentro como para preguntarle qué le pasaba. Me seguía haciendo señas que claramente me pasaron desapercibida. Hasta que sentí una voz que me dijo:
—    Lindo moño.
Me di vuelta y era Xavier. Mis pómulos empezaron a tornarse rosados, pero no iba a rebajarme ante él. Y le pregunté: 
—    ¿Hace cuánto está aquí?
—    Lo suficiente para saber que eres grosera.
Le hizo un gesto con la cabeza para que Beatriz se de media vuelta y me deje a solas con él. Ella hizo caso.
Mi cara era un tomate, y debía hacerme cargo de mi bocota. Ay, Cloe tu sí que no aprendes. Me decía a mí misma.
—    Señorita Di Martino, al parecer a usted no le enseñaron a respetar a las personas mayores.
Mi cara no gesticulaba, me hacía acordar cuando jugábamos en la primaria a las estatuas.
—    Al parecer, no piensas contestarme.
Recuperé mi cordura a pesar de que estuvo mal hablar de él. Mi orgullo no iba a permitir que este tipejo me hiciera la vida de cuadritos.
—    Primero quiero decir que no debería escuchar conversaciones ajenas, eso es de mala educación, segundo, porque podría prestarse a malas interpretaciones. — Él me miraba y se notaba que mi argumento le parecía ridículo. Una leve sonrisa apareció en sus labios.
—     No sé qué le puede causar gracia, señor Kourt.
—    Ay, niña, te queda mucho por aprender.
—    No creo que pueda aprender nada de una persona argel como usted. — Mi respuesta le sorprendió. Su cara se enserio y cuando me iba a contestar.  Escuchamos la voz de la profesora Sara.
—    Hola, Xavier
—    Hola, Sara. La saludó con un apretón de mano.
—    ¿Pasó algo?
—    No, nada, solamente hablábamos con la señorita Di Martino de que en el juego tiene que fijarse de no pelear con los árbitros o hacer irregularidades porque eso puede hacer que la expulsen y sería una lástima que a esta altura pierda esta oportunidad.
Este tipo me estaba tirando una indirecta de que en la próxima me iba a expulsar o algo así. Mi cara antes era un tomate, ahora sentía un volcán a punto de estallar.  
—    Claro —   dijo la profesora. —  Ella aún es chica y todavía le cuesta manejar su temperamento.  
Sara, me estaba hundiendo y dejándome mal frente a él.  ¿Y eso me importaba? Es lo que resonaba en mi cabeza. Xavier me miraba y en su cara se le notaba que estaba disfrutando de hacerme sufrir. 
—    Profe, disculpe que la moleste. Pero me voy a retirar para ir a ponerme mis tobilleras.
—    SÍ, a usted no le molesta Xavier, ella se va a retirar. 
—    Que vaya tranquila, necesita relajarse antes de empezar, lo va a necesitar. —  Lo miro y me despido de los dos. Cuando me estoy yendo me sacó la furia de adentro.
—    Ay, este tipo. ¿Quién se cree que es? Se está burlando de mí cómo se atreve. Este señor me subestima por ser joven.
“Ay, niña, te queda mucho por aprender” —   lo voy remedando por el pasillo hasta llegar al vestuario.
Las chicas están preparadas y yo todavía me encuentro a medio arreglar. 
—    Cloe, ¿estás bien? —  Me dice despacio Beatriz.
—    A vos te parece que estoy bien. ¿Cómo no me avisaste que estaba atrás? Ahora sabe abiertamente que no lo banco.
—    No, amiga por eso te preguntó. Si te hacía señas y no me estabas prestando atención, ¿Qué querías que hiciera?  Puedo saber qué pasó con el papurri. 
—    No lo llames así, no ves que no estoy de humor y enseguida tenemos que jugar. Mira Bea, después te cuento porque no quiero enfocarme en ese arbitrucho que lo único que hace es hacerme enojar desde que lo conocí.
—    Bueno, amiga, ponte las rodilleras y moja tu cara eso te va ayudar a que se te quite los cachetes colorados. 
—    Sí, sí—  le contesté.
—    Pasaron los minutos y la bronca que tenía se fue disipando, pero no del todo.
A los diez minutos me incorporé al grupo, la profe Sara ya nos había explicado lo que debíamos hacer y nos ordenó que tengamos cuidado con este equipo porque tanto la número nueve como la siete eran rápidas y podían llegar a desarmarnos en pleno ataque. Todas escuchamos atenta a lo que nos pedía. Cada una ya sabía a quién debía marcar. 
En el altavoz llamaron a las dos instituciones, salimos y saludamos en la cancha a cada una de las contrincantes antes de empezar el juego.
Para mí desgracia Xavier y otro hombre van a participar del partido como árbitros, por lo visto me está buscando la vuelta y no le iba a dar el gusto. Ya no va a tener motivos para hacer esa leve sonrisa, ya no más.  
El juego empezó y yo estaba sacada, supongo que la bronca sigue adentro intacta. Por cada gol que hago lo gritó con bronca y de paso hago contacto visual de vez en cuando con él, para demostrarle que no me intimida para nada y que no necesito recurrir a “irregularidades “para poder hacer un tanto.
En mitad del partido Xavier pide tiempo y me llama a mí y a la número nueve, le advierte a la joven que la va a expulsar si sigue empujando y cometiendo faltas.  Y cuando ella se va me dice a mí que trate de controlar mi furia porque estoy al borde de la expulsión.



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En el texto hay: juvenil, romance comedia

Editado: 27.05.2022

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