Cuánta razón tenía Porfirio Díaz, cuando dijo: El mexicano está contento siendo lo que es, que hace lo mismo hoy, tal como lo hizo aquel que vivió hace cien años. Que nace y crece en un sitio precario y carente de los mínimos servicios necesarios para la subsistencia, que no pone nada de su parte para que eso cambie. Que se levanta tarde, que se “enferma” con frecuencia, que gasta más de lo que gana pero se endroga con el usurero, que no le tiene miedo a la falta de pan sino a la falta de alcohol; a eso es a lo que tienen miedo los mexicanos, no a la miseria, no a la opresión y sí a sacrificar su pereza.