Volver a Enamorarse

Capítulo # 2

Capítulo # 2

En Francia.

Alain se encargó de llevar a Anastasia al departamento que le había alquilado su madrina. No estaba muy contento en que viviera en una zona tan buena, pero la situación de ella era muy delicada por el hombre que estaba buscándola.

—Gracias —dijo ella al mirarlo. Era un hombre muy llamativo y sexi; a simple vista podía notarse que era un donjuán.

—Mañana, vendrá mi chofer por ti —le anunció con una voz firme. Necesitaba ser distante con ella o tendría problemas—. Tienes que ser puntual.

—Lo sé —dijo ella con una mirada seria. Con cuidado se separó de él para mirar el departamento.

Alain se fue del departamento sin decirle nada y había cerrado la puerta.

Ella se dirigió a la cocina. Tenía hambre, entonces se acercó a la nevera y había encontrado comida, muchas verduras y frutas.

—Al menos cumplió —dijo con una sonrisa. Muy poco comía cosas, no eran saludables; lo tenía prohibido por Joseph, que le prohibía engordar por su cuerpo tan voluptuoso. Al principio había sido un tanto difícil, pero con el tiempo se fue acostumbrándose—. Me prepararé una ensalada de fruta.

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En el camino.

Alain miraba por la ventana. Completamente fascinado con la morena, muy poco le habían gustado las mujeres de su mismo color de piel, no las veía tan atractivas y por eso elegía mujeres blancas y rubias mayormente, pero ella tenía algo que lo había cautivado desde que la había visto bajarse de ese avión. Desearía que no fuera esa clase de mujer.

—Señor, está muy pensativo —dijo él manejando.

—Estaba pensando en esa mujer —confesó con una leve sonrisa.

—Es preciosa, señor, ella es una mujer bella —expresó con una sonrisa en los labios—. Será la sensación en la empresa.

—Eso es lo que temo —expresó con una seriedad.

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Los días siguientes. Anastasia llegaba temprano a la empresa de su cuenta. Había aprendido a comunicarse bien con los ciudadanos parisinos y había encontrado a una señora que le cocinara a su estilo. La mujer estaba encantada con la morena, cómo se cuidaba y estaba al pendiente de lo más mínimo.

Alain estaba respetando su espacio, pero al escucharla hablar en francés se volvió loco de deseo por ella. Esa mujer estaba metiéndose en su mente día a día. Era muy inteligente, responsable y madura, se la pasaba trabajando y moviéndose por todos lados. Estaba encantado con cómo era ella de empleada.

—Listo —dijo Anastasia entrando a la oficina de su jefe—. Tengo esta semana una agenda muy apretada.

—Bien, me acaban de avisar que quieren que organices una boda —comentó mirándola. Observando cómo ella estaba ganando una popularidad en tiempo récord—. Están fascinados con tu trabajo.

—Gracias, solo hago lo que el cliente me pide —expresó con una sonrisa.

—No solo eso, señorita Palmer, usted supera las expectativas de las personas y por eso se ha ganado ese lugar. No olvido cómo organizaste una boda en menos de dos días, nadie había podido hacer eso y tú lo hiciste en tiempo récord.

—Solo quiero hacer bien mi trabajo —aclaró con una sonrisa. Estaba encantada en trabajar en la empresa Dupuis porque podía hacer lo que ella deseara y no había límites porque el cliente estaba dispuesto a pagar.

—Señor —entró Axel abruptamente a la oficina—. Es urgente.

Alain se levantó de su puesto. Caminó hasta el perchero y agarró su chaqueta. Tenía que ser urgente porque su empleado no lo sacaría de la oficina si no lo fuera.

—Señorita Palmer, al salir cierra la puerta —dijo antes de irse.

Ella lo veía partir y se le había hecho extraño su actitud. Había escuchado que era un mujeriego de primera, pero no lo había visto con ninguna mujer en la oficina.

—Qué extraño —expresó saliendo de la oficina y regresando a su trabajo.

Tasia siguió con su trabajo, lo que deseaba era seguir avanzando y olvidarse de lo que le había hecho Joseph.

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Alain se encontraba muy molesto. Cuando Axel le había dicho lo que había hecho, Charlotte, estaba enfurecido con ella. La conocía desde adolescentes y se llevaban bien. Eran socios en la empresa, pero ella había tenido un destino peor que el suyo. Sus padres fueron cruelmente asesinados porque estaban con la mafia italiana y ella quedó huérfana a temprana edad.

—Señor, la señorita está mal. Debería internarla en una clínica —expresó Axel con cierta preocupación. La salud mental de la joven cada día era más inestable.

—No pienso abandonarla —anunció él. Era su amiga, había estado con él en los momentos más difíciles y estuvo comunicándose cuando sus padrinos habían venido por el para que viviera con ellos hasta que cumpliera la mayoría de edad. Estaba en deuda con ella y nunca la dejaría sola—. Estamos por llegar —dijo abriendo la puerta de la habitación. Veía a la rubia que estaba llorando—. Charlotte…

—Alain —dijo sollozando—. Ven aquí.

Él se acercó a ella y la abrazó con tanta protección.

—Eres una irresponsable, casi pierdes la vida —dijo en regaño. No era la primera vez que lo intentaba—. Tienes un imperio, me tienes a mí. Soy tu hermano.

—No, yo necesito que vivas conmigo —pidió con desesperación. Anhelaba que Alain la mirara como una mujer y eso no pasaba. Con los hombres que se acostaba fantaseaba que era él y él seguía negándose. No sabía cómo llamar la atención de Alain para que se fijara en ella… Pareciera que nada funcionaba.

—No puedo, al vivir contigo pensarán que estamos en una relación y eres mi hermanita —le aclaró dándole un beso en la frente. Al instante observó la molestia de la rubia—. No hagas puchero, soy un mujeriego y jamás te dañaría de esa forma. No te tocaré nunca.

Ella sentía que se moría, porque Alain no la deseaba. Era una mujer atractiva y rubia, estaba en los gustos de él y no se fijaba en ella. Lo peor que no sabía qué más hacer para que la mirara con otros ojos.




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