Capítulo # 4
Anastasia se había dado un baño y se sentía más calmada. La verdad era que estaba demasiado ansiosa y nerviosa. Saber que Joseph estaba en Italia y que su familia estaba en peligro la ponía mal. No quería que su familia sufriera por su culpa. Mucho daño había hecho para que volvieran a sufrir.
Eligió ropa cómoda y esperaría pacientemente a Alain que viniera con algo de comida.
La puerta del departamento se abrió. Escuchó voces y se puso alerta por si era alguien que no conocía.
—Deja de empujarme —dijo divertido Alain a su amiga—. Ya sabes, nada de tratarla mal, Fátima.
—Si soy casi una santa —expresó burlona.
Anastasia se asomó al verlos.
—Estaba asustada.
Fátima la miró incrédula.
—Eres la quita maridos.
—¡Fátima! —exclamó el molesto.
—Déjala, la familia política de mi hermana la adoran y me lo merezco —dijo con cierta tristeza. Estaba tan cegada de amor que su razón no funcionaba.
—Te traje lo que te gusta —comentó acercándole las compras.
—No sé cocinar —le confesó un poco avergonzada.
—Déjame, lo haré yo —se ofreció Fátima buscando los ingredientes para que comieran una deliciosa pasta.
—¿Y quién te hace la comida? —preguntó incrédulo.
—Pago para que me lo hagan, la cocina y yo somos enemigas mortales.
—Voy a ayudar a Fátima —acercándose a ella Alain.
—¿Qué sabes hacer aparte de acostarte con hombres ajenos? —preguntó odiosamente Fátima.
—Es una excelente organizadora y también es bilingüe —respondió él con una mirada asesina—. No deberías de juzgar, Fátima, todos cometemos errores y merecemos tener una segunda oportunidad.
Ella apretó los labios y continuó preparando la comida.
Anastasia intentó que las palabras de Fátima no le hicieran daño, pero no podía. La verdad se sintió fatal y se fue acostar.
—¿Estás loco? —preguntó Fátima al quedarse a solas—. Ella no es la mujer adecuada para ti.
—¿Y quién puede ser? —preguntó enojándose con ella—. Sé que ella hizo cosas malas en el pasado, pero todos merecemos una segunda oportunidad.
—Ella sigue enamorada de ese malnacido y no quiero verte sufrir.
—Soy un adulto, Fati, sé cuidarme solo —afirmó seriamente—. Quiero tener una historia con ella y no pienso permitir que nadie le haga daño.
—Alain, tú has tenido un pasado duro…
—Ya, te recuerdo que tuve a los mejores padres del mundo que fueron mamá Rita y papá Raúl. Sé que tuve una temporada pequeña, pero fui inmensamente feliz.
—Tú eres como mi hermano y ella no será tu felicidad —aclaró completamente enojada.
—Tú qué sabes, Fati —dijo preparando la comida.
Ella guardó silencio. Era la primera vez que lo veía pelear por una mujer y no quería perder su cariño. Que él mismo se diera cuenta de que Anastasia Palmer no era para él.
—¿Qué le viste? —preguntó. No aguantaba las ganas de preguntarle. Sabía que Anastasia no era fea, pero su familia no la quería cerca, por lo que le había hecho a su cuñada—. ¿Lo fácil?
—Dios mío, Fátima, eres peor que un dolor de muela… Anastasia tiene algo que me atrae y me gusta. Su pasado no es ningún problema para mí, siento que algo tuvo que pasar para que ella hiciera eso. A veces las personas hacemos cosas que no deseamos, pero accedemos por amor. Tú lo hiciste con Omar.
—Oye, no me siento muy feliz por lo que hice al principio.
—Tú búscate más de mil maneras para que Omar se fijara en ti y mírate. Casada con él y esperando su primer hijo —recordó terminando de picar las verduras.
—Era joven y hacemos tonterías por amor.
—Exacto, siento que ese sujeto la engaño y la moldeó a su antojo —dijo con una mirada fría.
—Ahora que lo pienso, Liliana es mayor por cuatro años y nunca hemos sabido qué edad tenía ella cuando comenzó su la relación con él —dijo alarmada ella y si ella era menor de edad cuando Joseph comenzó a meterla en su mundo de perversión—. ¿Tienes sentido lo que estás diciendo?
—Sé que ella no dirá nada y se quedará callada —expresó con seriedad Alain.
—Yo investigaré un poco más —aseguró ella.
Alain estaba seguro de que Joseph había manipulado a Anastasia desde hace años y por eso duró tantos años con él. Apenas se había descubierto que existía una relación entre ellos, pero el miedo que sentía ella no era normal de una persona enamorada. Ella tenía que saber cosas de él y por eso estaba tan asustada por su familia.
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Tiempo después.
En el departamento de Alain.
Anastasia estaba disfrutando de la comida en compañía de su jefe y la cuñada de su hermana.
—Entonces, eres muy inteligente —dijo Fátima para romper un poco el hielo que había en el departamento.
—Sí, mi hermana y yo siempre fuimos buenas estudiantes —respondió disfrutando de la comida—. Estudié para ser una licenciada en relaciones públicas y organización de eventos, y también bilingüe.
—Ya, ¿y por qué te fijaste en Joseph? —preguntó seriamente.
—Eres una persona molesta. Era una tonta que creía en sus palabras y me aferré a un sentimiento que creía que eran correspondidos —en eso escuchó el sonido del mensaje y lo abrió. “Necesito verte, si no apareces sabes quién pagará las consecuencias”, le envió una fotografía de sus padres. Su palidez se reflejó.
—¿Qué te pasa? —preguntó alarmada Fátima.
Anastasia se puso tensa y salió corriendo a la habitación a llorar.
—Ese desgraciado —dijo Alain. Observando que le había enviado de un número privado—. Está jugando con ella y lo peor que ella cae.
—No es un juego, a mi hermano y cuñada le hicieron un atentado hace unas horas —anunció Fátima con la mirada sombría—. Déjame moverme, no sabía que las cosas estaban tan graves con ella. Tienes razón, él sabe cómo manipularla y nadie me saca de la cabeza que él fue quien abrió esa brecha entre las hermanas.
—¿Qué hacemos? —preguntó él.
—Tú quédate quieto, yo me encargaré de todo —afirmó. Se alejó para hacer sus llamadas. Ella conocía a personas que podrían ayudarla rápidamente y encontrar a ese malnacido.