Capítulo # 7
Anastasia miró el lugar tan hermoso. Con un enorme jardín de rosa de varios colores, veía a personas a lo lejos y sonrió cuando miro a un pequeño pelirrojo acercándose a ella.
—¡Archie! —exclamó completamente emocionada. Salió corriendo hacia él y quería abrazarlo, besarlo y quedarse con él. Cuando sintió que algo estaba jalándola del pequeño—. ¡Archie! ¡Archie!
—La estamos recuperando —habló el médico al estabilizarla.
Anastasia abrió los ojos completamente aturdida.
—Archie… —susurró con dolor.
—Doctor, la paciente abrió los ojos.
El médico se acercó a ella para revisarla y le acarició al cabello.
—Bienvenida.
Ella lo miraba confundida e intentaba hablar, pero no podía. Se sentía cansada.
—Doctor, la paciente llamó a un familiar —dijo la enfermera mirándolo.
—Primero vamos a revisarla y después le avisaremos a sus familiares —anunció él mirando a la morena.
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En la sala de espera.
Lili se encontraba un poco más tranquila. Habían pasado unas tres semanas desde lo sucedido y su hermana seguía luchando para poder sobrevivir. Joseph fue llevado a Estados Unidos y comenzaría el juicio. Con las evidencias necesarias no había dudas de que ellos eran culpables y que debían de pagar.
—Toma, amor —dijo Raffaello entregándole un poco de café.
Ella lo recibió, arrugó la cara al probarlo, estaba sin azúcar.
—Te recuerdo, que al que no le gusta el azúcar es a ti —dijo intentando tomárselo.
Alain se reunió con ellos. Estaba quedándose en la mansión Santoro. No quería dejar a Anastasia sola.
—Ya comí —comentó Aimeé llegando de la cafetería. En los días que habían estado en la clínica tuvieron que turnarse para evitar no dejar sola a Anastasia.
—¿Y nada? —preguntó Raúl acercándose a ellos.
—Nada, padre, estamos esperando que nos avisen —comentó Raffaello.
Alain no podía creer que ella tuviera tantos días sin reaccionar. Se suponía que estaba respondiendo bien al tratamiento.
El médico salió de la habitación y se reunió con ellos.
—Tengo buenas noticias, la paciente tuvo un pequeño paro y pudimos estabilizarla rápidamente —explicó mirándolos. Observando el susto de todos—. Pero se encuentra bien. Acaba de despertar y está llamando a un familiar.
—¿A quién? —preguntó con emoción Aimeé.
—Archie…
Hubo un silencio incómodo y habló Liliana.
—Era mi hijo, él murió.
—Lo siento, pero lo estaba llamando…
—Iré yo —dijo Lili mirándolos—. Si estaba llamando a Archie era por algo.
—Pero, hija —dijo dudosa su madre con mucho miedo de que su hija Anastasia estuviera aún confundida.
—Deja que vaya yo —dijo Liliana mirando al doctor—. Vamos.
El doctor estaba un poco dudoso en llevársela y la guio hasta la habitación de la paciente. Al llegar a la habitación, el médico abrió la puerta en donde se encontraba Anastasia.
Liliana entró y sonrió al mirar cómo su hermana estaba despierta.
—Tasia —dijo acercándose a ella. Tocó su mano con emoción—. ¿Cómo te sientes?
—Confundida —logró decir. Le dolía el cuerpo—. ¿Qué pasó?
—Joseph, te disparo.
—Quería matarte a ti y salí corriendo para que no te llegaran las balas, pero parece que las recibí todas.
—Fueron tres —aclaró el médico mirándola—. Tengo que atender a otros pacientes, no puede hablar mucho.
—Bien.
Anastasia esperó que saliera el médico.
—¿Por qué me salvaron? —preguntó con los ojos cristalizados de las lágrimas que comenzaron a caer—. Hubieras dejado que muriera.
Lili la miró pasmada, ¿por qué decía semejante locura?
—No, claro que no, hermana. Te mereces una oportunidad.
—No, sabes que no la merezco —afirmó dolida—. Me revivieron cuando iba a abrazar a Archie, no tengo a nadie que me ame.
—Estás mal, nosotros te amamos —dijo su hermana agarrando su mano—. ¿Por qué dices eso?
—Es verdad, sé que me odiabas y te entiendo. Destruí tu felicidad, te engañé e hice muchas cosas malas —dijo sollozando.
Liliana estaba notando que su hermana estaba alterándose y no quería que le pasara nada malo.
—Cálmate, cuando te recuperes bien hablaremos. Primero tienes que recuperarte y después hablaremos todo lo que tú digas —dijo agarrando su mano—. Deja que llame a papá y a mamá.
—Ve.
Liliana salió de la habitación para reunirse con ellos. Al verlos, le pidió que se fueran con ella, que estaba necesitándolos. Ellos no dudaron y se fueron corriendo para estar con ella.
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En la habitación.
Anastasia estaba incrédula como sus padres, que estaban dándole tanto amor y protección.
—Descansa, hija —dijo su padre acariciándole el cabello.
Alain abrió la puerta de la habitación y les sonrió.
—Pensé que serías la bella durmiente por unos años —comentó eufórico. Su corazón latía a mil al verla con una pequeña sonrisa en los labios. Estaba enamorado de ella como un tonto—. Estuve aquí siempre.
—Lo sé, gracias —dijo agradecida de que Alain no la abandonó. En el poco tiempo que tuvieron conviviendo era un hombre maravilloso que quería lo mejor para ella—. Eres una buena persona.
—Es mejor dejarlos a solas —comentó Aimeé agarrando del brazo a su esposo para sacarlo de la habitación. Su esposo, como que no se daba dé cuenta de lo que estaba pasando entre los jóvenes.
Danny no entendía por qué debía de salir de la habitación de su hija. Su mujer insistió que debían de irse.
Alain le daba risa la actitud de su suegra como estaba tan apresurada en sacarlo de la habitación.
—No le hagas caso —dijo con un poco de voz baja—. Ellos son medio raritos.
—Para nada, veo a unos padres que aman profundamente a su hija, que estuvieron llorando día y noche; pidiéndole a Dios que se salvara.
—No debieron de pedirle a Dios. Yo no merezco ningún perdón.
—¿Has matado a alguien?