Capítulo # 12
En el departamento Dupuis.
La morena estaba esperando la historia de esa tal Charlotte.
—Júrame, Tasia, que no dirás nada —dijo él con una seriedad en su mirada.
—Te lo juro —respondió con una mirada llena de preocupación.
—Los padres de Charlotte, estaban metidos con la mafia. Al parecer se equivocaron y los mataron, pero la dejaron viva porque ella no sabía nada. Al parecer la tenía metida en una burbuja de cristal y cuando se enteró de todo fue realmente cruel.
—¿Y cómo se enteró? —le preguntó espantada.
—Le enviaron fotografías de sus padres descuartizados.
—¡Qué horror!
—Sí, ella quedó muy mal. Nos unimos un poco más cuando mis padres murieron, nos distanciamos cuando viví con la familia Santoro por un tiempo y al regresar, volvimos a ser unidos —aclaró y medio sonrió—. Es como una hermana para mí. Ella ha sido esa compañera de todas mis aventuras y yo la he apoyado muchísimo, pero la pesadilla comenzó cuando se intentó matar, han sido muchos intentos y la verdad. Me siento desesperado; cansado y sin ánimos de seguir ayudándola.
—Wow, no es nada fácil —comentó con mucho asombro.
—No sabes el estrés que tengo cada vez que me llaman.
Ella caminó hasta él y lo abrazo fuertemente. No lo dejaría solo y lo apoyaría, al regresar a Francia no se separaría de él.
Alain se separó de ella y la beso ardientemente. Amaba su olor y como estaba dispuesta en consentirlo, estaba más que seguro que la quería como su esposa y le pediría matrimonio lo más pronto posible. Sabía que no habían tenido sexo aún, pero se moría por hacer el amor con ella.
—Nunca cambies —acarició su rostro con tanto cariño.
Él se separó de ella para acariciar sus labios. Como la amaba y esperaba el día que ella sintiera lo mismo por él.
—Quiero consentirte mucho —expresó con una sonrisa.
—Yo también —dijo ella queriendo pasar más tiempo con él. Solo tuvo dos organizaciones. La de su hermana y la de Fátima, que se encargó del baby shawer de ambas. La familia Santoro les encanto como había quedado el de Fátima y el de su hermana lo hizo con tanto amor, que nunca le había gustado una decoración tan maravillosa como fue esa—. Me muero por irme a Francia.
—Igual yo —dijo cargándola y sorprendiéndola—. No sabes, las ganas que tengo de hacerte mía.
—Alain… —susurró un tanto insegura.
—Pero, no vamos a apresurar nada —aseguró él con una sonrisa en los labios.
—No es que no quiera hacerlo —al mirarlo a los ojos—. Es que no me siento preparada, eres el primer hombre que estaré después de él.
—Lo sé, tampoco quiero que sea porque sientas que debes de hacerlo, vamos con calma. Nuestra relación ha sido más a distancia que otra cosa y lo sé comprender —explicó con sinceridad. Había estado tan ocupado en su trabajo, Charlotte, y no descuidar a Tasia, que vivía con la mente ocupada, que no pensaba en acostarse con nadie y mucho menos darse placer el mismo, ni él podría creerlo.
—¿Y si salimos hoy? —le preguntó ella sonriéndole.
—No, la verdad me siento cansado con el viaje y prefiero dormir un poco —confesó llevándola al sofá—. Me daré un baño.
Ella sintió como la acomodo lentamente en el sofá para alejarse de ella. Lo veía completamente cansado y la verdad, no se atrevía a hacerle algo de comer. Tenía miedo de quemar la cocina.
Alain se había ido a la habitación. Se había quitado la ropa. Estaba angustiado por Charlotte, debía de tomar alguna medida y necesitaba buscar ayuda urgentemente. No podía desgastar su vida en una persona que no valoraba vivir y más él que tenía tantos planes con Tasia en su vida.
Anastasia pidió un poco de comida para que su novio comiera algo. No quería que estuviera con el estómago vacío.
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En Francia.
Charlotte estaba mirando a la empleada como estaba terminando de curarla y como el médico la miraba con seriedad.
—Basta Charlotte, no entiendo tu manera de llamar la atención de Alain —dijo el hombre cansado. Era su médico de cabecera y no sabía cómo lidiar con una mujer tan perturbada como ella—. Tienes que quererte.
—Alain tiene que estar conmigo —expresó con dolor. No quería que ninguna mujer se lo quitara. Él era todo para ella.
—Algún día te vas a morir de verdad y no poder hacer nada —la regañó completamente molesto—. Valora tu vida, por favor.
Charlotte quería que Alain la mirara con ojos de amor y no como una hermanita. Estaba muy molesta porque nunca la veía como una mujer; sabía que se acostaba con muchas mujeres, pero últimamente lo veía más ausente de lo normal y quería estar viajando mucho a Italia, cosa que no era habitual en él.
—Cállate y lárgate —le ordeno molesta.
El médico se fue de la habitación. No estaría a merced de una mujer desquiciada.
—Señorita, debería descansar —le dijo con cierta tristeza. No le gustaba que se hiciera daño, pero ella lo deseaba así.
Charlotte se había acomodado en la cama y tenía que buscar un plan para que Alain estuviera a su lado de nuevo, que no se fuera para ninguna parte.
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En Italia.
En el departamento Dupuis.
Anastasia se encontraba en el sofá y vinieron unos recuerdos a su mente.
En New York.
Anastasia estaba mirando al novio de su hermana desde lejos, a ella le gustaba mucho, pero sabía que su amor era no correspondido.
Joseph, acercándose a ella, le sonrió al notarla que estaba un poco ausente.
—Aquí estás —dijo sonriéndole. Le ofreció su mano para que se levantara de la silla—. Ven, quiero invitarte a comer un helado.
Ella se puso nerviosa e intentó no mirarlo a los ojos.
—Levanta la vista —le pidió él, logrando que ella se sonrojara—. Eres hermosa.
—No digas mentiras, no soy nada bonita comparada con mi hermana —dijo con un tono de voz molesto. Decidió alejarse de él.
Joseph sonrió ampliamente.
—Esto será más fácil de lo que pensé —dijo en voz baja.