Volver a Enamorarse

Capítulo # 17

Capítulo # 17

Esa noche, como había prometido Alain a su mujer, no la tocó, dejaría que pasaran los días y que pudieran formar una buena relación; y que poco a poco pudieran hacer el amor.

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Joseph había recibido un mensaje de Anastasia que quería verlo, por suerte tenía una casa alejada de la ciudad y podrían hablar tranquilamente.

Anastasia se sintió muy dolida porque sus padres seguían prefiriendo a su hermana a pesar de que había sido madre sin casarse y que la premiaban siempre.

Cuando veía a Joseph, salió corriendo a sus brazos.

—Joseph, sé que esto es una locura, por favor. Hazme, tu mujer —le pidió.

Él la besó ardientemente y llevándosela adentro de la casa. Su plan estaba dando sus frutos y ahora disfrutaría de ese cuerpo que tanto esperó para hacerlo suyo.

Anastasia sintió los besos de Joseph tan posesivos y llenos de amor. Él era el único que la amaba y la trataba bien, amaba su belleza y estaba sufriendo al estar al lado de la bruja de su hermana. Ella lo haría feliz y no le importaría sacrificarse por él.

Joseph llevó a su cuñada a la cama, poco a poco le fue quitando la ropa y admirando la belleza que disfrutaría a partir de ahora. No permitiría que ningún hombre se le acercara y mucho menos permitir que ella quisiera dejarlo. Tendría a las dos fijas y sus aventuras de vez en cuando.

Ella estaba disfrutando hasta que él invadió en su intimidad, sintió un dolor agudo.

—Joseph. Me duele —dijo quejándose.

—El amor duele —comunicó besándola ardientemente y entrando bruscamente en ella. La marcaría para que nadie intentara quitársela.

Ella no estaba disfrutando de su primera vez. Era horrible como él estaba tratándola y lo peor que intentaba no llorar, pero era imposible, le dolía mucho. No estaba teniendo cuidado.

Él siguió saciándose sin controlarse, hasta que no se sintió satisfecho; no terminó.

—Me duele —dijo ella llorando a mares.

—Mi bebé, solo pasa la primera vez —aseguró dándole un beso en la frente, fingiendo que estaba preocupado por ella—. La próxima vez, podrás disfrutarlo.

Anastasia se sintió horrible y quería irse, pero le dolía tanto que no sabía qué pensar.

—¿Esto siempre será así? —preguntó con temor.

—No, claro que no. Te juro que siempre te protegeré.

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Actualidad.

En la mansión Dupuis Palmer.

Anastasia se había despertado sobresaltada y nerviosa. Los recuerdos de Joseph venían cada vez más a su mente.

—No puedo olvidarlo, es una maldita peste que no sale.

—¿Otro sueño? —preguntó Alain girándose para mirar a la morena cómo estaba sudando—. ¿Estás bien?

—No, no lo estoy —dijo ella levantándose de la cama. Después de que sé.

Recuperó bien. Alain no permitió de que viajara a New York y le pidió que vivieran juntos, que se dieran una oportunidad, pero en la intimidad no podía hacerlo—. Discúlpame por despertarte.

—Eres mi mujer —recordó levantándose, caminando hacia ella y la atrajo a su cuerpo—. Tenemos dos meses en este plan, Anastasia, necesitas ayuda psicológica.

—¡No estoy loca!

—Estás muy herrada con el tema de la psicología —molestándose con ella, agarró sus manos y las tenía sudadas—. Ese desgraciado te hizo demasiado daño. Al punto que no has podido intimar conmigo.

—Puedes dejarme, Alain, te dije que no estaba lista e insististe.

Él observó cómo ella había quitado sus manos de las suyas y se giró para disfrutar de la brisa del balcón.

—No soy una buena compañía para nadie y lo sabes.

—Ese desgraciado, te lastimó de tal manera que te hizo ver que era normal lo que te hacía —dijo en un tono de voz enfurecido, la abrazó de espaldas—. No voy a abandonarte, Tasia.

Ella intentó no llorar. Era tan difícil desear a un hombre y no acostarse con él. No sabía por qué no podía llegar al final, siempre terminaba deteniéndolo… Alain no merecía semejante desprecio.

El francés sabía que algo no estaba bien y necesitaba ayudarla, pero ella seguía negándose cada vez más. No sabía qué hacer en esa parte.

—Amor, vamos a la cama —dijo agarrándola de la mano y llevándosela de nuevo a la cama. Necesitaba descansar y ella no se dejaba ayudar—. Ven, amor.

—Perdóname, Alain —lo abrazó llorando. No merecía una mujer como ella.

—Te amo, Tasia, no me importa esperar un poco más…

—No quiero seguir lastimándote, te adoro, Alain —dijo sin soltarlo.

—Deja de llorar, necesitas dormir —aseguró llevándosela a la cama y acostándola con tanto cuidado—. Abrázame y te quedarás dormida —aseguró él al sentir sus brazos, abrazándolo y calmándose un poco. Le dio un beso en la frente y se quedó dormido entre sus brazos.

Al día siguiente.

En la mansión Dupuis Palmer.

Anastasia estaba disfrutando del desayuno que le había preparado la chica de servicio; ella no movía ni un dedo.

—Despertaste —dijo él dándole un beso en la mejilla para después sentarse a su lado—. ¿Y qué harás hoy?

—Tengo una reunión con una pareja, según quieren casarse en la playa y tengo que organizar todo —le comentó mordiendo la fruta.

—Últimamente, te buscan demasiado —expresó sorprendido. Su mujer estaba siendo reconocida en el mundo y le llovían buenas propuestas—. Si sigues así, harás tu propio negocio.

—Eso es lo que desearía, pero todavía no —le comentó con una sonrisa. En eso escuchó el sonido del celular de su madre y contestó la videollamada—. Buenos días, madre.

—Buenos días, mi niña. ¿Y, cómo estás? —le preguntó eufórica.

—Todo bien, estaré trabajando y observó cómo su sobrino estaba moviéndose agitadamente—. Hola, mi niño precioso.

El pequeño Liam se movió mucho y agitaba sus manos en símbolo de emoción.

—Liam, estás precioso.

—Tienes que venir —habló su hermana asomándose a la videollamada—. Pronto será el bautizo de Liam y no puedes perdértelo.

—Está bien, tengo que tener la fecha exacta para no comprometerme —dijo con sinceridad. Amaba su trabajo y se sentía tan plena en lo que hacía—. ¿Sabes, que mi jefe siempre está controlándome?




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