Capítulo # 20
En la mansión Dupuis Palmer.
En la habitación de la pareja.
Anastasia estaba que no podía creer todo lo que estaba sintiendo; su esposo la estaba tratando con tanta dulzura y pasión. Nunca había experimentado tanto placer en su vida, alguna vez llegó a creer que Joseph había sido un buen amante, pero estaba completamente equivocada de la realidad.
Alain no podía creer que por fin había logrado tener a su esposa en su cama y haciéndole el amor tan deliciosamente. Quería que ella disfrutara del placer que podía darle y enseñarle que debía de disfrutarlo, no sufrir al hacerlo, aunque ella no le había contado esa parte todavía. Sospechaba que ella no disfrutaba de la intimidad.
Solo se escuchaban los gemidos de los amantes, amándose y disfrutándose, cuando Alain terminó su unión. Ella se le quedó mirando y sonrió.
—Ayer te quedaste dormido —comentó divertida.
—Te aprovechaste que estaba borracho —bromeó, atrayéndola a su cuerpo y abrazándola con protección—. No sabes, cómo soñaba con este momento y por fin se medió.
—No sabes el peso que me he quitado de encima, lo de ayer y hoy han sido maravilloso. Nunca me había sentido de esta forma —confesó con una sonrisa en los labios y mirándolo a los ojos—. Gracias, Alain.
—Mi amor, esto es solo el principio, iremos con calma para que disfrutes de todo el placer que te daré —aseguró besándola apasionadamente. Quería hacerla suya de nuevo, pero esperaría un poco más, no había desayunado y no saldrían de la cama por unos días. Con cuidado se separó de sus labios y habló—. No pienso dejarte ir, estaremos encerrados en la habitación —le comunicó risueño.
—Me parece perfecto, tengo que ponerme al día. ¿Tienes preservativos? —preguntó confundida. No quería embarazarse todavía.
—Compre una caja —respondió, levantándose un poco. Abrió la gaveta para enseñarle que no se preocupara, que no sería tan irresponsable de embarazarla, sabiendo lo que vivió. Podrían estar casados legalmente, pero quería disfrutar su matrimonio—. No tendremos problemas.
Ella lo miró aliviada. Su esposo estaba asegurando su protección, porque no quería ser madre. No todavía, porque apenas estaban comenzando para tener un bebé y querían seguir disfrutando de su sexualidad.
—Ya me volvió el alma al cuerpo —dijo con una sonrisa. Se levantó para colocarse una bata, dejando notar su desnudez. Sintió las manos de Alain atrayéndola a su cuerpo y acarició su cintura—. Cariño, no comiences.
—Tengo un monumento de mujer —aseguró besando su cuello con tanta delicadeza.
Ella se sentía tan bien entre sus brazos, como pudo negarse al placer por tanto tiempo, pero su temor era más grande que cualquier otra cosa.
Tocaron la puerta y ella se separó de él rápidamente. Giró, su esposo se levantó de la cama para salir al baño. Necesitaba un baño. Ella aprovechó y se colocó la bata.
Tasia abrió la puerta de la habitación.
—Buenos días, señora —dijo la mujer sonriéndole—. Traje el desayuno.
—Gracias —dijo un tanto avergonzada. Se sentía como una niña que había sido descubierta por su madre—. Estaremos todo el día en la habitación.
—Muy bien, estaré trayéndoles comida —dijo dejando el carrito lleno de comida y salió de la habitación risueña.
La mujer cerró la puerta y se acercó al carrito. Cuando destapó la comida, sonrió. Todo se veía deliciosamente y esperó que su esposo saliera para que desayunaran juntos.
Alain se dio un baño rápido. Necesitaba desayunar, no dejaría que su mujer se escapara en estos días, apagaría su celular para que nadie los interrumpiera.
Tasia se asomó a la puerta del baño y observó que su esposo estaba por salir. Se alejó para que no creyera que estaba espiándolo y no quería causarle ninguna molestia.
A los pocos minutos salió Alain con una toalla cubriendo su cintura y con otra toalla estaba secando su cabello. Necesitaba comer algo.
—Amor, ¿trajo desayuno para los dos?
—Sí, muchísima —respondió disfrutando de la comida y sonriéndole porque estaba risueño—. Estaba pensando, que deberíamos quedarnos unos días aquí. Así celebrar nuestra luna de miel que nunca hemos tenido.
—No, olvídate de eso. Si vamos a tener una luna de miel, será como debe de ser —aseguró quitándose la toalla y vestirse. Quería que su esposa tuviera lo mejor y que recordara su luna de miel como un viaje maravilloso.
—Se hará como desees —mordiendo el pan tostado, en eso escuchó el sonido de su celular y era su hermana—. Tengo que contestar, es Lili.
—Solo contestaremos a la familia —le aclaró. No quería que nadie estuviera molestándolos en sus momentos románticos.
Anastasia se alejó para platicar con su hermana.
—Es un gusto escucharte —dijo ella con una sonrisa—. ¿Qué sucede?
Liliana no quería molestarla, pero era tan urgente que ni pensaba en ella.
—La abuela de Raffaello estará celebrando su cumpleaños y quiere que tú se lo organices —dijo con cierta vergüenza.
—Me encantaría hacerlo, pero estoy ocupada con Alain —respondió con suavidad. No quería ser grosera con su hermana.
—Eso mismo les dije, pero insistieron en que te llamará. Su cumpleaños será para la próxima semana.
—Déjame organizarme bien y llamarte la semana que viene para informarte si puedo ir o no —quiso ser sincera, tampoco quería despreciar a la familia de su cuñado. Porque se habían portado muy bien con ella.
—Estaremos en contacto.
Tasia cortó la comunicación y se encontró a su esposo mirándola.
—Escuche la conversación e iremos a Italia, sabes que la familia es importante para mí —le dijo acercándose a ella y agarrando su mano—. Tenemos que cancelar todo y viajar.
—Perfecto, entonces estaré el día lunes organizando todo para que podamos irnos —acercándose a él y quitándole la fresa que tenía en su mano—. Sigo teniendo muchísima hambre.
—Disfrutemos de la comida, no te dejaré salir de la habitación —aseguró mirándola con pasión.