Capítulo # 23
En Italia.
La pareja Dupuis Palmer, después de comer, se dirigieron a la mansión Santoro. Estuvieron platicando con su familia y Anastasia se encargó de comenzar a preparar todo para la fiesta, no quería irse sin dejar nada a medias. Ella quería dejar toda la decoración lista y que los encargados organizaran como ella pedía.
Aimeé se sintió muy preocupada cuando su hija le comentó lo que estaba sintiendo y que podía ser eso. Ella había pasado por tantas cosas que no se extrañaría lo que estaba viviendo y esperaba que se mejorara pronto.
Lili no quería que su hermana estuviera tanto tiempo ocupada, necesitaba hablar con ella un momento a solas. Pero, lo veía tan difícil por lo entretenida que estaba y esperaría su turno.
Unas horas después.
—Estaba todo delicioso —dijo, Anastasia, que había disfrutado de la comida.
Aimeé la miró con cierto asombro. Había comido comida, que no comía y que se veía que estaba disfrutándola.
—Estás muy hermosa, Anastasia —dijo, Rita sonriéndole a la joven—. Se ven muy enamorados.
—Gracias, madre —expresó él con una sonrisa en los labios.
—Ya deberían casarse —dijo seriamente Raúl—. No es bueno vivir tanto tiempo en concubinato.
—Es cierto —afirmó Aimeé. Quería que su hija menor se casara como era debido.
—Solo nos faltaría la boda religiosa, si este señor —dijo señalando a su marido—. Me hizo firmar el acta de matrimonio creyendo que era otra cosa.
Danny soltó una carcajada.
—¿Se lo dijiste?
—Pensé que el secreto duraría más tiempo —comentó Fátima con cierta decepción.
—¿Qué está pasando? —preguntó con cierto asombro Lili.
—Tu cuñado, padre y esos dos —señalando a la pareja—. Ayudaron a Alain para que nos casáramos.
—En mi defensa, yo no estaba de acuerdo —comentó Omar. Antes de que fueran a matarlo—. El señor Danny fue su apoyo.
—Es muy cierto. Alain vino hacia mí y no quería que mi hija pasara por un mal momento. Además, por lo que estoy observando, no fue una mala decisión porque se ven enamorados y felices —aseguró con una sonrisa en los labios, pero sintió la mano de su esposa que le dio un manotón en la espalda—. No te dije nada, porque irías con el chisme.
—No me siento orgulloso de hacerlo de ese modo, pero, era la única forma de protegerla y no me arrepiento. Desde que me la llevé ya era la señora Dupuis —dijo agarrando la mano de su mujer—. Si me gustaría hacerlo por la iglesia, sé que le debo una boda a mi mujer y me gustaría que la ayudaran a elegir todo.
—No, así no —dijo seriamente Lili—. Tienes que pedirle matrimonio como es debido.
—Ya estoy que lo mato —dijo Anastasia mirándolo con ojos asesinos—. Estás muy depravado. ¡Alain Dupuis! ¡Quiero una pedida de mano espectacular!
—Así se habla —apoyó Fátima, orgullosa de ella.
—Bien, será una pedida de mano maravillosa —afirmó besando su mano con tanto amor.
—Ya sabemos que están casados y que puede venir una mini Tasia —dijo Lili con la esperanza de ser tía.
—No, todavía no —expresó Tasia. No iba a negar que se volvía loca con los niños, pero quería disfrutar su matrimonio por un tiempo—. No estoy apresurada, soy joven y podemos esperar un poco más.
—No, no tardes tanto —dijo su madre. Anhelaba que su hija tuviera su propia familia.
En eso escucharon una vocecita.
—¡Abuelito! —exclamó Elsa llegando a la sala y corriendo hacia Raúl—. Te extrañé.
—Hola, mi muñequita —dijo él, sentándola en sus piernas y dándole amor—. ¡Qué hermosa estas!
Ella sonrió y se aferró a sus brazos.
—Es la única niña de la familia —comentó Fátima sonriéndole a su niña—. Tu primo estaba extrañándote.
—Iré a verlo —anunció, separándose de su abuelo y salió corriendo hacia las escaleras.
—Es hora de irnos —anunció Alain.
—No, quiero platicar contigo —dijo Lili.
Tasia veía la mirada de su hermana que le urgía hablar con ella y la calmó.
—Iremos en la noche a visitarlos, es que quiero descansar —comunicó con calma.
—Bien, que sea así —pidió ella con cierta emoción. Así podrían hablar tranquilamente y que nadie estuviera interrumpiéndolos.
Antes de irse, la pareja se despidió de todos con abrazos y besos. Necesitaban ir a descansar porque en dos días se irían de nuevo a Francia. Aunque querían quedarse unos días más. Alain no quería dejar a Charlotte tanto tiempo a solas con la empresa para evitar que se estresara.
Tasia estaba feliz de estar con ellos y convivir con su familia. Quería quedarse más tiempo, pero sabía que era imposible por el trabajo que tenía en Francia y porque el turco Emir Yilmaz necesitaba hablar con ella con urgencia.
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Unas horas más tarde.
En el departamento Dupuis Palmer.
Alain había comprado comida para prepararla en casa.
—Cariño, estuve pensando que ya era hora de comprar una mansión en Italia y que tus padres vivan en ella —comentó al verla que estaba mirándolo con incredibilidad—. No es que me pese cocinar, pero. No estoy de ánimos y, la verdad, es mejor llegar y ser atendidos como unos reyes.
—Tenemos que preguntarles a mis padres si quieren dejar su comodidad —dijo. Sabía que no se negarían, pero tampoco quería decirle a Alain que sí de una vez—. No es mala idea, aunque aquí podemos pasárnosla muy bien.
—No pienso vender este departamento, aquí podemos pasarnos muy bien —dijo acercándose a ella y sentándose en el sofá para atraerla a su cuerpo—. Me muero por hacerte el amor.
—¿Y qué esperas?, ¿qué te dé permiso o qué? —preguntó en forma de burla.
—Estás cada vez más atrevida —dijo fascinado con ella y logrando sentárselas en sus piernas—. Sé que no queremos hijos, pero como me estoy volviendo loco por hacerte el amor, es mejor ir a la habitación en donde hay preservativos.
—Puedo tomar anticonceptivos —le dijo mirándolo y acariciando su cabello con las manos—. Tú eres el terco que no quiere ceder.