Capítulo # 25
Anastasia regresó a su hogar al día siguiente de la fiesta en compañía de Omar, que la dejó en la mansión y regresó a su país. No quería quedarse porque tenía muchas cosas que hacer.
Alain se sintió feliz y aliviado de que su mujer se la pasó muy bien con su familia y amigos, que era bueno que ella no dependiera tanto de él y que disfrutara.
En la empresa Dupuis.
En la oficina de Anastasia.
Emir se encontraba ansioso, por fin hablaría cara a cara con Anastasia sobre Joseph Williams.
—Buenos días —dijo Emir, al entrar a la oficina.
—Buenos días —respondió ella, terminando de acomodar unos documentos.
—Nunca, pensé que esta reunión se diera tan tarde —comentó y observó su extrañeza.
—¿Por qué? —preguntó confundida.
—Necesito que sea discreta y saber lo que te conviene o no —dijo en un tono serio y amenazador.
A Tasia no le estaba gustando el tono de voz del señor Yilmaz
—¿Para qué soy buena?
—Sé que usted fue mujer de Joseph Williams —dijo y observó su asombro—. Lamentablemente, conocí a esa rata sucia y alguien muy cercano a mí necesita recuperar lo suyo.
—¿El faraón? —logró decir con cierto temor.
Emir sonrió disimuladamente, entonces ella sabía de él.
—Sí.
—Una vez, escuché a Joseph hablando por celular con un tal Faraón, pero nunca pensé que fuera usted.
—No he dicho, que sea yo —soltó con cierto asombro.
—No soy tonta y tranquilo, no me gusta hablar de más —anunció. Se levantó y caminó hasta su cartera, con cuidado regresó a sentarse para buscar con calma la llave.
El turco la miraba con mucha curiosidad. Era extraño verla tan tranquila buscando una información tan valiosa.
—Tome —dijo al encontrar la llave—. Le daré la dirección en donde se encuentra. Tuvo suerte de que ese día escuché a Joseph discutir con usted y él escondió lo suyo para no entregarle eso nunca —le confesó. Estiró la mano y buscó un papel, un bolígrafo y se dispuso a escribir con calma lo que tenía que hacer él—. Usted entiende el inglés, ¿verdad?
—Perfectamente.
Ella siguió con lo suyo, con aquella calma para que no se equivocara y viniera por ella o por su familia.
—Aquí está a detalle todo.
El hombre agarró el papel y lo guardó en su bolsillo.
—Estaré viniendo seguido.
—No tiene que hacerlo. Le escribí paso por paso lo que tiene que hacer y cómo dar con esa habitación secreta —aclaró con los nervios a mil.
—Eres muy inteligente, Anastasia Palmer… El desgraciado de Joseph nunca supo valorarte y amarte como era debido —al mirarla con mucha sinceridad—. Te mereces ser feliz con Alain Dupuis.
—Yo soy feliz con Alain Dupuis, es mi esposo y lo adoro con todo mi ser —le contestó con firmeza.
—Te lo mereces, porque Joseph te hizo tanto daño —expresó con sinceridad.
Anastasia no quería preguntarle cómo sabía eso, pero de seguro investigaba a las personas. Eso hacían los mafiosos investigar a sus enemigos y no enemigos. Así que tuviera dudas, prefería no preguntarle y quedarse callada.
Emir salió de la oficina, nunca se imaginó que sería tan fácil encontrar la información que tanto necesitaba. En eso, se encontró a Charlotte saliendo de su oficina con su cartera.
—¿Vas de salida?
—Sí —respondió. El día de hoy tenía cita con la psicóloga para tratar con todo lo que había pasado en los últimos años.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó con suavidad. No quería que pensara que estaba siguiéndola.
—Sí.
—Vámonos.
Charlotte lo miró y salió con él del edificio. La verdad con él se estaba sintiendo a gusto y se llevaban bien en la intimidad, pero sabía que para Emir no era nada importante porque ellos terminaban casándose con una mujer de su cultura.
Emir estaba admirado por la belleza de la mujer, pero no podía perder la cordura por una extranjera y lo mejor sería terminar lo más pronto posible con lo que tenía con ella. No quería faltarle a su familia por una extranjera.
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Alain se dirigió a la oficina de su mujer.
—Amor, aquí tengo la información del nuevo material —dijo entrando. Observó que su mujer estaba un tanto pensativa—. ¿Pasa algo?
Ella negó con la cabeza y medio sonrió.
—Todo bien.
El hombre sentía que estaba mintiéndole, lo podía ver en sus ojos.
—¿Estás segura?
—Sí, solo que a veces me pongo un poco mal —le mintió—. Vienen recuerdos que no puedo controlar.
El francés se sentía frustrado porque muchas veces quería que ella no sufriera, pero era inevitable. Ella tenía un paso muy doloroso y era imposible que los recuerdos vinieran a la mente.
—¿Quieres comer algo?
—No, solo quiero que me des un abrazo —le pidió ella.
Su esposo caminó hasta ella y la abrazó con tanto amor, protección y anhelo.
—Te amo, siempre estaré para ti. Nunca lo olvides.
—Te adoro muchísimo, Alain. Eres el esposo perfecto.
Alain, sin medir palabra, la besó con tanto amor y pasión, ahora podía besarla y hacerla sentir amada.
Después de que estuvieron un rato besándose y darse cariñito. Decidieron regresar a la rutina, como a la media hora salió Anastasia a una reunión con el cliente que estaría de aniversario con su esposa y quería que todo saliera a la perfección.
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Unas horas más tarde.
En la mansión Dupuis Palmer.
En la habitación principal.
Tasia había salido del baño, su periodo estaba presente y le molestaba en cierto punto porque no podía intimar con el francés.
—¿Qué pasa? —preguntó cómo ella estaba seria.
—Me acaba de bajar mi periodo.
—Perfecto, hoy comienzas con las pastillas —dijo con cierto entusiasmo.
—Sí, es que deseaba estar contigo —confesó con cierta vergüenza.
—A mí no me importaría estar contigo, pero. Sé que es incómodo para la mujer y los cólicos, es mejor esperar unos días y ya —dijo él con suavidad. Era lo mejor para ambos y así evitaría que ella sufriera en esos días del mes—. El agua fría ayuda mucho.