Volver a Enamorarse

Capítulo # 28

Capítulo # 28

En el hotel.

Anastasia se despertó con los besos de su esposo en la nuca.

—Alain —dijo, al quitárselo de encima y sentándose en la cama—. No me dejaste dormir bien.

—Mi amor, era nuestra noche para celebrar —le recordó acariciándole el cabello y divertido por lo adormilada que se veía—. Yo creo que debí de dejarte dormir tres horas más.

Ella le dio un manotón, estaba muriéndose de sueño y él estaba muy activo.

—Quiero irme a casa y dormir por horas —confesó, volviéndose acomodar en la cama, pero sintió a su esposo cómo le besó el hombro—. Vamos a casa, ¿quieres comer algo o no?

—No tengo hambre, lo que quiero es dormir —respondió cerrando los ojos.

Su esposo se le quedó mirando, se levantó de la cama para darse un baño y comer algo. Su mujer no se movería de la cama y eso lo sabía muy bien. Estuvieron entregados al deseo y no durmieron casi nada.

Alain se daría un baño y saldría a comer un poco, después regresaría con su esposa.

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En la mansión Morin.

Charlotte se había dado un baño y se colocó un pijama. Necesitaba dormir y olvidarse de la carta de Emir, como ese cobarde se fue sin despedirse de ella… Le dolía tanto el corazón, se sentía tan vacía y molesta consigo misma por creer que podría ser feliz con otro hombre… Pero, ese error lo había aprendido muy caro y volvería a sus andanzas para seguir disfrutando del buen sexo sin mezclar sus sentimientos con nadie más.

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Las horas fueron pasando lentamente.

Alain y Anastasia regresaron a su hogar en la tarde y se fueron directo a la habitación.

Tasia acostándose en la cama.

—Oye, amor —dijo su esposo un tanto sorprendido de que estuviera de nuevo en la cama—. ¿No piensas levantarte?

—No, quiero ver una película y mañana comenzar a organizar lo de nuestra boda —anunció acurrucada en la cama.

El francés no podía creerlo, su esposa estaba tan cansada por la noche, tan apasionada que tuvieron que ni siquiera quería hacer nada.

—Amor, ¿acaso te lastimé y no quieres decírmelo?

Ella lo miró confundida.

—¿Lastimarme?

—Sí, es que fui demasiado apasionado contigo —expresó con preocupación de que podía verla lastimado.

—Amor —dijo, atrayéndolo hacia la cama—. No pasó nada de eso, fue increíble y maravilloso. Eres el hombre que amo.

Él la miró con cierto asombro.

—¿Entonces no fue un sueño?

—¿Un sueño? —replicó sin entender.

—¿De qué me amas?

—Te amo, Alain Dupuis. Perdóname por no decirlo antes, pero tenía mucho miedo de lastimarte —abrazándolo con cierto miedo—. Tú eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida y no pienso dejarte ir tan fácilmente.

—Te amo, Tasia, por ti he aprendido lo que es el verdadero amor y cómo ser paciente —dijo, sin soltarla y acostándose a su lado—. ¿Sabes? Una vez hice una promesa con Charlotte.

—¿Qué clase de promesa? —preguntó curiosa.

Él sonrió.

—Deja que nos casemos y te la cuento —soltó para hacerla enojar y no lo hizo. Ella le dio un beso en los labios y se acomodó en sus brazos—. Te haré inmensamente feliz.

—Seremos inmensamente felices —lo corrigió acomodada en sus brazos.

Alain le dio un beso en la frente y se quedaron en la cama, mirando la televisión.

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Al pasar los días, Anastasia le avisó a la familia sobre la boda y cómo le había pedido Alain su casamiento. Todas las mujeres alucinaron con la noticia y estaban contentas por el matrimonio.

En la empresa Dupuis.

En la oficina de Charlotte.

Anastasia estaba platicando con Charlotte sobre su boda, la rubia había dado algunos consejos sobre las decoraciones y estaban riéndose.

—Hay, no —dijo Charlotte, levantándose de la silla y fue corriendo al baño.

Tasia estaba extrañada por la actitud de Charlotte.

A los pocos minutos salió.

—Otra vez, este deseo de vomitar y no vomito —comentó con cierta molestia—. Tengo días con náuseas y mareos extraños.

La morena extrañada.

—¿Será que tienes anemia?

—Puede ser, aunque últimamente me la he pasado comiendo y se me dan unos antojos horribles.

—Espera un momento. ¿Náuseas, antojos y mareos? —preguntó alarmándose.

—Sí, pero no sé si es porque me colocaron unas pastillas para controlar la ansiedad.

—No, ¡para el medicamento! —alarmada Anastasia.

La rubia la miró sin entender mucho.

—Pero, ¿qué te pasa?

—Creo, que estás embarazada, Charlotte.

Ella soltó una carcajada llamativa.

—No, cómo crees si hace poco me bajo —aclaró mirándola.

—¿Y fue abundante o escasa?

—La verdad, fue muy extraño, me duró como dos días y fue raro.

La morena llevando las manos a la boca.

—Creo que es un bebé.

—Me niego —soltó la rubia que estuviera embarazada de ese maldito turco que la utilizó—. No quiero un hijo.

—Déjame buscar mi bolso. La otra vez compré una prueba de embarazo porque me sentía extraña y quería descartar un embarazo.

—Bien, ve —dijo, comenzando a temblar porque le aterraba la idea de ser madre soltera y lo peor, era que nunca le diría nada a Emir porque tenía prohibido buscarlo.

Anastasia fue a su oficina con calma. Si su esposo la veía en un movimiento extraño, se le pegaría atrás y no quería que Charlotte se pusiera más ansiosa de lo que estaba. Cuando encontró su bolso, salió con disimulo y volvió a la oficina de la rubia.

—Aquí está —dijo, sacando del bolso la prueba de embarazo—. Solo tienes que leer las instrucciones y hacerlo.

La rubia la miró con terror y decidió irse a hacer la prueba de embarazo. Para su mayor sorpresa era fácil de hacérsela y salió del baño sin la prueba.

—Tenemos que esperar —logró decir con terror en su tono de voz—. No quiero un bebé, no estoy preparada para ser madre.

—Te juro, Charlotte, si es un bebé, tendrás todo mi apoyo. No pienso dejarte sola en esto —acercándose a ella y abrazándola para que sintiera que no estaba sola y que contaba con ella.




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