Capítulo # 30
En la empresa Dupuis.
Anastasia se había encargado de salir con Axel para una reunión y dejó a su esposo en compañía de Charlotte, que estaban terminando de organizar las finanzas.
—Listo —anunció Charlotte mirándolo. Observó que su amigo estaba mirándola con una seriedad—. No me mires así, no quiero abortar.
—¿Y quién dice que lo hagas? —preguntó confundido—. Hicimos una promesa, Charlotte, y mira…
—Sí, juramos que tendríamos hijos contemporáneos, pero en unos días será tu boda y puedes concebirlo en la luna de miel —le bromeó con una sonrisa, pero su amigo no sonreía—. No tienes que molestarte, puedes esperar dos años más y listo. No tiene que ser exactamente igual —le recordó con una leve sonrisa—. ¿Sabes? Me iré a Inglaterra y regresaré unos meses antes de que nazca el bebé o la bebé.
Alain la miró con mucha preocupación.
—¿Estás segura? No quiero perderme nada de tu bebé.
—Sería egoísta de mi parte, que estén recién casados y que estén pendientes de mí —comentó con suavidad. Logrando que el moreno la mirara con cierto asombro—. Yo he entendido, que siempre te he visto como un hermano más y que creía que en verdad te amaba Alain… Soy tonta en aferrarme a algo que nunca pasará y ni quiero que pase —lo miró con una mirada dulce—. Desde que lo conocí a él, me sentí atraída y comencé a sentir cosas que nunca había sentido y lo que más me hizo comprender que este bebé sí era producto de lo que estaba sintiendo o siento por él.
—¿Pero, estará presente en la vida del bebé? —preguntó. No quería que fuera madre soltera—. Me dolería mucho que sufrieras, Charlotte.
—Si lo estará —mintió. La verdad no quería que su amigo sufriera por su culpa y prefería crear a un padre presente económicamente para su bebé, pero que no estaría presente—. Me ayudará económicamente, no le faltará nada a nuestro hijo, pero no vivirá conmigo.
—Ese malnacido. ¿Quién es él?, ¿acaso lo conozco? —preguntó con cierta molestia.
—No lo conoces y no importa, porque la verdad estaremos para el bienestar de él y punto.
—No me parece, Charlotte, no es justo para ti y menos para ese bebé —se levantó de la silla de mal humor, se acercó a la ventana para mirar el paisaje—. Nosotros crecimos como una familia, tú tuviste unos padres maravillosos y yo también lo tuve. Pero, tu bebé necesita amor y cariño.
—No tienes que mortificarte, Ala —dijo con calma—. Seré una madre a todo terreno y sé que me ayudarás mucho.
—¿Y te dará el apellido? —preguntó con seriedad.
—No, será Morin en su totalidad.
—Si es niño, lo permitiré, pero si es una nena, no. No pienso permitir que una niña sufra el desprecio de no llevar el apellido de un hombre —le aclaró—. Si es niño, sé que el señor Emiliano estaría orgulloso de que llevara el apellido de él, pero si es una nena…
—Sí, mi padre me decía lo mismo, que prefería mil veces que la niña llevara el apellido de quien sea, pero no una Morin —dijo con cierta tristeza—. Espero que sea niño y poderlo llamar Emiliano Alain…
Él giró y le regaló una hermosa sonrisa.
—Te adoro —confesó acercándose a ella y dándole un beso en la frente—. Eres la hermana menor más malcriada y terrible de todas.
Ella soltó una carcajada.
—Perdóname, Alain, perdóname por ser una hermana tan problemática y llamar tu atención de la peor manera —confeso abrazándolo sin poderse sentir bien. Su obsesión por él la llevó a hacer cosas imaginables y si no hubiera sido por Emir. No sabría qué hubiera hecho—. La psicóloga y la vida me han enseñado de que uno tiene que cambiar.
—Eres para mí la mejor hermana del mundo, sé que hemos tenido diferencias, pero nunca te abandonaría y menos necesitando mi apoyo.
—Siempre estaremos apoyándonos, aquí o en otro lugar. Siempre estaremos pendientes del uno y del otro —afirmó separándose de él y limpiándose las lágrimas con un pañuelo—. Sé que serás un tío espectacular para mi bebé.
—Así será —afirmó con una sonrisa en los labios.
Charlotte y Alain estuvieron abrazados por un buen rato y después siguieron con lo suyo. Ella quería dejar todo en orden y listo para regresar en un par de meses. Le urgía que su mente estuviera en paz y que todo saliera bien a la llegada de su hijo.
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Unas horas más tarde.
En la mansión Dupuis Palmer.
Anastasia estaba encantada de que sus padres estuvieran con ellos en la mansión.
—Entonces, estaremos unos días sin hacer nada —comentó Aimeé a su hija. Ambas se encontraban en la habitación de huéspedes—. Quería conocer el lugar.
—Podemos decirle a Aquiles que los lleve —comentó su hija ayudando a su madre a deshacer su maleta—. Estamos con la organización de nuestra boda y no queremos que ningún detalle se escape.
—Es extraño, que ustedes estén encargándose de todo —comentó la mujer con cierto asombro. Alain y su hija podían elegir a una persona encargada para que lo hiciera.
—Mi esposo y yo, no queremos que nada se nos escape —aclaró. Ambos querían que todo saliera perfecto, nunca se imaginó que podía tener una boda tan bonita y su esposo estaba dispuesto en complacerla en todos los sentidos—. ¡Será grandioso!
Aimeé miró la felicidad de su pequeña. Se sentía tan plena de que su hija fuera tan feliz y que se veía que estaba completamente enamorada de su esposo, solo esperaba que todo marchara bien para que pudieran tener su propia familia en unos años.
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En la sala.
Danny estaba tomando un poco de whisky con compañía de su yerno.
—¿Y cómo van las cosas con mi hija?
—Muy bien —respondió, sentándose de frente con una copa de vino—. Estamos agotados con la organización de nuestra boda y esperando que llegue el día para ser esposo por la vía religiosa.
El hombre sonrió ampliamente.
—¿Quién me iba a decir, que tendría de yerno un francés e italiano? —comentó con una risita—. Mis hijas sufrieron demasiado y ahora son felices.