Capítulo # 32
Anastasia se había sorprendido de que su hermana estuviera alimentando a otro bebé que no fuera el de ella y que era un hermoso gesto lo que estaba haciendo.
Los días fueron pasando lentamente y llegó el día en que llegó Charlotte.
En el centro comercial.
Charlotte estaba impaciente porque se probaría el vestido de dama de honor.
—El vestido será un turquesa, precioso —anunció Tasia con alegría.
A ella le preocupaba si el vestido fuera a molestarle al momento de colocárselo. Su vientre seguía plano, pero no quería poner en riesgo la salud de su bebé.
La empleada llegó con el vestido y Charlotte se dirigió con ella al cambiador.
La mujer miraba a la rubia y antes de colocar el cierre sentía que ella debía de meter la barriga para que cerrara.
—Necesito que meta la barriga y cerrar —le pidió la mujer.
Charlotte presentía lo peor y aclaró.
—Estoy embarazada y es mejor que no lo haga.
—¡Oh! Podemos añadirle un poco más de tela.
—¿Y no tendrá otro modelo? —preguntó. La boda sería en dos días y se suponía que debía de mantenerse igual.
—Bien, creo que tenemos otro —dijo saliendo del cambiador.
Anastasia acercándose a los cambiadores y se quedó en la puerta.
—¿Sucede algo, Charlotte?
—Me queda pequeño y buscarán otro —confesó—. No quiero que te enojes.
—¡Bah! Lo que importa es la salud del bebé y no me importaría si eligieras otro vestido —aclaró, antes de que se hiciera una idea equivocada del vestido de dama de honor.
—Señora, aquí traje el otro —dijo pasándoselo.
La rubia lo detalló y no llevaba rache; y sería superfácil colocárselo por arriba y que no le molestara su vientre. A los pocos minutos salió y todas quedaron encantadas de cómo se veía Charlotte. Estaba divina y radiante.
—¡Te queda espectacular! ¡Pareces una princesa! —confesó Fátima encantada.
Charlotte se miró al espejo y le gustó cómo se veía. Su pancita no se notaba porque era suelto en la parte de la cintura y eso era lo que ella quería que no se notara nada su embarazo.
Lili estaba detallando a la rubia y no podía negar que era hermosa, pero no se comparaba con su hermana. Por algo, Alain nunca se había fijado en ella.
—Nos quedamos con este —afirmó Tasia con alegría.
En eso comenzó a sonar el celular de Lili y ella contestó.
—Dime, amor.
Raffaello estuvo diciéndole unas cosas y ella sonrió.
—Nos veremos en una hora, entonces —dijo, antes de cortar la comunicación y las miró—. Nuestros maridos nos dicen que en una hora nos veremos en un restaurante.
—Yo paso —habló Charlotte, no quería ver a nadie y la verdad lo de Emir le había afectado mucho para lidiar con enamorados—. Yo me voy directamente a mi casa.
—¿Estás segura? —preguntó Tasia.
—Sí, tengo que llegar y empacar todo. Te recuerdo que me iré después de la boda a Inglaterra a pasar unos meses allá y después regresar —le recordó. Quería que su bebé naciera en Francia y no en Inglaterra. No quería quedarse con ellos porque no quería ser una molestia para Alain y su esposa, no sería justo que ella estuviera en medio de ellos y que fuera a lastimar su relación. Si ella no era feliz, tampoco iba a ser infeliz a su amigo Alain Dupuis.
Todas se midieron los vestidos, encantadas; de cómo se verían en la boda de Anastasia y Alain.
Tasia estaba eufórica porque su boda sería en dos días y todo estaba marchando a la perfección. No tenían que preocuparse porque no sería algo tan grande.
Charlotte se despidió de ellas y se fue en su auto particular.
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En el restaurante.
Alain había hecho la orden para que su mujer llegara y comiera de una vez.
—Oye, Alain —dijo Raffaello con cierta risita en sus labios—. ¿Y has pensado en sorprender a tu mujer?
—No, la verdad que no. Quiero que en nuestra luna de miel todo sea espontáneo y divertido —respondió tomando un poco de jugo—. Es bueno disfrutar de lo que te ofrece la vida.
—¿Y para dónde van? —preguntó curioso Danny.
—Para Canadá, lo estuve pensando muchísimo y sería un lugar maravilloso para esquiar. Ella nunca ha ido y me parece una excelente idea —comentó y miró que ellas venían entrando—. Ya llegaron.
Anastasia entró en compañía de su hermana y su madre, estaban platicando y atrás de ellas venían las demás.
—Aquí están —dijo, ubicándolos y sentándose al lado de su marido—. ¿Ya pidieron?
—Sí, ya pedimos la comida —respondió Raffaello al sentir a su mujer sentándose a su lado—. ¿Y Liam? —preguntó curiosa.
—Sé, lo dejé a la empleada, como que están ansiosos de tener un bebé en casa —comentó divertido Raffaello.
—Sí, no nos viven pidiéndonos —confesó Tasia mirando a su esposo—. Charlotte se fue a su hogar.
—No debe de sentirse bien y por eso que no quería venir —comentó con cierta preocupación.
—Siento que Charlotte ha madurado muchísimo —habló Fátima—. Se ve centrada y muy tranquila, embarazada… Ni yo, parecía una loca.
—Confirmo lo loca —dijo Omar, sintió cómo su esposa le metió un manotón.
—Hermanita, no tienes que ponerte en ese plan —expresó Raffaello divertido.
—Solo falta, Lorenzo —recordó que faltaba uno de sus hermanos y que llegaría mañana para no estar tanto tiempo en Francia por lo de su trabajo—. Y ese se quedó con Elsa.
—No quieren tener más hijos y eso es que mi nieta no es traviesa —comentó Rita. Deseaba que su hijo tuviera otro bebé para que su nieta tuviera un hermanito o hermanita menor, pero lo veía casi imposible.
—Todo tiene su tiempo —dijo con una sonrisa Raúl—. Es mejor comer algo.
—Tengo mucha hambre —confesó Aimeé.
Lili le dio una galleta y le ofreció una a su esposo, el cual quería rechazarla, pero era salada y se la comió.
Tasia y Alain empezaron a platicar sobre los preparativos de la boda y acordar de lo que no se llevaría a cabo, debían de hablar con uno de los encargados para que todo se hiciera al pie de la letra.