Capítulo # 33
En la mansión Morin.
Emir, antes de irse, le dio un beso en los labios a Charlotte y, sin poder evitarlo, llevó su mano en su vientre.
—Adiós, amor. Perdóname por ser un cobarde, pero ahora entiendo que me había enamorado de ti, pero pesa más mi familia que cualquier sentimiento que estoy sintiendo. Sé feliz con alguien más que te lo mereces.
—Emir… —soltó ella entre sueños.
El turco le había dado un beso en la frente y salió de la habitación con una agilidad desde la ventana, no podía darse el lujo de que alguien lo viera y que pensara que era un ladrón.
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En la discoteca.
Alain y compañía estaban observando a sus mujeres desde lejos.
—¿No creen que esto es demasiado? —preguntó Raúl llevando unos lentes negros—. Parecemos unos mafiosos.
—No estés de aguafiestas —dijo su hijo con seriedad. Su mujer se veía muy contenta bailando con su hermana—. Mañana no van a querer levantarse.
Alain quería acercarse un poco más a su mujer, pero si lo hacía de seguro, su mujer se enojaría con él y no quería eso. Estaban a días de casarse y no quería arruinar las cosas, pero Raffaello y Omar no estaban tranquilos con la idea de que sus mujeres estuvieran a solas.
Solo estaban divirtiéndose y pasándola genial, no veía nada malo entre ellas y lo único que le había sorprendido fue que su amiga Charlotte se había ido temprano. Necesitaba hablar con ella, pero lo haría después.
Anastasia estaba pasándosela genial y se fue al baño en compañía de su madre.
—Hija, escúchame bien —dijo con cierta seriedad en su tono de voz—. No te enojes, pero tu esposo está aquí con tu padre.
Ella estaba atónita.
—¿Alain aquí?
—¡Sí!
—¿Pero, por qué? —preguntó confundida.
—Te puedo asegurar que no fue idea de él, es mejor irnos y así hacer que regresen a casa —comentó con cierta seriedad.
Tasia estaba renuente a irse, estaba pasándola genial.
—Que se aguanten, yo estoy pasándomela muy bien.
—Entonces, llama a Axel porque me estoy muriendo de sueño —comentó bostezando.
—Está bien, lo llamaré y así sabremos quién quiere irse —dijo. Antes de salir fue a hacer sus necesidades y salió para poder reunirse con las demás.
Aimeé se acercó a todas y comentó que quería irse a dormir, que estaba agotada. Rita la apoyo porque en verdad estaba cansada y era mejor irse, pero Anastasia, Liliana y Fátima se quedaron para seguir disfrutando de la noche.
Alain, Raffaello y Omar se quedaron en la discoteca porque no iban a permitir que sus mujeres se quedaran desamparadas.
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En la mesa de las chicas.
Anastasia estaba tomando un poco de vino.
—Ahí están esos descarados.
—Te puedo apostar que fue idea de mi marido —comentó con una risita Fátima—. Y mi hermano le siguió el juego.
—Estoy totalmente de acuerdo —expresó divertida Liliana que así debía de ser—. Mi esposo es un poco celoso.
—El mío tampoco se queda atrás —confesó.
Las tres mujeres soltaron una carcajada llamativa y seguían tomando.
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En la mesa de los hombres.
—¿Qué estarán diciendo? —se preguntó Omar, intrigado.
—No lo sé, pero es hora de que las mujeres regresen a casa —comentó con una sonrisa Raffaello levantándose para irlas a buscar.
Alain se le pegó atrás y observó que las mujeres estaban recogiendo sus pertenencias.
—Se habían tardado —comentó divertida Liliana a su esposo Raffaello que la miraba incrédulo.
—Pensé que no vendrían nunca —soltó risueña Fátima.
—¿Ustedes lo sabían? —preguntó incrédulo Alain.
—¡Sííí!
—Es mejor irnos —comentó Omar agarrando de la mano a su mujer.
Anastasia sintió la mano de su esposo en su cintura y salieron sonrientes de la discoteca.
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Unas horas después.
En la mansión Morin.
Alain había ido a la mansión de su amiga para saber de ella y poderle preguntarle cómo estaba sintiéndose ahora que sería madre en un par de meses.
Charlotte llevaba puesto un vestido un tanto suelto para evitar usar algo apretado.
—Me siento contenta de que estés aquí, Alain —comentó sentándose en la silla y sonriendo—. Mañana será el gran día.
A pesar de que su amiga le sonreía, se veía triste.
—¿Estás bien, Charlotte?
—La verdad no. Después de tu boda me iré a Inglaterra y si por mí fuera ya estaría allá —confesó con cierto desánimo—. Estar aquí me recuerda a él y la herida está abierta.
—¿Por qué no me dices quién es? —preguntó angustiado de que le fuera a pasar algo malo a su amiga.
—¿Para qué? Él seguirá con su vida sin importarle nada. No quiero estar con un hombre que se sienta obligado a estar conmigo por su hijo y no sería feliz. Mis padres se amaban y lucharon para estar juntos.
Alain se sentía triste porque su amiga no estaría con él en los siguientes meses, pero tenía que dejar que ella sanara un poco para que regresara.
—Volveré unas semanas antes de que nazca el bebé y así quedarme con él en mi país —confesó con una sonrisa.
El moreno la abrazó cariñosamente y la quería mucho, esperaría el tiempo necesario y disfrutarla el día de mañana como era debido, sería una despedida un poco amarga, pero con la esperanza de que ella volvería a su lado.
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En la mansión Dupuis Palmer.
En el comedor.
Todos estaban desayunando, excepto Anastasia, que no se había levantado.
—Voy a despertarla —comentó Aimeé a la familia.
Una de las empleadas habló.
—No, ni se le ocurra hacerlo. La señora siempre está despierta temprano y es muy extraño que a esta hora siga durmiendo —explicó terminando de servirle a Fátima—. Siempre deja al señor botado, porque ella siempre se va temprano a la empresa y el jefe llega tardísimo al trabajo. ¡Es una mujer trabajadora y humilde!
Liliana miró a la empleada e intentó no reírse. Esa mujer admiraba a su hermanita y, la verdad, debían de quererla mucho para apreciarla tanto.