Volver a Enamorarse

Capítulo # 34

Capítulo # 34

En el club.

Anastasia había acomodado algunos detalles, pero se sentía satisfecha de saber que sus empleados estaban logrando lo que tanto había deseado.

Alain tuvo que ponerse a ayudar para acomodar los globos y esperar que su mujer le ordenara cómo debía de acomodarlo. Ella quería hacer unas flores, pero su esposo le propuso que hiciera un arco elegante y tuvo una idea. Como había flores colgando de los adornos, prefirió hacer un arco para la entrada para que pasaran los invitados; por suerte, era fácil de hacerlo y no tardaría demasiado.

Mientras que Liliana estaba ayudando a otra empleada a terminar de acomodar las mesas y las sillas, no podía creer que las sillas fueran decoradas y se veían tan alucinantes. Definitivamente, su hermana estaba haciendo una boda de ensueño y lo elegante que se veía todo; y eso que todavía faltaba.

—No me canso de mirar todo —comentó ella con cierta fascinación.

—¿Y usted es amiga de la jefa? —preguntó la empleada colocando la silla en su lugar. Se le hacía curioso que una mujer tan bella estuviera ayudándola.

—No, es mi hermana menor. Yo soy la hermana mayor —respondió con una sonrisa en los labios.

—¡¿Eres la hermana de la jefa?!

Los empleados que la habían escuchado comenzaron a murmurar.

—¡Y aclaro que no soy adoptada! —exclamó Anastasia terminando de acomodar el arco—. Es que ella se parece a la familia de mi padre y yo a la de mi madre —aclaró antes de que fueran a crearse ideas extrañas.

—Pero son muy diferentes —dijo la chica, sin dejar de mirarla—. Mi jefa es la más hermosa de las dos.

Aquellas palabras sorprendieron a Anastasia muchísimo, se suponía que su hermana siempre se robaba las miradas de todos y ella decía que ella era más hermosa que su hermana, era sorprendente.

—Pues sí, es verdad —afirmó otro empleado—. No voy a negar que la señora es hermosa por su tono de piel y pelirroja. Pero, nuestra jefa es exótica y tiene un color de piel muy bonito.

—Siempre me lo decían —comentó Liliana—. Cuando mi hermana era pequeña, siempre llamaba la atención de las personas por el color de mi cabello y mi piel blanca, pero siempre terminaban encantados con Tasia porque siempre reflejó una edad que no tenía y era llamativa por su color de piel.

—¡Ya! —ella completamente avergonzada.

—¡Jefa! ¡Usted, tiene un cuerpo que cualquier mujer envidiaría! ¡Usted, es perfecta!

Anastasia estaba demasiado sonrojada, porque todos se quedaban asombrados de que ella nunca se había operado y su cuerpo era muy llamativo a la vista de los hombres, no era ni gorda y menos delgada, pero se veía tan bien y sexi como le decía a su esposo, que había aprendido amarlo y aceptarse como era.

—Ya dejen de estar hablando tanto y terminemos —ordenó Alain. Le divertía verla sonrojarse y mostrar un poco de su personalidad. Sus empleados le tenían muchísimo cariño y ella era comprensiva, prefería relajarse que regañarlos por algo.

La orden de Alain fue clara y todos comenzaron a terminar lo que estaba a medias, pero Anastasia se quería quedar un poco más y su esposo le había dicho que no, que ella debía de descansar para lo que venía el día de mañana y que ellos terminarían de terminar todo.

La morena no quería. Su esposo tenía razón, tenía que arreglarse para el día de mañana y la chica que le arreglaría las uñas estaría por llegar.

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En la mansión Dupuis Palmer.

Charlotte miraba sus uñas de color blanco con turquesa, por suerte las tenías largas y no le aplicaron ningún químico.

—Me quedaron divinas.

Fátima estaba observando cómo la rubia estaba encantada con las uñas y ella tenía que tener paciencia porque ella las quería espectaculares para el día de mañana.

—¡Llegamos! —exclamó Tasia.

—Ya estamos adelantando —comentó Charlotte.

La morena miró a la señora cómo estaba haciéndole el trabajo a Fátima.

—¿Y quiénes faltan? —preguntó sentándose en el sofá.

—La señora Fátima estará un largo rato conmigo, pero mi compañera vendrá en camino para que sean atendidas las señoras faltantes.

—¡Fati! ¡La que se casa es Anastasia y no tú! ¿Por qué no te haces algo sencillo?

—Déjala —dijo Tasia—. Ella sabe cómo quiero mis uñas y será algo sumamente espectacular.

—Mientras que están atendiendo a Fátima, me encargaré de hacer comida —anunció la madre de Anastasia—. Me pongo ansiosa si me quedo todo el día mirando y esperando de que terminen.

La madre de Tasia se había ido y ellas quedaron esperando que llegara la otra chica, mientras que sus maridos estaban cuidando a los bebés.

A los quince minutos llego la chica, mientras que fue atendida Rita para poder darle oportunidad a Aimeé que estaba haciendo la comida.

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Dos horas después.

Anastasia estaba encantada con el trabajo, fue un arreglo sumamente espectacular, sencillo y elegante a la vez para que resaltara todo, y estuviera en equilibrio.

—¡Por fin! —exclamó Alain observando como las mujeres estaban platicando y emocionadas que estaban porque tenían las uñas arregladas—. Saben que eso es vanidad, ¿verdad?

—¡Cállate! —exclamaron serias.

El francés miró con cierto asombro a Raffaello que intentaba no reírse, pero nada más se le ocurría a él soltar semejante palabra, cuando ellas amaban estar arregladas y hermosas para las ocasiones especiales.

—Lo que te falta por aprender —soltó Raúl con una sonrisa divertida.

Las mujeres se fueron de la sala para platicar y terminar de organizarse, porque en la mañana venía la peluquera a arreglarlas. Anastasia le pidió a Charlotte que se quedara a dormir con ellos, que no quería que se fuera.

—¿Qué les parece si hacemos una pijamada? —propuso Liliana entusiasmada.

—Pero, sería hasta las once —aconsejó Rita—. No estaría bien estar de trasnochadas.

—Perfecto —dijo Anastasia. Quería hacerlo porque nunca había estado en una y la verdad era una experiencia que quería vivirla con ellas.




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