Capítulo # 35
Rita y Aimeé estuvieron escuchando a las jovencitas hablar tan libremente de la sexualidad, que estaban sonrojadas por cada explicación. Hasta que llegó el momento de irse a la cama.
Al día siguiente.
Charlotte fue la primera en despertarse, vomitando y teniendo de apoyo a Liliana, que se había despertado por el ruido. Todavía la rubia no se acostumbraba a los síntomas del embarazo.
—Toma —dijo Lili entregándole un vaso de agua—. Bebe despacio.
Charlotte obedeció y lo hizo.
Anastasia se despertó y las encontró en el baño.
—¿Qué sucede?
—Los síntomas del embarazo —respondió su hermana un tanto soñolienta—. Ya te sentirás mejor.
La morena la ayudó a levantarse para que se acostara un rato. La boda religiosa sería en un par de horas y debían de irse al salón de belleza para arreglarse.
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En el comedor.
Raffaello alimentando a su hijo.
—Lili, te ha dejado toda la responsabilidad a ti —comentó con cierto asombro Alain.
—¡Ja, ja, ja! Sí, un poco, pero es lo normal. Ella muy poco ha convivido con su hermana y creo que se lo merecen —expresó cuando su hijo se había tomado todo el alimento y esperaba que su padre lo levantara para darle unos golpecitos en la espalda—. Creo, que cerraré la fábrica.
—¿Es mucho trabajo? —preguntó con cierta curiosidad. Esperaba que no fuera tan duro ser padre porque sería muy penoso para él. Aunque sus padres nunca quisieron tener más hijos, tampoco quiso preguntarles por qué no les había dado hermanos, cuando realmente fue feliz en su niñez.
—Algo o es que Liam es inquieto —confesó con una media sonrisa—. Esperé unos años más para pensar en tener otro.
—Buenos días —dijo Rita reuniéndose con ellos—. Tengo un hambre horrible.
—¿Y cómo se la pasaron anoche? —preguntó su esposo divertido.
—Muy bien, esas chicas son un caso —respondió alegremente.
—¡Tengo hambre! —exclamó Tasia bajando en compañía de las demás.
—Mujeres, como ustedes, son las que más se tardan en arreglarse, es mejor que desayunen bien y se organicen para que salgamos a la hora acordada para la boda religiosa —mirándolas, Alain quería que todo saliera perfecto y que no se fueran a tardar tanto.
—Ustedes se irán a mi mansión y nosotras nos quedaremos aquí —dijo Charlotte, comiendo un poco.
—Sí, pero eso será después —aclaró Danny mirándolas.
En eso escucharon el sonido del timbre.
—Ya llegaron —comentó Alain al escuchar voces. Y efectivamente, era la familia de Rita y Raúl la que habían llegado para la boda.
En pocos minutos la mansión estaba llena de bullicio y los niños estaban fastidiados por los mimos de su prima Elsa.
Raúl, presenciando el caos que se estaba formando por las mujeres, decidió irse de una vez a la mansión Morin en compañía de Alain y los demás hombres. Las mujeres estaban eufóricas con el tema de la boda y estaba seguro de que ellas no estarían pendientes de ellos.
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Unas horas después.
En la habitación de Anastasia.
La maquilladora estaba recortándole el maquillaje.
—Te ves, preciosa —dijo su hermana, entrando a la habitación con una alegría que estaba embargándola. Su hermana se veía preciosa, hermosa y radiante, nunca se imaginó verla tan feliz en su vida y había encontrado un buen hombre—. Ya quiero que te vea, Alain.
La novia se levantó de la silla emocionada porque hoy sería el día en que juraría ante Dios su amor eterno con su amado esposo.
Charlotte abrió la puerta de la habitación, estaba ansiosa por ver a Anastasia con su vestido de novia.
—¡Wow, estás hermosísima! —exclamó con mucha sinceridad y radiante de ver a la esposa de su amiga completamente enamorada de él—. Sé que eres y serás la mejor esposa para mí, Alain —dijo intentando no llorar—. Él te ama y sé que serán muy felices.
—Muchas gracias —dijo ella conteniéndose las lágrimas, ahora que se casaría con Alain por la vía religiosa, estaba completamente segura de que serían inmensamente felices—. Sé que no comenzamos con un buen pie, pero ahora sé que eres una mujer que vale muchísimo —expresó con una sonrisa en los labios—. Gracias por estar aquí conmigo.
Charlotte fue hasta ella y la abrazó con cuidado, no quería arruinar su peinado o el vestido.
En eso entró Aimeé con Liam con su traje de esmoquin.
—¡Mi bebé! —exclamó eufórica Liliana, que no podía creer lo hermoso que se veía—. Mírenlo —quitándoselo a su madre con cuidado—. Será el galán de la noche.
—De eso no me cabe duda —afirmó con cierta alegría Charlotte. Se imaginaba a su hijo así de rubio como ella y nada a Emir, fantaseaba que no se parecía a él y lo deseaba de esa forma.
—¡Mujeres! —abrió la puerta abruptamente Rita—. Tenemos que irnos, el chofer está esperándonos.
—Sí —dijo Tasia acomodándose y esperando de que todas salieran para irse a la iglesia, que de seguro Alain estaba esperándolas.
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En la mansión Morin.
Alain no podía creer su mala suerte, el pantalón se le había roto en la parte de atrás.
—¡Ni loco me caso de esta manera! —exploto malhumorado, ¿en dónde encontraría a una costurera para que lo ayudara?
—Quítate el pantalón —le ordenó Raffaello con aquella seriedad. No podía creer que su amigo estuviera haciendo un berrinche el día de su boda—. Tan fácil que es coser un pantalón.
Raúl lo miró divertido y expresó.
—Ya, tú hiciste lo mismo y tu mujer te dio un golpecito de realidad.
Raffaello soltó una carcajada llamativa.
—Sí, eso sucedió hace unos días y de la rabia que tenía Liliana me enseñó a coser el pantalón. Hasta me llamo ¡Llorón!
Los hombres soltaron una carcajada por lo explosiva que estaba Liliana, pero era cierto, no había necesidad de hacer drama con algo tan simple.
El rubio comenzó a coser el pantalón con mucho cuidado y dárselo a Alain para que se fueran a la iglesia. Por suerte, Danny era el que los tenía informados porque él sería el que entregaría a Anastasia en el altar.