Capítulo # 36
La boda religiosa fue un momento tan hermoso y único para los enamorados. Alain se sintió muy feliz de ser llevado hacia el altar acompañado de dos hermosas mujeres que habían sido parte fundamental de su vida, que habían sido Charlotte y Rita. A una la adoraba como si fuera su madre biológica, y a la otra como su hermanita, que siempre estaría para apoyarlo.
Anastasia entró con los nervios a flor de piel, nunca creyó encontrar a un hombre que estuviera dispuesto a no importarle su pasado y aceptarla tal y como era. Al mirarlo, se quedó fascinada de lo guapo que estaba y cómo sus ojos azules brillaban aún más cuando la miraba.
La ceremonia estuvo tranquila y llena de emociones, los padrinos habían sido Raffaello y Liliana que estuvieron atentos a todo.
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Alain y Anastasia estaban en la pista de baile bailando y disfrutando de la música, todo estaba saliendo como ellos lo habían planeado y estaban realmente contentos.
Charlotte también se había ido a bailar con ellos y Alain bailó con su amiga de la infancia para que su mujer fuera a sentarse un poco.
—Estoy agotada —comentó Tasia, sentándose al lado de su padre y quitándose las sandalias. Le dolían los pies—. Wow, todo ha salido bien.
—La música está muy buena —comentó Rita risueña.
—¿Y la mayoría son empleados? —preguntó Angela con cierto asombro.
—Sí, son amigos y empleados muy confiables que siempre están con nosotros —respondió ella con una alegría. La verdad, siempre estaban tratándola muy bien y eso era antes de ser su novia—. Siempre han estado para nosotros y la verdad quería que ellos estuvieran en nuestra boda.
—Mami —habló Elsa como tenía en brazos a su primito Liam—. ¡Quiero un hermanito!
Gonzalo casi se atraganta con la comida. Al principio quería tener otro hijo, pero desde que había visto a sus hermanos con sus hijos pequeños, las ganas se fueron y a su esposa también.
—Confórmate con tu primo y si no es un niño, si no una niña —dijo su madre mirándola con una sonrisa—. Dejarías de ser la niña de la mansión Santoro.
—¡No!
Escucharla le dio risa a la pareja. Su hija era muy consentida y mimada por sus suegros, que siempre estaban complaciéndola en todo momento por ser la única niña de la familia.
Tasia sonreía como si su sobrino estuviera risueño con ella y con cuidado se lo quitó de los brazos a la pequeña. Al tenerlo entre sus brazos, lo llenó de besos y disfrutaba de tenerlo porque en unos días se irían de Francia, pero esa noche no lo vería más porque su esposo y ella se irían a Canadá para su luna de miel.
—Ja, ja, ja —se escuchó la risa de Charlotte—. Anastasia, tu marido es un caso.
Ella giró y ambos venían riéndose a carcajadas.
—¿Qué pasó? —preguntó ella curiosa. Nunca los había visto tan juguetones y risueños.
—Se cayó —respondió la rubia intentando contener las ganas de volver a soltar una carcajada—. Hubiera visto lo divertido que fue.
—Me caí, porque ella me hizo tropezar y como no quería agarrarla por miedo de que fuera a lastimarse. Por eso, me caí —explicó con el trasero adolorido, con cuidado se sentó al lado de su mujer—. Todos disfrutando de la boda —y mirando a los lados y comentó—. No vino.
—¿Quién? —preguntó su mujer curiosa, la cual estaba disfrutando de su sobrino entre sus brazos.
—Emir Yilmaz —respondió y encontró el asombro de su mujer—. Sí, yo lo invité mucho antes de que se fuera, y le hice llegar la invitación de nuestra boda —informó con aquella tranquilidad.
Anastasia lo miraba sin poder soltar una palabra, su esposo desconocía lo que había pasado entre Charlotte y él; y que era el padre del pequeño que estaba esperando. Estaba casi segura de que, si Alain supiera la verdad, lo haría regresar a Francia lo más pronto posible para que se hiciera responsable del pequeño.
Charlotte se fue a sentar en otro lugar apartado. Al escuchar el nombre de su ex amante, la hizo sentir mal, se suponía que podía venir a verla y no lo hizo. ¿Acaso no le importaba lo que ellos vivieron y que existía una personita que dependería de él? No se daría mala vida y se haría de cuenta de que él nunca existió en su vida.
A los cinco minutos se escuchó el sonido de una buena música de los setenta y todos salieron a bailar con aquella emoción.
Las hermanas Palmer fueron unas de las más entusiasmadas, porque amaban ese tipo de música porque la disfrutaron con sus padres en la niñez.
Entre bromas, diversión y mucha alegría la fiesta estuvo grandiosa para los novios, estaban pasándola muy bien y disfrutando de todo sin perder ningún detalle no quería irse, pero debían de hacerlo necesitaban tomar un vuelo a Canadá serían más de siete horas de vuelo y estarían una semana en Canadá disfrutando de lo maravilloso de la nieve.
El francés había preparado su avión privado para irse acomodos en el avión, había una habitación para ellos y así no tendrían que dormir tan incómodos por el viaje.
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En el camino hacia el aeropuerto.
—Amor, ¿no era mejor irnos a la mansión primero y después irnos de viaje? —preguntó confundida ella.
—No, porque la idea de que te quite el vestido y no tiene chiste de que lo hagas tú —aclaró con una sonrisa en los labios—. Quiero disfrutar de mi esposa.
La morena se sonrojó un poco, su esposo a veces era un atrevido de primera y la verdad, quería que su esposo le quitara el vestido y que disfrutaran de hacer el amor.
Alain estaba ansioso por llegar y que disfrutaran de su luna de miel.
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Una hora después.
El vuelo hacia Canadá.
Anastasia estaba observando cómo su esposo estaba terminando de hablar para poder ir a la habitación. Algunas cosas se habían complicado antes de salir de viaje y eso tenía un tanto molesto a su esposo.
—Amor, ya —dijo al mirarlo cómo estaba tan serio—. La idea es que disfrutemos de nuestra luna de miel.