Capítulo # 42
Los días siguientes fueron los mejores para la pequeña Alaia, que recibía mimos y amor de toda la familia. La noticia del embarazo de Liliana los había sorprendido y estaban contentos de que fuera una nena.
Cuando llegó el momento de irse, Liliana les pidió que dejaran a Alaia por una semana con ella, que la regresaría en compañía de su esposo Raffaello. Al principio dudaron muchísimo de dejarla, pero al ver la carita de felicidad de su pequeña lo hicieron y era lo más sano porque su pequeña muy poco convivía con ellos.
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En Francia.
En la mansión Dupuis Palmer.
Tasia había terminado de acomodar todo en la habitación de su hija, le haría falta. En cierto modo se sentía feliz de que Alain por fin permitió que se quedara allá porque nunca había aceptado hacerlo.
—Aquí estás —dijo agarrándola de la cintura—. Es hora de descansar y aprovechar que ese angelito está en Italia.
—Me sorprendiste de que la dejaste —soltó su mujer con suavidad.
—Era varias veces que nos la pedían y me negaba. Ahora que está grandecita y entiende, puede disfrutar muchísimo más —y cargándola, logrando que ella se sorprendiera un poco—. Es hora de darnos mucho placer, mira que me tienes abandonado.
Ella soltó una carcajada por lo mentiroso que era, nunca habían tenido ningún impedimento para hacer el amor, pero si quería estar a solas con él y en cierto modo le pesaba que su familia viviera en Italia y no en Francia para que su hija conviviera más con ellos. Le hubiera gustado que sus suegros estuvieran con vida para que la consintieran un poco.
Alain quería disfrutar de los días que no estaría su hermosa hija con ellos y dejarle toda la responsabilidad a su familia política.
El francés llevó a la cama a su mujer y con cuidado fue besándola apasionadamente sin ningún miedo de que alguien los viera porque estaban solos en su hogar.
Tasia estaba disfrutando de los besos de su marido cuando sintió que estaba tocándola tan íntimamente y se separó un poco para quitarse la ropa. Igualmente, lo hizo él para quedar completamente desnudos y dispuestos a disfrutar.
Alain volvió a besarla con tanta desesperación y desenfreno, con sus manos comenzó a tocarla íntimamente y disfrutando del momento.
Anastasia disfrutaba de como su esposo era con ella, con los años comenzó a encantarle lo dulce, posesivo y duro que era en la intimidad, aquel temor que llego a sentir lo fue olvidando y amaba cada momento a su lado.
—Amor —dijo ella al sentir como besaba su abdomen con delicadeza—. Sé que estamos solos y eso, pero cierra la puerta de la habitación.
—Si está cerrada —respondió con extrañeza.
Ella miró a la puerta y era cierto.
—¡Ja, ja, ja! Tienes razón, no sé por qué pensé que estaba abierta.
Alain cuando entraron le había metido una patada a la puerta, pero igual se levantó para verificar que estaba cerrada y solo le faltaba un poco para estar completamente cerrada y lo hizo.
—¿Feliz?
—Muchísimo —aseguró ella sonriéndole y abriendo los brazos para que fuera a su lado.
Su esposo se reunió con ella y la volvió a besar con tanto frenesí, que no quería que nadie los interrumpiera.
Ella sentía cada caricia, cada roce tan delicioso. Su esposo era apasionado en todos los sentidos, su cuerpo reaccionaba a todo lo que él le hacía y lo encantada que estaba cuando ella lograba hacerle sentir a su esposo.
Cuando él entró en ella, los movimientos eran frenéticos y llenos de pasión, no se cohibían de nada y en la habitación solo podían escucharse los gemidos de ambos disfrutando del máximo placer.
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Al día siguiente.
Anastasia amaneció en los brazos de su amado esposo que no la soltaba por nada en el mundo.
—Amor, es hora de levantarnos —comentó ella moviéndolo un poco.
—Cariño, déjame dormir un poco más —pidió él abrazándola con dulzura.
—No seas flojo, tenemos que trabajar y saber el chisme de Charlotte con Emir —dijo animándolo y sonrió al mirar su seriedad—. Anda, no vengas a decirme que no quieres saber.
—Un poco para ser sincero —confesó avergonzado—. Me tienes que esperar, siempre te vas de primera.
Ella se levantó de la cama divertida.
—Eres muy lento Alain, hasta nuestra hija se levanta temprano como su madre —le echó en cara con una mirada divertida—. Mi niña salió a mí.
—La madre orgullosa —dijo levantándose de la cama y agarrándola por la cintura—. Como te amo a ti a nuestra versión chiquita.
—Nosotras somos las mujeres de tu vida —soltó ella con una sonrisa.
—Así es, son lo mejor que me ha pasado en la vida —atrayéndola a su cuerpo y la beso apasionadamente.
Tasia sentía la lengua de su marido, acariciando la suya con aquella posesión que solo él sabía hacerlo. Cada día lo amaba más y estaba segura de que no se había equivocado en darle una oportunidad. Él le había dado todo por ella, que a veces se arrepentía por no haber sido madura y hacerlo esperar tanto para convertirse en su mujer.
Alain sintió como su esposa rodeo sus piernas en su cintura y la volvió a llevar a la cama, no había nada que impidiera que disfrutaran del momento tan placentero que se darían.
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Una hora después.
En la empresa Dupuis.
En la oficina de Charlotte.
Anastasia estaba mirándola con curiosidad. Necesitaba saber qué había pasado en el tiempo que estuvieron en Italia.
—Cuéntame todo el chisme, Charlotte.
—Emir y Emiliano están comenzando a llevarse bien como padre e hijo —comentó con cierto alivio en su tono de voz—. Emir y yo estuvimos platicando un poco.
—¿Y piensas perdonarlo? —preguntó confundida.
—No lo sé, Tasia, no voy a negarte que lo sigo amando y que estoy dolida por lo que sucedió entre nosotros. No le perdono cómo me dejó y esa carta que me dolió tanto —dijo con rencor en su corazón—. ¿Tiene que hacer muchos méritos para enamorarme de nuevo o que crea que esta vez sí es de verdad?